sábado, 14 de noviembre de 2020

REBAJAS EN LA ENSEÑANZA DE ESPAÑA

 

En un texto reciente formulaba y respondía a estas dos preguntas: “¿Qué se enseña y que se aprende en las escuelas, y qué habría que enseñar y aprender?”. En él concluía que, en la escuela española, no se enseñan ni se adquieren las competencias instrumentales, —básicas y fundamentales— que permitan que los alumnos puedan, por un lado, aprender por sí mismos y ser autónomos, sin depender continuamente de esos lazarillos llamados profesores; en segundo lugar, recorrer adecuadamente el itinerario académico; y, finalmente, prepararse para la vida. Ahora bien, el  presente y el futuro de la calidad de la enseñanza en España van a degradarse aún más con el Real Decreto-ley 31/2020, de 29 de septiembre, por el que adoptan medidas urgentes en el ámbito de la enseñanza no universitaria mientras dure la pandemia de la Covid 19. Hoy, como anunciaba en el artículo precitado, presentamos y analizamos someramente las medidas-rebajas del R.D.-ley.

Las rebajas del R.D-ley 31/2020

Primera rebaja: según el artículo 2 del R.D.-ley, en la contratación de profesores interinos para hacer frente a la pandemia de la Covid 19 —una vez agotadas las listas de candidatos con la formación preceptiva— se exime a los candidatos de que acrediten la formación pedagógica y didáctica mediante el correspondiente master habilitante o título equivalente. Sin entrar en una valoración del contenido de este máster o título, esta eximente permite confiar la enseñanza a profesores sin la formación requerida. Estos profesores interinos son poseedores, formal y teóricamente, de “savoirs” (saberes sobre la materia, que van a enseñar: matemáticas o inglés o ciencias naturales 0…), pero no de “savoir-faire” (¿cómo enseñarla?) ni de “savoir-être” (¿cómo gestionar la dinámica del grupo clase?). Y estos dos últimos saberes son tan importantes como los primeros.

Segunda rebaja: en el artículo 4, se flexibiliza también, podándolos, el “currículo escolar” y las “programaciones didácticas” oficiales, al tener sólo un carácter orientativo para los centros y los profesores. Este precepto permite, por lo tanto, que cada centro haga de su capa un sayo, poniendo en entredicho y en peligro tanto la homogeneidad como la calidad y la equidad en la enseñanza española.

Tercera rebaja: el artículo 5, por un lado, modifica los “criterios de evaluación” para cada materia y curso: en las evaluaciones, se deberá poner el acento en los “aprendizajes más relevantes e imprescindibles”, es decir aquellos que permitan la continuidad en el proceso educativo y aquellos que permitan a los alumnos aprender por sí mismos y en equipo. Y, por el otro, también se flexibilizan los “criterios de promoción” de curso o de ciclo: el equipo docente de cada centro podrá modificarlos para decidir quién pasa de curso o de ciclo y quién debe repetir curso, aunque la repetición debe ser algo muy, muy, muy, … “excepcional”. Ahora bien, las asignaturas suspensas no deben ser ni la única ni la más importante causa de las evaluaciones, de la promoción y de la repetición de curso.

Cuarta rebaja: el artículo 6 explicita los criterios para otorgar los títulos de “Graduado de ESO” y de “Bachillerato. Tanto el uno como el otro no dependerán de las materias no superadas (i.e. suspendidas). Dar o no dar el título correspondiente será también una decisión colegiada, en la que no se debe tener en cuenta el número de suspensos sino la adquisición de los objetivos generales, el desarrollo de las competencias fundamentales y la madurez académica de los alumnos de la ESO y del Bachillerato para que puedan continuar con sus estudios. Estos resultados es algo que no se conseguía antes de la pandemia. Y con la pandemia, ni en sueños.

Y quinta rebaja: finalmente, el artículo 7 permite que, a partir de este curso (2020-2021) y con una vigencia indefinida, se supriman las evaluaciones habituales y preceptivas al final de la Enseñanza Primaria y de la ESO. Esta supresión tiene todos los visos de ser simplemente una medida para disfrazar y esconder, por un lado, los resultados desastrosos de la improvisada enseñanza-aprendizaje “online” del tercer trimestre del curso 2019-2020 y del presente año escolar; y, por el otro, las lagunas o déficits formativos que los alumnos van a arrastrar curso tras curso, en los próximos años, una vez vencida la pandemia. Ante este mirar para otro lado, para no ver ni conocer la triste y decepcionante realidad, no es ocioso citar esa perogrullada según la cual lo que no se evalúa no se puede mejorar.  

