En un texto reciente formulaba y respondía a estas dos preguntas: “¿Qué se enseña y que se aprende en las escuelas, y qué habría que enseñar y aprender?”. En él concluía que, en la escuela española, no se enseñan ni se adquieren las competencias instrumentales, —básicas y fundamentales— que permitan que los alumnos puedan, por un lado, aprender por sí mismos y ser autónomos, sin depender continuamente de esos lazarillos llamados profesores; en segundo lugar, recorrer adecuadamente el itinerario académico; y, finalmente, prepararse para la vida. Ahora bien, el presente y el futuro de la calidad de la enseñanza en España van a degradarse aún más con el Real Decreto-ley 31/2020, de 29 de septiembre, por el que adoptan medidas urgentes en el ámbito de la enseñanza no universitaria mientras dure la pandemia de la Covid 19. Hoy, como anunciaba en el artículo precitado, presentamos y analizamos someramente las medidas-rebajas del R.D.-ley.
Las rebajas del R.D-ley 31/2020
Primera rebaja: según el artículo 2 del R.D.-ley, en la contratación de profesores interinos para hacer frente a la pandemia de la Covid 19 —una vez agotadas las listas de candidatos con la formación preceptiva— se exime a los candidatos de que acrediten la formación pedagógica y didáctica mediante el correspondiente master habilitante o título equivalente. Sin entrar en una valoración del contenido de este máster o título, esta eximente permite confiar la enseñanza a profesores sin la formación requerida. Estos profesores interinos son poseedores, formal y teóricamente, de “savoirs” (saberes sobre la materia, que van a enseñar: matemáticas o inglés o ciencias naturales 0…), pero no de “savoir-faire” (¿cómo enseñarla?) ni de “savoir-être” (¿cómo gestionar la dinámica del grupo clase?). Y estos dos últimos saberes son tan importantes como los primeros.
Segunda rebaja: en el artículo 4, se flexibiliza también, podándolos, el “currículo escolar” y las “programaciones didácticas” oficiales, al tener sólo un carácter orientativo para los centros y los profesores. Este precepto permite, por lo tanto, que cada centro haga de su capa un sayo, poniendo en entredicho y en peligro tanto la homogeneidad como la calidad y la equidad en la enseñanza española.
Tercera rebaja: el artículo 5, por un lado, modifica los “criterios de evaluación” para cada materia y curso: en las evaluaciones, se deberá poner el acento en los “aprendizajes más relevantes e imprescindibles”, es decir aquellos que permitan la continuidad en el proceso educativo y aquellos que permitan a los alumnos aprender por sí mismos y en equipo. Y, por el otro, también se flexibilizan los “criterios de promoción” de curso o de ciclo: el equipo docente de cada centro podrá modificarlos para decidir quién pasa de curso o de ciclo y quién debe repetir curso, aunque la repetición debe ser algo muy, muy, muy, … “excepcional”. Ahora bien, las asignaturas suspensas no deben ser ni la única ni la más importante causa de las evaluaciones, de la promoción y de la repetición de curso.
Cuarta rebaja: el artículo 6 explicita los criterios para otorgar los títulos de “Graduado de ESO” y de “Bachillerato. Tanto el uno como el otro no dependerán de las materias no superadas (i.e. suspendidas). Dar o no dar el título correspondiente será también una decisión colegiada, en la que no se debe tener en cuenta el número de suspensos sino la adquisición de los objetivos generales, el desarrollo de las competencias fundamentales y la madurez académica de los alumnos de la ESO y del Bachillerato para que puedan continuar con sus estudios. Estos resultados es algo que no se conseguía antes de la pandemia. Y con la pandemia, ni en sueños.
Y quinta rebaja: finalmente, el artículo 7 permite que, a partir de este curso (2020-2021) y con una vigencia indefinida, se supriman las evaluaciones habituales y preceptivas al final de la Enseñanza Primaria y de la ESO. Esta supresión tiene todos los visos de ser simplemente una medida para disfrazar y esconder, por un lado, los resultados desastrosos de la improvisada enseñanza-aprendizaje “online” del tercer trimestre del curso 2019-2020 y del presente año escolar; y, por el otro, las lagunas o déficits formativos que los alumnos van a arrastrar curso tras curso, en los próximos años, una vez vencida la pandemia. Ante este mirar para otro lado, para no ver ni conocer la triste y decepcionante realidad, no es ocioso citar esa perogrullada según la cual lo que no se evalúa no se puede mejorar.
