sábado, 25 de octubre de 2025

Lo que no se enseña en las escuelas

 

   

Cuando uno intenta leer lo que circula por las redes sociales o cuando uno ha impartido docencia en los distintos niveles educativos, uno está obligado a constatar que algo huele mal en Dinamarca: los internautas, los escolares (adolescentes y jóvenes) y también los adultos son incapaces, en general, de redactar un texto ortodoxo y cooperador (i.e. fácil de leer). Sus mensajes son inaceptables tanto desde el punto de vista formal como del contenido. Para analizar esta triste realidad lingüística, puesta de manifiesto reiteradamente por los sucesivos informes PISA, me voy a meter en la piel del lingüista que soy, por formación (Sorbona) y por actividad profesional (UAB).

Visión global y diacrónica del proceso de escritura

En 2020, publiqué un texto en el que describía —pedagógicamente hablando y siguiendo los pasos de Aristóteles y de los que somos lingüistas textualistas— las etapas que hay que recorrer  imperativamente, si queremos producir un auténtico texto y no un amasijo de frases inconexas e incomprensibles. En el precitado texto, explicité cronológicamente, dichas etapas: 1. “Euresis”: búsqueda y preparación de las informaciones pertinentes para redactar el texto. 2. “Taxis”: estructuración de las informaciones preparadas. 3. “Revisión-1”: evaluación de lo hecho en las dos primeras etapas, que nos puede devolver a las etapas recorridas (cf. 1. y 2.), para mejorarlas, o que nos habilita para pasar a la siguiente. 4. “Lexis”: redacción de la primera versión del texto, siempre provisionalmente definitiva. 5. “Revisión-2, 3,… y “Correcciones-2, 3…” correspondientes. Y 5. “Hypocrisis”: presentación definitiva del texto en la página de papel o en la pantalla del móvil, del ordenador o de la tableta (lengua escrita) o verbalización (lengua oral).

La “lexis” o redacción propiamente dicha

Hoy vamos a ocuparnos sólo de la “lexis” o redacción propiamente dicha de un texto y de las reglas que hay que aplicar imperativamente para producir un auténtico texto, cooperador y legible (fácil de leer). En otro momento nos ocuparemos de cómo buscar las informaciones pertinentes (“euresis”), de cómo organizarlas (“taxis”), de  cómo revisarlas (“revisión”) y de cómo verbalizarlas oralmente y por escrito (“hypocrisis“).

Materialmente, un texto es una sucesión o rosario de frases encadenadas (i.e. en relación) y no un amasijo de frases sin conexión entre ellas. Cada frase de este rosario de frases debe respetar las reglas de la morfosintaxis de la frase y, además, las cuatro reglas que los lingüistas textualistas denominamos “reglas de buena formación textual”. Estas reglas son complementarias de las reglas de H.P. Grice. Son las siguientes.

Según la primera, la “regla de la repetición”, cada frase del texto debe, como indica su nombre, repetir una parte de la información contenida en la frase o las frases precedentes (“tema”). Ahora bien, según la segunda regla, la “regla de la progresión”, cada frase de un texto debe aportar también información nueva (“rema”), para que el texto avance informativamente hablando. Por eso, las frases “Pedro, cuando come, hace ruido. Cuando come, Pedro hace ruido. Pedro hace ruido cuando come” no son un texto, ya que repiten siempre la misma información.

En un texto cooperador (fácil de leer), la parte temática (repetición de información) ocupa el inicio de las frases, mientras que la parte remática (información nueva) ocupa las partes finales. Para ilustrar estas dos reglas, consideremos el diálogo siguiente: Pregunta: Para olvidar, ¿qué hace Pedro?  Respuesta-1: Para olvidar, Pedro bebe; o Respuesta-2: Pedro bebe para olvidar. La pregunta y las dos respuestas son gramaticalmente correctas. Ahora bien, si utilizamos nuestra intuición lingüística y si queremos construir un diálogo cooperador, la combinación más natural y lógica es la respuesta-1, ya que respeta el orden canónico: primero, la repetición de la información (“Para olvidar”, “Pedro”) y, luego, la información nueva (“bebe”).