A caballo regalado, no le mires el diente

Desde la Logse y antes de la adopción de las medidas tomadas en el tercer trimestre del curso 2019-2020 y con el precitado decreto, las enseñanzas y los aprendizajes no universitarios eran ya, según los informes PISA y de la OCDE,  muy deficientes y, por lo tanto, muy mejorables. Por eso, podemos imaginar y prever, sin mucho esfuerzo y sin forzar la realidad, que las rebajas —relativas a la formación del profesorado, a los contenidos de la enseñanza-aprendizaje, a las exigencias en la evaluación y para la obtención de los títulos de “Graduado de ESO” y de “Bachillerato”, y a la eliminación de la evaluación global de la enseñanza primaria y secundaria— explicitadas “ut supra”, van a degradar aún más la ya maltrecha, renqueante y desvencijada enseñanza española. Y, por eso, se puede afirmar que el sistema educativo español proporciona y va a proporcionar una “enseñanza de rebajas o rebajada”. 

Con estas rebajas, nuestros niños, adolescentes y jóvenes no tendrán una cabeza, como hubiera dicho Michel de Montaigne, ni bien llena ni bien organizada. Y, además, no podrán adquirir las competencias lingüísticas, que les permitan dejar de ser gallinas de corral (analfabetos, que es lo que somos todos al nacer) y ser águilas reales (alfabetos, i.e. ciudadanos armados lingüística y culturalmente).

Por eso, cinco CC.AA. (Andalucía, Castilla y León, País Vasco, Madrid y Murcia) anunciaron su disconformidad con estas rebajas del Ministerio de Educación. Sin embargo, no todos los implicados en la labor docente (profesores, sindicatos y, sobre todo, padres y alumnos) han levantado la voz contra las medidas castradoras y esterilizadoras del R.D.-ley de la ministra Isabel Celáa. Todo parece indicar que los actores docentes se han guiado por el clásico refrán según el cual a caballo regalado no le mires el diente. En el caso que analizamos, se trata de un regalo envenenado y con penitencia: se mejorarán las estadísticas, escondiendo y blanqueando las cifras del fracaso escolar de la enseñanza española, pero se hipotecará el itinerario académico de muchísimos estudiantes y su futuro laboral, económico y social.

Con estas rebajas, se hace un flaco favor, en primer lugar, a los alumnos, a los que se les cortarán las alas, al no poder desarrollar todas sus potencialidades. En efecto, al rebajar el nivel de exigencia, permitiendo el aprobado general y la  distribución de títulos a la carta, las rebajas precitadas son un ataque contra la cultura del esfuerzo, la meritocracia y la excelencia. Y, como correlato, convierten a los alumnos en personas ignorantes y manipulables, propiciando la creación de una masa social dócil y acrítica, incapaz de analizar y valorar. En segundo lugar, también desprestigian al cuerpo docente, al rebajar a los profesores el nivel de exigencia tanto formativa como docente. Y, finalmente, dejan al sistema educativo español con sus vergüenzas al aire, al dinamitar la calidad, la equidad y la igualdad de oportunidades. Y esto consolidará el puesto de la educación española en el furgón de cola de los sistemas educativos de los países de nuestro entorno, al tiempo que hipotecarán la vida económica, cultural, científica,… de España, relegándola en el ranking de las principales potencias económicas del mundo.

La enseñanza y la educación son tan importantes y vitales, individual y colectivamente, que no se pueden dejar, como hubiera dicho José Saramago, en manos de la casta política. Como en muchas otras cosas, el problema radica en que están precisamente en sus manos y éstas contaminan y prostituyen todo lo que tocan. Por eso, hoy más que nunca, es necesario un pacto nacional por la educación, pensando sólo en el presente y el futuro de los alumnos y de España.

© Manuel I. Cabezas González 
15 de noviembre de 2020
Publicado también en Catalunya Press, Diario 16, Periodista Digital, El Confidencial Digital, La Tribuna del País Vasco, La Paseata, Las Voces del Pueblo, Crónica Popular, Bierzo Diario, Diario Abierto, InfoHispania, Kaosenlared, Bembibre Digital, Revista Rambla, El Correo de España, El Obrero, A Fons Vallès, Insurgencia Magisterial, Alerta Digital, Noticiario Universal, Red de Blogs Comprometidos, Alainet (América Latina en Movimiento), Perú News, Off the Record, Extra Venezuela, Bierzo Digital, Diario de Menorca y Liverdades.

domingo, 1 de noviembre de 2020

¿QUÉ SE ENSEÑA Y QUÉ SE APRENDE EN LAS ESCUELAS?

