jueves, 24 de enero de 2013

LA TAULA DE CANVI



 

· En los últimos meses, he publicado una serie de textos donde pongo el dedo en la llaga de la estafa masiva, perpetrada por todas las entidades financieras y de la que han sido víctimas los pequeños ahorradores (personas maduras, jubilados o idemnizados por despido laboral, fundamentalmente). Ante estos hechos delictivos y punibles, no es ocioso, sino necesario e ilustrativo, echar una mirada al pasado, a la historia, para ver cómo se han afrontado hechos similares, para sacar lecciones y para adoptar soluciones. Para ello, hoy, voy a referirme al sistema financiero medieval, en el  que apareció la institución de la “Taula de Canvi”.

· En la Alta Edad Media, las transacciones mercantiles no estaban reguladas y esto provocaba numerosos problemas: quiebras de cambistas, desajustes en el cambio de moneda, morosidad en los pagos, no devolución de los depósitos, usura, etc. Por eso y ante el incremento del comercio y de los viajes a ultramar, en la Baja Edad Media, se creó en Barcelona, primero, y en otras ciudades de la Corona de Aragón, después, la institución de la “Taula de Canvi”, precedente y embrión de los bancos actuales. Con ella, se pretendía poner orden, regular y dar seguridad en los intercambios comerciales.

· Las “Taulas de Canvi” se instalaban en las ferias, al aire libre o bajo los soportales de la vía pública. Y la infraestructura se componía de un banco y de un simple tablero de madera, como mesa y soporte de las operaciones financieras (contar el dinero, hacer los pagos y cobros, y efectuar otras operaciones). La Taula de Barcelona dio lugar a lo que se denominó los “usos de Barcelona”: un conjunto de reglas o normas, de obligado cumplimento en las transacciones financieras. Entre ellas, quiero citar sólo dos.

· Según la primera, los responsables o titulares de la “Taula de Canvi” (i.e. los ancestros de los banqueros actuales)  debían ofrecer a sus clientes la fianza o la garantía de una tercera persona. Si no lo hacían, se les prohibía cubrir con un mantel o tapiz o tapete, que tenía estampado el escudo de armas de la ciudad, la mesa (“taula”) sobre la que oficiaban. La ausencia de tapete informaba a los clientes de que los banqueros no eran solventes, ni honestos, ni fiables, ni dignos de confianza. Si alguno no respetaba esta regla y, además, utilizaba el precitado tapete (que puede ser relacionado con los modernos certificados ISO y AENOR) cometía un delito de fraude, que era severamente castigado, como veremos infra.

· Según la segunda, si el titular de una “Taula de Canvi” no respetaba la deontología profesional, si engañaba y estafaba a sus clientes, si falsificaba la moneda, si no cumplía con sus obligaciones, si trabajaba sin tener fiadores, si hacía un uso indebido del tapete que debía cubrir la “taula” (mesa), si no pagaba sus deudas, se le caía el pelo. En efecto, era severamente castigado con un abanico de penas ejemplares y ejemplarizantes. Por un lado, in situ y públicamente, se le rompía la mesa y el banco, y era declarado, en sentido propio y figurado, en bancarrota (banca-rota). Además, era objeto de escarnio y de humillación pública: un vocero o pregonero municipal se encargaba de denunciar públicamente al estafador. Por otro lado, era sometido a una dieta cuaresmal de pan y agua hasta que devolviese los depósitos a los acreedores. Y si, en el espacio de un año, no pagaba sus deudas, el banquero era decapitado, ante su mesa de trabajo, y sus propiedades eran vendidas para resarcir a los acreedores. En ciertos casos, se le arrancaba la lengua o se le amputaba un brazo. Y los casos de falsificación de moneda se castigaban con la amputación de la mano derecha, la hoguera o la deportación. En la Edad Media, no se andaban con chiquitas y las cosas estaban muy claras: el que la hacía la pagaba.