Según la tercera, la “regla de la no-contradicción” o “coherencia”, no se puede afirmar algo y, en la frase o las frases siguiente(s), afirmar lo contrario. Esto es algo a lo que nos tienen habituados tanto Pedro Sánchez, sus ministros y el “staff” del PSOE, que repiten como papagayos el mismo argumentario sobre el problema/cortina de humo del día, así como, en general, los de la casta política.

Finalmente, la cuarta regla, la “regla de la relación”, postula y exige que las relaciones que establecemos lingüísticamente sean congruentes en el mundo extralingüístico. Así, por ejemplo, con la frase “Pedro fuma habanos” establecemos una relación lingüística entre las palabras “Pedro”, “fuma” “habanos”. Y estas relaciones corresponden a una relación real en el mundo extralingüístico (i.e. entre “Pedro” y el hecho de “fumar habanos”). Sin embargo, si digo o escribo que “La puerta de mi casa fuma habanos”, esta sucesión de palabras no sería aceptable.

Coda o moraleja

Estas aportaciones de Aristóteles y de la lingüística textual permiten evaluar las producciones lingüísticas de la casta política, de los internautas y de los discentes de todos los niveles educativos. Y, además, nos permiten concluir que, en general, adolecen de deficiencias y lagunas que impiden una correcta y cooperadora comunicación tanto oral como escrita.

¿Por qué estos niveles tan deficientes de competencia textual, ratificados reiteradamente por los informes PISA? Por un lado, porque, en los centros escolares, no se han enseñado a los alumnos estas simples reglas y, por lo tanto, no las han aprendido. Por otro lado, porque no se ha inyectado en los discentes el virus/“vicio” de la lectura. En los textos diversificados y bien escritos (buenas lecturas) está todo lo necesario para adquirir y/o mejorar no sólo la competencia lingüística y textual sino también la enciclopédica (U. Eco) ya que, como rezaba el título de un programa de TV de Sánchez Dragó, “todo está en los libros”. La lectura es el bálsamo de Fierabrás, que allana el camino. Ahora bien, la lectura no es una actividad fácil. Por eso, debe ser una actividad constante y se debe también enseñar cómo leer, desde la escuela primaria, para inyectar en los discentes, en los jóvenes y los adultos, la droga adictiva de esa comunicación en diferido que es la lectura y así no sean unos “analfabetos funcionales” (Pedro Salinas): pichones fáciles de cazar con la palabra, políticamente correcta, de la analfabeta casta política, de alta cuna o de baja cama.

Entre la lectura y la escritura se establece una relación dialéctica y necesaria: no se puede aprender a redactar si no se lee, como no se aprende a hablar si no se habla; y cuanto más se escriba, mejor se lee. La “lectura” es como el “amor” del que habla San Agustín en estos términos: "Ama y, luego, haz lo que quieras" (Homilía 7, no. 8). En efecto, ambas actividades tienen un valor taumatúrgico: si uno ama verdaderamente, haga lo que haga lo hará bien; y si uno aprende a leer, lee y disfruta leyendo, entonces se podrá hacer lo que quiera y nada se resistirá, ya que “todo está en los libros”.

© 2025 - Manuel I. Cabezas González

https://honrad.blogspot.com/

20 de octubre de 2025


martes, 23 de septiembre de 2025

La palabra de la analfabeta casta política

 

En 2015, en el contexto de un año con numerosos procesos electorales sucesivos (elecciones andaluzas, marzo; municipales y la mayor parte de las autonómicas, mayo; catalanas, septiembre; y las generales para el Congreso y el Senado, diciembre), publiqué una texto propedéutico, titulado con el aforismo latino “Facta, non verba” (“Hechos, no palabras”). En él argumentaba sobre cómo hacer un uso informado, razonado y responsable del voto, al tiempo que proponía que, antes de depositar el voto, había que tener en cuenta lo que han hecho los candidatos (“facta”) y no lo que dijeron que iban a hacer (“verba”).