 

En la mañana del pasado 12 de octubre, “día de la Hispanidad”, estuve haciendo mi cardiosaludable y cotidiano paseo por la Sierra de Collserola, en el término municipal de Cerdanyola del Vallès (Barcelona). Numerosos paseantes —en solitario, en pareja, en grupo o en familia— desentumecíamos y oxigenábamos nuestros cuerpos, cruzándonos o adelantándonos unos a otros. Al acercarme y al adelantar a una familia de viandantes y al alejarme de la misma, pude escuchar cómo una adolescente de la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) explicaba a sus padres lo que estaba aprendiendo en las clases de lengua española.

Había estudiado ya lo del “atributo”, lo del “complemento de objeto directo”, lo del “complemento indirecto” y lo de los “complementos circunstanciales”,… e iba a estudiar lo de los “verbos transitivos, intransitivos, personales, impersonales, reflexivos”,… Yo seguí mi camino, alejándome de la familia y de las explicaciones de la joven, al tiempo que me preguntaba: Pero, ¿Qué se enseña y qué se aprende en los centros escolares? ¿Y qué habría que enseñar y aprender?

 Lo que se enseña y se aprende

Según esta vivencia anecdótica, todo parece indicar que, en la escuela, a los alumnos se les atiborra de conocimientos “metalingüísticos”, es decir se les enseñan saberes relativos a aspectos teóricos y formales de la lengua española (o de cualquier otra lengua), pero no el dominio práctico y real, tanto oral como escrito, de la(s) misma(s). Esta inferencia conclusiva es corroborada por los profesores que impartimos docencia universitaria. En efecto, las nuevas hornadas de jóvenes que llegan a la universidad no poseen, en general y esto sucede cada vez más, tanto las “competencias lingüísticas y textuales” (orales y escritas) como lo que Umberto Eco llamó la “competencia enciclopédica” (conocimientos curriculares: historia, geografía, filosofía, ciencias,…), ni tampoco una capacidad analítica y crítica para poder hacer estudios superiores y sacar provecho del paso y de la estancia en la universidad.

Por su lado, los correctores de las pruebas de acceso a la universidad (PAU o EvAU) constatan, año tras año, que los exámenes de las PAU están llenos de faltas de ortografía, que la expresión lingüística es muy deficiente y que el conocimiento del tema de las distintas materias es nulo o muy escaso. Y, a pesar de esto, han conseguido el título de Bachillerato, el aprobado en las PAU y el acceso a la Universidad con tamañas lagunas. Por otro lado, basta con analizar el comportamiento lingüístico de los jóvenes internautas en las redes sociales para verificar también que la calidad del contenido y la corrección de la expresión de sus producciones lingüísticas dejan mucho que desear. Y, enfin, los informes PISA y de la OCDE dan testimonio reiterado de ello y no dejan lugar a dudas.

Hoy, en el contexto de la pandemia de la Covid 19, la clausura  de los centros escolares y de toda actividad educativa presencial, durante el tercer trimestre del curso 2019-2020, y la promulgación del Real Decreto-ley 31/2020, para el curso 2020-2021, han deteriorado y van a deteriorar aún más la ya deficiente formación de los niños, adolescentes y jóvenes, que muchos indocumentados “todólogos” califican indebidamente como la “Generación JASP” (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados: la generación más y mejor formada de la historia de España). Dejo para otra ocasión el análisis del R.D.-ley precitado, que propone una “enseñanza de rebajas” (aún más degradada y devaluada) y que ofrece un “aprobado general” y la distribución de títulos de ESO y Bachillerato “gratis et amore”. Por eso, algunos pedagogos hablan ya de “generación perdida” para designar a los alumnos (niños, adolescentes y jóvenes) de la era de la Covid 19. Y, por eso, podemos preguntarnos: “Quo vadis?, minister educationis”, Isabel Celáa.

