lunes, 28 de enero de 2019

¿“THE END” DE LAS MINAS DE CARBÓN?



     
                             Destrozo ecológico a causa de una mina a cielo abierto. 

· Hace algunas semanas leí el artículo de Julio Llamazares, titulado asertiva y perentoriamente “The end”. En este texto levanta acta de defunción definitiva de las actividades mineras en León, con el cierre de la última mina en activo (La Escondida), en el Valle de Laciana. Así, resignada, sumisa y acríticamente, Llamazares baja el telón sobre el escenario donde actuaron y se afanaron, en tiempo de vacas gordas, más de 40.000 mineros.

· Como hijo de minero que soy y nacido también en un pueblo minero, Almagarinos (El Bierzo Alto), he retomado el título afirmativo (“The end”) de Llamazares y lo he transformado en una interrogación (“¿The end?”). Con esta interpelación me pregunto si más de 150 años de actividad minera pueden acabar, sin más, con una simple esquela de defunción. Si hay que poner “the end” a la actividad minera en León, hay que morir, no matando como dice una expresión popular, sino exigiendo al menos responsabilidades por tal “minacidio”.

· El "The end" de las minas de carbón de El Bierzo se veía venir desde hace varias décadas. Era una muerte anunciada por los recortes constantes de plantillas, por el cierre progresivo de explotaciones, por las manifestaciones, las huelgas y las marchas pronosticando y denunciando lo que iba a suceder, por las promesas incumplidas y las soluciones ineficaces; en definitiva, por el blablablá, sin ningún resultado tangible, de lo políticamente correcto de los políticos de turno.

· En efecto, hace ya algunas décadas, se empezó a propagar la idea cierta de que el carbón español era mucho más caro que el importado y, por eso, el autóctono era subvencionado: una tonelada de nuestro carbón costaba el doble o más que el importado. Más tarde, a causa del CO2 producido por su combustión en las centrales térmicas, los ecologistas lo demonizaron y empezaron a acusarlo de ser también el responsable de la contaminación del medio ambiente y del cambio climático. Este discurso lo compraron los de la casta política, nacional y foránea, y el carbón fue declarado combustible non-grato en la producción de la vital y necesaria energía eléctrica; y empezó a ser sustituido por otras fuentes de energía renovables. Por eso, hoy, el carbón sólo cubre el 10% de las necesidades energéticas. Además, como correlato y como consecuencia lógica e inevitable, se puso en la picota y se condenó a muerte, a muy corto plazo, las centrales térmicas, grandes devoradoras de carbón y, por lo tanto, también grandes contaminadoras.

· Así, hemos llegado a 2019, con todas las minas de carbón de España cerradas. Sólo dos minas parece que van a quedar activas, previa devolución de las ayudas recibidas para que cerraran: una mina de montaña, en Caboalles de Arriba (León); la otra, una mina a cielo abierto, en Ariño (Teruel). Y, por otro lado, ya se ha anunciado también, para un futuro muy próximo (2020), el cierre de la mayor parte de las centrales térmicas de España. En León, cerrarán la de Compostilla, la de Anllares y la de la Robla. Estos cierres son la consecuencia lógica de la muerte de las minas de carbón: si no hay carbón, no se podrán alimentar a las centrales térmicas y tendrán que cerrar irremediablemente, además, por contaminantes y por imperativo de la Unión Europea.

· Estos son los hechos descarnados. Y estos hechos han provocado y siguen provocando consecuencias muy negativas y problemas muy graves. Por un lado, las comarcas mineras están languideciendo y muriendo por la falta de otra actividad económica alternativa. En este proceso de liquidación de la economía del carbón, los sindicatos han sido cortoplacistas y sólo se han preocupado por conseguir prejubilaciones (a partir de los 48 años) para los mineros afectados, sin tener una visión sistémica, a medio y largo plazo. No se han ocupado de la creación de un tejido industrial nuevo, alternativo al monocultivo del carbón, ni de la parte del carbón en el mix energético, ni de las investigaciones para convertir el carbón en una energía limpia. Y, como consecuencia, esto ha acelerado y agudizado la crisis demográfica que sufren las comarcas mineras. Ante estos efectos tan desastrosos, lo lógico y razonable hubiera sido no cerrar ninguna mina hasta que no existiera una alternativa sólida de empleo real.

· Alternativas a la crisis del carbón y de la demografía, haberlas haylas y las ha habido. Basta con citar los Fondos Miner y otras ayudas, que han llegado abundantemente a las comarcas mineras y que no han permitido ni llevar a cabo una “transición energética” justa y ordenada, ni la industrialización  alternativa al cierre tanto de las minas de carbón como de las  centrales térmicas. Por eso, debemos preguntarnos: ¿Qué se ha hecho con el maná europeo y nacional? ¿Quién lo ha despilfarrado o simplemente distraído o robado? ¿Quiénes son los ladrones del presente y del futuro de El Bierzo, que han disparado con pólvora del rey?