En general, la palabra y las promesas de los políticos son papel mojado o,  como reza la frase lapidaria, atribuida a Luis de Góngora y Argote, son cera y no acero. Esta forma de actuar responde al consabido axioma de la democracia formal española: “Tú, vota, calla y paga”.

Hoy, por lo tanto, no vamos a ocuparnos de la penuria de actos o de los actos lesivos (“facta”) de la casta política contra los votantes. Tampoco vamos a centrarnos en la permanente falta de palabra de la casta política, algo habitual en ella, sino en su incapacidad para elaborar un discurso coherente y cooperador, preñado de contenido. Dicho con otras palabras, vamos a ocuparnos de su analfabetismo.

Las reglas de una buena comunicación oral y escrita

Para analizar y denunciar este analfabetismo congénito de la casta política, voy a ponerme simplemente en la piel del lingüista que soy, por formación (Sorbona) y por actividad docente (UAB). Por eso, voy a recordar las 4 reglas de una buena producción lingüística, formuladas por el filósofo del lenguaje, el inglés H.P. Grice. Además, daré algunos ejemplos concretos y reales, para ilustrar la prostitución y el mal uso o el uso no comunicativo del lenguaje por parte de la casta política española, de alta cuna o de baja cama. Para ello, basta con consultar la hemeroteca de los últimos años. Así, espero desenmascarar a tanto analfabeto funcional, tanto entre la casta política como entre los “votontos”.

La primera, “regla de la calidad”, postula la obligación de no decir aquello que creemos que es falso. O, dicho con otras palabras, no se debe verbalizar aquello para lo que no se tienen pruebas objetivas y fehacientes o, simplemente, aquello que es falso. Basta con consultar la hemeroteca para tener que levantar acta de las mentiras, de las medias verdades y de los bulos que toda la casta política propala en los medios de comunicación. Ahora bien, entre todos los que no aplican esta primera regla, además de sus ministros, destaca “Pedrisco” Sánchez, hijo aventajado, como Pinocho, del viejo carpintero Jeppetto. Es tal la cantidad y la frecuencia de sus mentiras, de sus contradicciones (“cambios de opinión”, dice él) y de sus bulos  que le viene como anillo al dedo las palabras que, en 2010, le dedicó Felipe González a Zapatero: “Rectificar es de sabios y de necios tener que hacerlo a diario”. En efecto, Pedro Sánchez pasa su tiempo (mañana, tarde y noche) en rectificar lo rectificado. La solidez y la fiabilidad de su palabra son muy veletas, a pesar del ejército de asesores (varios cientos) que le preparan, cada día, en La Moncloa, lo que tiene que decir y hacer.

Según la segunda regla, “regla de cantidad”, al hablar o escribir, uno no debe enrollarse sino ir al grano. Esta regla la tenía muy clara Baltasar Gracián cuando escribió en el aforismo “105. No cansar. Lo bueno, si breve, dos veces bueno; incluso, lo malo, si poco, no tan malo. (… y añade:) El hombre largo (no tanto en estatura como en discurso) rara vez es sabio. (Y termina afirmando:) Lo bien dicho en seguida se dice”. La casta política tampoco es diligente en el respeto y aplicación de esta regla en su comportamiento lingüístico. Si no se aplica esta regla se corre el riesgo de producir textos centrados en la “función fática” (R. Jakobson). Los mensajes fáticos no vehiculan información, no aportan nada sino que sirven simplemente para mantener la conexión entre emisor y receptor, como es el caso, por ejemplo, entre dos personas enamoradas; o para impedir que el interlocutor pueda hablar, en el caso de un debate televisivo o radiofónico. En el caso del Parlamento, la Presidenta es muy condescendiente y generosa con los de su cuerda; y muy intransigente, cicatera y tiquismiquis con la oposición. Cf. Hemeroteca.