 Lo que habría que enseñar y aprender

Originaria y tradicionalmente, y también hoy día, la función y el objetivo fundamental y prioritario de la escuela es hacer transitar a los “analfabetos” (no saber ni leer, ni escribir), que somos todos al nacer, hacia el mundo de los “alfabetos” (saber leer y escribir). A esto debe estar subordinado cualquier otro aprendizaje escolar o cualquier otro aprendizaje escolar debe contribuir a mejorar las competencias lingüísticas, base y fundamento del éxito escolar, profesional y social.

Si hay unas enseñanzas y unos aprendizajes fundamentales e imprescindibles donde los haya, éstos son los lingüísticos: instrumentos para la adquisición de “saberes” (“savoirs”) y de “saber hacer” (“savoir-faire”). Por eso, todo profesor, de cualquier materia, debería ser también profesor de lengua. Y no debemos olvidar, pastichando el adagio popular de “la letra con sangre entra”, que “la letra con letra entra”, Pedro Salinas dixit. De ahí el papel de la escuela para inocular en los niños y jóvenes el virus adictivo y taumatúrgico de la lectura.

La lectura comprensiva y la escritura cooperadora son dos competencias que se pueden y se deben enseñar y aprender, y, sobre todo, practicar, ya que como dijo G. Bachelard, “avoir compris et appris, c’est savoir faire et refaire”. Ahora bien, por los resultados escolares que se obtienen hoy, todo parece indicar que el sistema educativo español está muy lejos de formar “alfabetos” y que, más bien, estamos concibiendo y formando “neo-analfabetos”: individuos, según el poeta Pedro Salinas, que han pasado por la escuela pero que o no han aprendido a leer y a escribir (caso demasiado frecuente) o habiendo adquirido el estatus de “alfabetosno leen ni escriben, dos actividades o competencias que se retroalimentan mutuamente.

Por todo esto, si un día se consiguiera un lógico y necesario consenso educativo, pensando sólo en el bien de los alumnos de todos los niveles educativos, se debería focalizar la enseñanza-aprendizaje escolar en las enseñanzas lingüísticas, base y fundamento de cualquier otra enseñanza o aprendizaje. Así lo vio Lionel Jospin, cuando se ocupó, en los 80 y 90, del Ministerio de Educación con F. Mitterand y formuló el objetivo fundamental y prioritario de la escuela francesa con tres sintagmas: enseñar a leer, a escribir, a razonar.

O se produce este cambio, jerarquizando las enseñanzas-aprendizajes escolares y privilegiando las lingüísticas o, después, pasa lo que pasa. En general, los alumnos, con unas livianas alforjas lingüísticas, renquean y se arrastran en las enseñanzas no universitarias. Por otro lado, cuando llegan a la universidad, suelen suspender muchas asignaturas o repetir curso o cambiar de estudios o abandonarlos definitivamente. Además, aquellos que terminan los estudios universitarios, al tener que afrontar la entrada en el mundo laboral, se sienten desarmados y abocados a la explotación laboral con trabajos mal valorados y remunerados o simplemente al paro (más del 40,8%, en julio de 2020). Y, entonces, se preguntan: “Y con estos estudios, ¿qué?”.

Con las deficientes y livianas alforjas lingüísticas —después de haber estudiado y aprendido cosas sobre las lenguas, pero no el uso funcional y práctico de las mismas— no se puede salir de casa o tratar de ser un ciudadano cabal, preparado y armado para no ser desinformado, manipulado, engañado y “desempoderado”. De aquellos polvos (enseñanza teórica y formal de la gramática, i.e. de conocimientos metalingüísticos), estos lodos (lagunas en la competencia comunicativa y textual, que es muchísimo más que escribir frases sin faltas de ortografía, y en la competencia enciclopédica).

© Manuel I. Cabezas González  
1 de noviembre de 2020
 
Publicado también en Press Digital, Catalunya Press, Las Voces del Pueblo, InfoHispania, El Obrero, La Mar de Onuba, Insurgencia Magisterial, Bierzo Diario, El Confidencial Digital, Periodista Digital, Revista Rambla, Bembibre Digital, Perfil (digital argentino), Kaosenlared, Liverdades, A Fons Vallès, América Latina en Movimiento (ALAINET), EspañaMadrid.com, Núcleo Luciano Lepera (digital brasileño), The World News, Sarraute Educación, PALECH.org (Pacto de América Latina por la Educación con Calidad Humana), El Correo de España, Confilegal, La Paseata, Diario 16, La Tribuna del País Vasco, Crónoca Popular, Cerdanyolainfo y Alerta Digital.