A caballo regalado, no le mires el diente
Desde la Logse y antes de la adopción de las medidas tomadas en el tercer trimestre del curso 2019-2020 y con el precitado decreto, las enseñanzas y los aprendizajes no universitarios eran ya, según los informes PISA y de la OCDE, muy deficientes y, por lo tanto, muy mejorables. Por eso, podemos imaginar y prever, sin mucho esfuerzo y sin forzar la realidad, que las rebajas —relativas a la formación del profesorado, a los contenidos de la enseñanza-aprendizaje, a las exigencias en la evaluación y para la obtención de los títulos de “Graduado de ESO” y de “Bachillerato”, y a la eliminación de la evaluación global de la enseñanza primaria y secundaria— explicitadas “ut supra”, van a degradar aún más la ya maltrecha, renqueante y desvencijada enseñanza española. Y, por eso, se puede afirmar que el sistema educativo español proporciona y va a proporcionar una “enseñanza de rebajas o rebajada”.
Con estas rebajas, nuestros niños, adolescentes y jóvenes no tendrán una cabeza, como hubiera dicho Michel de Montaigne, ni bien llena ni bien organizada. Y, además, no podrán adquirir las competencias lingüísticas, que les permitan dejar de ser gallinas de corral (analfabetos, que es lo que somos todos al nacer) y ser águilas reales (alfabetos, i.e. ciudadanos armados lingüística y culturalmente).
Por eso, cinco CC.AA. (Andalucía, Castilla y León, País Vasco, Madrid y Murcia) anunciaron su disconformidad con estas rebajas del Ministerio de Educación. Sin embargo, no todos los implicados en la labor docente (profesores, sindicatos y, sobre todo, padres y alumnos) han levantado la voz contra las medidas castradoras y esterilizadoras del R.D.-ley de la ministra Isabel Celáa. Todo parece indicar que los actores docentes se han guiado por el clásico refrán según el cual a caballo regalado no le mires el diente. En el caso que analizamos, se trata de un regalo envenenado y con penitencia: se mejorarán las estadísticas, escondiendo y blanqueando las cifras del fracaso escolar de la enseñanza española, pero se hipotecará el itinerario académico de muchísimos estudiantes y su futuro laboral, económico y social.
Con estas rebajas, se hace un flaco favor, en primer lugar, a los alumnos, a los que se les cortarán las alas, al no poder desarrollar todas sus potencialidades. En efecto, al rebajar el nivel de exigencia, permitiendo el aprobado general y la distribución de títulos a la carta, las rebajas precitadas son un ataque contra la cultura del esfuerzo, la meritocracia y la excelencia. Y, como correlato, convierten a los alumnos en personas ignorantes y manipulables, propiciando la creación de una masa social dócil y acrítica, incapaz de analizar y valorar. En segundo lugar, también desprestigian al cuerpo docente, al rebajar a los profesores el nivel de exigencia tanto formativa como docente. Y, finalmente, dejan al sistema educativo español con sus vergüenzas al aire, al dinamitar la calidad, la equidad y la igualdad de oportunidades. Y esto consolidará el puesto de la educación española en el furgón de cola de los sistemas educativos de los países de nuestro entorno, al tiempo que hipotecarán la vida económica, cultural, científica,… de España, relegándola en el ranking de las principales potencias económicas del mundo.
La enseñanza y la educación son tan importantes y vitales, individual y colectivamente, que no se pueden dejar, como hubiera dicho José Saramago, en manos de la casta política. Como en muchas otras cosas, el problema radica en que están precisamente en sus manos y éstas contaminan y prostituyen todo lo que tocan. Por eso, hoy más que nunca, es necesario un pacto nacional por la educación, pensando sólo en el presente y el futuro de los alumnos y de España.