La tercera regla, “regla de la relevancia” obliga, en el caso de una entrevista, de un debate o de una intervención parlamentaria a no irse por las ramas. En efecto, en los debates y en las sesiones de control en el Parlamento, un parlamentario puede hacer una pregunta concreta y Pedro Sánchez o cualquiera de sus ministros sale por peteneras, se va por los cerros de Úbeda y se instala en Babia. Por ejemplo,  un diputado puede preguntar: “¿Cómo piensa gestionar el Gobierno la inmigración ilegal?”. Y el miembro del ramo, responder: “Uvas traigo”. Así son los debates parlamentarios españoles: genuinos debates de besugos, que responden a esta lógica parlamentaria tan española: tú, pregunta lo que quieras, que yo te responderé lo que me dé la gana. Consultemos nuevamente la hemeroteca.

Finalmente, la cuarta regla, “regla del modo o manera” se refiere a la forma en que se expresan las ideas. Hay que cuidar y mimar las formas lingüísticas, evitando la oscuridad, la ambigüedad y el desorden en la producción lingüística. Ejemplos flagrantes de violación de esta regla los tenemos cada vez que abren la boca Yolanda Díaz, alumna aventajada del actor Antonio Ozores o María Jesús Montero (la ministra “Mopongo”) o cualquiera de los ministros de “Pedrisco” Sánchez (cf. la sonoteca de videos que circulan por las redes sociales). Más que ministros y Presidente del Gobierno, parecen chonis, poligoneros y marujones. A la mayor parte de los ministros y diputados, la ciudadanía no les ponen cara y ojos. Nunca se les ha oído hablar. Son silentes: están sólo para repetir como papagayos el argumentario cotidiano y votar lo que diga el PSOE por la boca del Hermano Mayor, Pedro Sánchez, “el puto amo”, y para aplaudir como focas. ¡No dan miedo! ¡Dan asco!

En el país de los ciegos, el tuerto es el rey

En la sociedad actual, hay una serie de profesiones cuyo instrumento de trabajo es el obligado y esmerado uso de un exquisito  y ortodoxo lenguaje. Entre ellas, por citar sólo algunas, están la del juez, la de la docencia, la del periodismo,… y también la de la política.

Como acabamos de analizar, a partir del análisis de cómo se expresan los miembros de la casta, estamos obligados a concluir que son unos genuinos analfabetos funcionales. Son incapaces de aplicar los principios de Grice, base y fundamento para construir discursos ortodoxos, cooperadores (fáciles de comprender) y preñados de contenido y no de contradicciones y mentiras. Son auténticos deficientes o minusválidos lingüísticos.

Sin embargo, a pesar de este analfabetismo ---y como en el país de los ciegos, donde el tuerto es el rey--- la casta política siempre consigue arrastrar a los “votontos” a acercarse a los colegios electorales, como cándidos corderitos, cuando son llamados al matadero de las urnas. Así la casta puede seguir gozando de la moqueta, del sillón, del coche oficial,…,  amorrada a las ubres del Estado. Lo dicho: ¡Dan asco!

 © 2025 - Manuel I. Cabezas González

https://honrad.blogspot.com/

 Publicado también en Periodista Digital, La Paseata, Insurgencia Magisterial, Revista Rambla, Diario Sabemos, La Tribuna del País Vasco, Off The Record, Las Voces del Pueblo y Voz Ibérica.

21 de septiembre de 2025


domingo, 24 de agosto de 2025

“Locus amoenus” y “ecolojetas”

 

El “locus amoenus”, junto con el “carpe diem”, el “beatus ille…”, el “tempus fugit” y el “memento mori” constituyen los 5 temas recurrentes latinos, base de la felicidad para los romanos. En efecto, estos tópicos invitan a no dejar para mañana lo que podamos gozar hoy (“carpe diem”), en un contexto o ecosistema agradable, tranquilo, bello, seguro y saludable (“locus amoenus”), alejado del mundanal ruido (“beatus ille…”), como dejó verbalizado Fray Luis de León en su "Oda a la vida retirada", ya que el paso del tiempo (“tempus fugit”) nos conduce, sí o sí, a nuestra meta final (“memento mori”).