· Por otro lado, hay que citar la suerte corrida por la CIUDEN (la Ciudad de la Energía de Ponferrada), también financiada en parte por la Unión Europea y en la que se depositaron todas las esperanzas para que fuera la locomotora que dotara de músculo económico a las comarcas mineras de El Bierzo. Entre otras funciones, la CIUDEN debía llevar a cabo precisamente las investigaciones pertinentes para capturar, transportar y almacenar en el subsuelo las emisiones contaminantes del CO2 de las centrales térmicas. De esta forma, el carbón se convertiría en una energía limpia y serían indultadas tanto las minas como las centrales térmicas. Ahora bien, con la llegada de Mariano Rajoy al Gobierno de la Nación en 2011, se le cortó la financiación, se olvidaron sus objetivos y funciones, pasando a mejor vida. Sin embargo, Islandia retomó el proyecto abandonado por la CIUDEN y lo confió a un grupo de investigadores internacionales, que consiguieron, en dos años, en la planta geotérmica Hellisheidi de Reykjavik Energy, capturar, transportar y almacenar el CO2. Así, el carbón se ha convertido en una energía limpia y, por lo tanto, las minas deberían ser indultadas.

· Ante los hechos narrados, creo que no se puede poner el "The end" a la actividad minera berciana, como titula Julio Llamazares su artículo, sin pedir responsabilidades a aquellos que han conducido al desastre y a la miseria económica, sin ninguna alternativa viable, a las comarcas mineras de El Bierzo: los empresarios del carbón y sus cómplices necesarios de la casta política y sindical. Por eso, lo razonable y necesario sería denunciar a los responsables de este latrocinio, genuinos expoliadores, que se han comportado como una auténtica “élite extractiva”. No pueden irse de rositas, no pueden seguir amorrados a las ubres del erario público, después de haber perpetrado impunemente sus latrocinios y fechorías. Por sus actos, han sido alumnos aventajados del “coge el dinero y corre” (título de una película de Woody Allen), dejando a las generaciones presentes y futuras una economía y un ecosistema hecho unos zorros. Y esto no puede quedar impune.

© Manuel I. Cabezas González
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28 de enero de 2019

domingo, 13 de enero de 2019

MEMORIA HISTÓRICA SELECTIVA



· Cuando se ha tenido la suerte de sumar mucha vida a los años y muchos años a la vida, uno ha podido constatar que la “pérdida de memoria” es algo inevitable: la enfermedad de Alzheimer acecha y se presenta cada vez más prematuramente para exigir su tributo. Y, cuando escribo esto, pienso en un familiar muy cercano y en un amigo entrañable.

· Por otro lado, si tenemos en cuenta el funcionamiento del cerebro, podemos corroborar que recibe constantemente una masa ingente de estímulos a través de esas ventanas que son los sentidos. Ahora bien, el cerebro desecha la mayor parte de ellos y sólo guarda en el desván de la memoria una pequeña parte de los mensajes recibidos. Además, con el paso del tiempo, las sinapsis (conexiones neuronales) no se siguen reforzando ni se pueden ampliar. Más bien, se debilitan y se degradan.

· Por eso, para intentar luchar contra el olvido o la desmemoria y esa parca de los recuerdos que es la enfermedad de Alzheimer, son fundamentales, según los expertos, las actividades preventivas para mantener nuestro cerebro siempre activo y en buen estado de funcionamiento. Para ello, es también importante esa “memoria externa”, que adopta la forma de mensajes lingüísticas escritos (“memoria de papel”, diría Michel de Montaigne) y de mensajes icónicos (fotos, grabaciones audio, visuales o audiovisuales, etc.). En esta memoria externa es donde vamos depositando una buena parte de nuestras vivencias personales o colectivas, para tenerlas al alcance de la mano y poder activarlas en el momento oportuno.

· Ante la espada de Damocles, individual o social, de la enfermedad de Alzheimer y la fisiología de nuestro cerebro, es muy loable y pertinente la “Ley de Memoria Histórica”, gestada durante el primer mandato del presidente Zapatero y aprobada en 2007. En efecto, como escribió muy acertadamente José Saramago, “somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria, no existimos y, sin responsabilidad, no merecemos existir”.