El “locus amoenus”

Creo que estos reiterados temas romanos reflejan también la aspiración del ser humano de todas las latitudes y de todos los tiempos; y, cómo no, también, del hombre de principios del siglo XXI. Voy a detenerme y centrarme sólo en el “locus amoenus” que es un tema redundante, desde hace décadas, en la sociedad española, europea y mundial y en los foros internacionales.

Hoy, este tópico latino permitiría designar tanto a la naturaleza virgen y salvaje (cf. parques naturales, parques nacionales, reservas de la Biosfera, etc.) como a la “naturaleza domada o domesticada” por la mano del hombre gracias a las actividades agropecuarias, creando unos “paisajes”, que no tienen nada que envidiar a la naturaleza virgen. Basta con pensar, por ejemplo, en los olivares de Jaén, a los que dedicó un poema reivindicativo Miguel Hernández; en los viñedos de la Rioja —cuyos caldos fueron glosados por uno de los primeros escritores en lengua castellana, Gonzalo de Berceo— de la Rivera Sacra y del Bierzo; en los cerezales del Valle del Jerte; en los naranjales de Valencia; etc.  

Para ilustrar el concepto de “locus amoenus” y ejemplificarlo, voy a referirme principalmente a la comarca leonesa de El Bierzo, un ejemplo paradigmático de “locus amoenus” y edénico. Aunque ha sufrido algunas heridas en el pasado remoto y a lo largo del siglo XX, a causa de las explotaciones mineras a cielo abierto (el paisaje de Las Médulas, patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desde 1997, y las minas de carbón y las canteras de pizarra y áridos), su estatus de paraíso corre serio peligro.

El Bierzo es la comarca ubicada en el noroeste de la provincia de León,  caracterizada por una orográfica particular: una depresión central (Bierzo Bajo), rodeada completamente de montañas. Durante muchas décadas, la economía giró en torno a la extracción de carbón para producir electricidad. Cuando llegó la crisis del carbón, las actividades agropecuarias han conseguido tener cada vez más predicamento, tanto en cantidad como en calidad. Y, por otro lado, el turismo rural, cultural y gastronómico (por ejemplo, el dios botillo y la variada chacinería) se ha consolidado, basado en los paisajes naturales agrestes y en las actividades agropecuarias “domadoras”, que han transformado y están transformando El Bierzo en un genuino “locus amoenus”, en un paisaje atractivo para todos los sentidos.  

Ecocidio y “ecolojetas”

Ahora bien, desde hace algunas décadas, un peligro se ha abatido ya sobre las tierras de El Bierzo: la instalación de parques eólicos, cada más vez más tupidos y numerosos, que coronan todas las montañas que circunvalan la hoya del Bierzo. Hoy, a finales del primer tercio del siglo XXI, un nuevo ecocidio se cierne, como una espada de Damocles, sobre él y lo amenaza: la siembra de huertos solares, que van a sustituir, si no se hace nada para impedirlo, sus ubérrimas tierras, dedicadas tradicionalmente a una agricultura diversificada y sostenible: frutas, verduras y vinos, la mayor parte de ellos con D.O. Bierzo.

Cuando uno observa el ecocidio perpetrado ya (los parques eólicos) y lo que se avecina (los huertos solares), uno está obligado a levantar acta de “la solución final” de la “naturaleza virgen y salvaje” y de esa otra “naturaleza domada o domesticada” por los bercianos a lo largo del tiempo, creando unos paisajes que la Asociación A Morteira ha recogido en un rosario de fotos para ilustrar icónicamente la obra “Sabios paisajes. Naturaleza y cultura campesina del Bierzo a través de las estaciones” (2020). Hojeando esta obra y ante los paisajes, cincelados al alimón por el hombre y por la naturaleza, sólo se puede estar de acuerdo con el lema que preside la labor encomiable de José Luis Prada: “A la naturaleza no podemos mejorarla, pero lo intentamos a tope”. Esta labor es precisamente la que anima a agricultores, ganaderos y también cazadores, grandes diseñadores y domadores de la naturaleza berciana, y los más interesados en mimarla, conservarla y mejorarla.

En el momento en que redacto estas líneas, unos incendios devastadores están tiñendo de negro-carbón zonas silvestres de El Bierzo y también esa joya del pasado, patrimonio de la humanidad, Las Médulas. Los medios se han hecho y se están haciendo eco, minuto a minuto, de este nuevo ecocidio berciano y de otras zonas de España, como para insistir sobre ello. Ahora bien, ¿cómo, por qué y quién ha propiciado o favorecido estas catástrofes, que han puesto en peligro el presente y el futuro de esta parte paradisíaca de la “España vaciada y vacía”?

No es ajeno a este triple ecocidio (parques eólicos, huertos solares y, ahora, incendios devastadores que están incinerando El Bierzo por los cuatro costados) la codicia de algunos, con la connivencia de otros (los de la casta política que publican en el BOE, decidiendo sobre nuestras vidas y haciendas). Además, no hay que echar en saco roto la influencia real en los poderes públicos, desde hace décadas, de los seguidores de esa nueva religión, la “ecología”. Se trata de los llamados “ecologistas” que, por sus actos e ignorancia supina en materia agropecuaria y cinegética, algunos tildan acertadamente de “ecolojetas: urbanitas desarrapados intelectualmente, que dictan a agricultores, ganaderos y cazadores lo que deben hacer, sin tener ni idea sobre lo que despotrican. Son gentes indocumentadas que viven del cuento y sin dar un palo al agua, vendiendo su influencia real al mejor postor.

En efecto, estos “ecolojetas” y sus hermanos, los “animalistas” —con mucha ideología y muy poca biblioteca— no conocen nada del campo ni de la naturaleza. Y, a pesar de ello, han formado “lobbies” para imponer sus desvaríos: nada de limpiar los bosques de maleza (sotobosque) y de árboles muertos, yesca y energía fósil fácilmente inflamable en caso de incendio; nada de permitir la ganadería extensiva; eliminación de presas, pantanos y azudes en un país con “pertinaz sequía”; etc. Y lo han conseguido, gracias a la cultura “woke”, a la Agenda 2030, a la Ley de Restauración de la Naturaleza, a La Europa Verde y a otras aberraciones sobre el bienestar animal y la “renaturalización” de la naturaleza y el ecologismo mal entendido. Pretenden dar lecciones a agricultores, a  ganaderos y a cazadores, que son los que saben realmente de ecologismo y que son los más interesados en cuidar y conservar la naturaleza. Son como esos adolescentes que pretenden enseñar a sus padres a cómo hacer hijos. Y, en realidad, son como los hunos de Atila: por donde pasan no vuelve a crecer la hierba.

Ahora, con los incendios devastadores, a lo Sodoma y Gomorra, ya no se trata de conservar lo que recibimos de nuestros mayores, que ya no existe, sino de que, como el Ave Fénix, El Bierzo renazca de sus cenizas, provocadas por la incompetencia de la casta política, de alta cuna o de baja cama. Y esto nos va a costar mucho esfuerzo, sudor y lágrimas, pero el empeño merece la pena.  

© 2025 - Manuel I. Cabezas González

https://honrad.blogspot.com/

Publicado también en La Paseata, Insurgencia Magisterial, Alerta Digital, Las Voces del Pueblo, Periodista Digital, Voz Pópuli, La Tribuna del País Vasco, Periódico el Buscador, Off The Record, Revista Rambla, Diario de León y Voz Ibérica.

21 de agosto de 2025