· Con esta ley, llamada indebidamente —según algunos— “Ley de Memoria Histórica” (LMH), se pretende precisamente luchar contra el olvido  de nuestro traumático y reciente pasado común, propiciar la conservación y el conocimiento de nuestra historia, y acabar con el “pacto de silencio” de la Transición. Además, al mismo tiempo se intenta reconocer los derechos y establecer nuevas medidas a favor de quienes padecieron arbitrariamente persecución y violencia durante la Guerra Civil (1936-1939) y durante la dictadura franquista (1939-1975).

· Es justo, lógico y razonable estar de acuerdo con el objetivo de esta ley así como con las medidas en favor de las víctimas, medidas que persiguen resarcir judicial, social, política y econonómicamente a las víctimas del franquismo. Ahora bien, reconocido y aceptado esto, uno no puede estar de acuerdo, sin embargo, con la aplicación que se ha hecho y se está haciendo del Art. 15.1. de la LMH. Según reza este artículo, en los espacios públicos se debe proceder a “la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.

· En base a estas previsiones legales, se han empezado a limpiar los espacios públicos de España de los recuerdos tangibles (estatuas, monumentos conmemorativos, nombres de calles, plazas, edificios públicos, etc.) de la Guerra Civil y de la Dictadura Franquista. Y esto ha provocado, por distintos motivos, conflictos legales, polémicas y enfrentamientos, como han reflejado profusamente los medios de comunicación. En efecto, con la aplicación del Art. 15.1. de la LMH se pretende olvidar y se olvida (“desmemoria”) a unos (los del bando de los vencedores) y sólo se trata de recordar y se recuerda (“memoria”) a otros (los del bando de los vencidos), que fueron injustamente olvidados durante los 40 años de Dictadura y durante la Transición. Ahora bien, esta forma de proceder está en contradicción con el concepto mismo de “memoria” y con la función de la misma (conservar hechos —buenos o criticables, positivos o negativos— del pasado). Por eso, la LMH puede ser tildada de “memoria selectiva o partidista o subjetiva”, que persigue más bien la “amnesia” de una parte de nuestro pasado, que es precisamente lo contrario de la “memoria”.

· Proceder así es aplicar la romana “damnatio memoriae” (eliminación de todo aquello que recuerde al enemigo: imágenes, monumentos, inscripciones e incluso su nombre) y llevar a cabo las actividades del “Ministerio de la Verdad”, descritas por George Orwell en su relato “1984”: reescribir y manipular la historia, para que los hechos acaecidos en el pasado coincidan con los intereses partidistas de la casta política de turno. Esta damnatio memoriae” o memoria orwelliana” persigue precisamente provocar una amnesia colectiva selectiva (“desmemoria”), para no recordar acontecimientos lamentables y criticables de nuestro pasado reciente e implantar, en consecuencia, la “ley del silencio” o la mafiosa “omertá”. Y esto es hacer un flaco favor a la memoria histórica, al tiempo que denota miedo a transmitir y a conocer la verdad.

 · Ante los objetivos y los resultados amnésicos de la aplicación del Art. 15.1. y si se quiere conservar objetivamente nuestro pasado reciente en toda su complejidad y diversidad, creo que sería más pertinente o más acertado, y estaría más de acuerdo con el concepto de “memoria”, que se mantuvieran “escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones” así como los nombres de personajes o hechos franquistas. Ahora bien, con una condición: habría que añadir informaciones o datos descriptivos, desde una historiografía objetiva, que expliciten lo que fueron, lo que hicieron, lo que representaron o significaron tanto los personajes como los hechos acaecidos. Así, por dar sólo algunos ejemplos, habría que conservar “Plaza/avenida del Generalísimo o Francisco Franco”, pero añadiendo, por ejemplo, “General golpista y/o dictador y/o causante de una guerra civil y de 1 millón de muertos”. O añadir, a la denominación “Calle/plaza/ avenida Carlos Arias Navarro”, el calificativo descriptivo “el carnicerito de Málaga”. O completar el rótulo “Calle o plaza o avenida Millán-Astray”, con sus siniestros y necrófilos lemas El apóstol del "¡Muera la inteligencia!" y del “¡Viva la muerte!”.

· Adoptar y aplicar esta propuesta para actualizar el callejero de las ciudades y pueblos de España es trabajar eficazmente no sólo para conservar y fortalecer la “memoria histórica” en toda su complejidad sino para esclarecerla y enriquecerla. No podemos olvidar la historia, como proponen algunos (entre ellos, Santos Juliá, que recomienda echar al olvido el pasado para propiciar el borrón y cuenta nueva, como se hizo durante la Transición). Hacerlo es correr el riesgo, como dijo Cicerón, de repetir los errores del pasado. Por eso, no debemos olvidar la sugerencia de José Saramago: Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”.

© Manuel I. Cabezas González
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13 de enero de 2019