· En estos inicios del siglo XXI, ¡qué diferentes son las cosas! ¿En las transacciones financieras, hemos avanzado o hemos retrocedido en transparencia, en honestidad, en fiabilidad, en seguridad, etc.? Hoy, parece que los banqueros no tienen reglas, ni normas, ni leyes que respetar; no tienen ética, ni valores, ni principios, ni moral. Son los reyes del mambo: hacen y deshacen a su antojo, sin ninguna cortapisa legal ni ética. Ahora bien, sus latrocinios desbocados y masivos han puesto en peligro real la estabilidad y la viabilidad financiera (cf. el MoU, de 2011) y el Estado del Bienestar (cf. recortes e impuestos sin cuento, desde 2010) de España. Y por otro lado, han dilapidado los ahorros, los sueños y las previsiones de los pequeños ahorradores que, pensando en sus familias y en el último tramo de sus vidas, se habían comportado como hormigas hacendosas y previsoras, y no como cigarras jaraneras y, mucho menos, como tiburones financieros, como los consideran las autoridades monetarias europeas. Hoy, gracias a la desregulación de las actividades bancarias, la usura, la estafa, el engaño y el fraude masivos son el pan nuestro de cada día; y esto sucede  con el beneplácito y/o la complicidad del Banco de España y la CNMV que, en vez de controlar y supervisar las actividades de las entidades financieras, han estado mirando para otro lado o simplemente no estaban por la labor.

 · Ante estos hechos delictivos y punibles, que los medios de comunicación (los voceros o pregoneros modernos) no difunden ni denuncian como debieran,  creo que los pequeños ahorradores engañados, estafados y desvalijados verían con muy buenos ojos el restablecimiento, total o parcial, de las penas y castigos aplicadas/os a los titulares de las “Taulas de Canvi”, que habían sido cogidos in fraganti, con las manos en la masa (cf. ut supra). Hasta ahora, como ha escrito Ramón Pi, “los verdaderos responsables del cataclismo financiero no sólo se van de rositas y con finiquitos multimillonarios, sino que siguen recibiendo ingentes cantidades de dinero nuestro para tapar sus propios agujeros”. Y aquí “nadie ha dicho aún: lo siento. Nadie ha pedido perdón por las faltas cometidas, por las pifias políticas, empresariales, financieras, por haber metido la mano o la pata” (Rosa Montero). Y la Fiscalía General del Estado ni está ni se la espera, lo que parece dar la razón al ínclito Silvio Berlusconi que  aseveró, en su día y sin sonrojarse: “La justicia es igual para todos, pero no en su aplicación”, valoración que, en lenguaje cañí, el Alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, formuló así: “la justicia, en España, es un cachondeo”.

© Manuel I. Cabezas González
Publicado en Diálogo Libre, Bottup, Cerdanyola.info, Red de Blogs Comprometidos, eldebat.cat, Periódico El Buscador y Bierzo7.
22 de enero de 2013

jueves, 10 de enero de 2013

LA LETRA PEQUEÑA DE IBERDROLA Y DE ORANGE

 
· El pasado 6 de diciembre, publiqué una nueva colaboración mensual (“La letra pequeña”), en el periódico digital La Voz de Barcelona, y la colgué también en Honestidad Radical. En este artículo denunciaba el uso sistemático, embaucador, tramposo, torticero y fraudulento de la letra pequeña en los contratos que presentan las entidades financieras y las compañías de seguros a sus clientes. Ahora bien, me quedé corto en la denuncia. El mal es mucho más grave y generalizado. Y se podría hablar de pandemia de la letra pequeña en este patio de Monipodio, en este país de pícaros, que es España.

· El pasado 14 de diciembre de 2012, recibí, por correo postal, dos envíos publicitarios: uno, de IBERDROLA; y el otro, de la compañía telefónica ORANGE. Y en ambos mensajes, además de la letra grande para engatusar y camelar al consumidor, hay su correspondiente dosis de letra pequeña para embaucar, engañar, estafar,… y llevarse al huerto a las víctimas propiciatorias, los incautos consumidores.

· Con los mensajes publicitarios, según la teoría de la comunicación elaborada por el lingüista ruso Roman Jakobson (cf. ensayo “Linguistique et poétique”, in Essais de Linguistique Générale), se intentan conseguir varios objetivos o desempeñan varias funciones. Por un lado, informan sobre la existencia de un nuevo producto (función referencial). Por el otro, sirven para influenciar, animar y empujar a los lectores cándidos a consumir el producto dado a conocer (función conativa o incitativa). Y para conseguir lo primero (informar) y, sobre todo, lo segundo (empujar a consumir), los creativos de las empresas de publicidad cuidan y miman la redacción (función poética) y la edición o mise en page (función fática) de los mensajes publicitarios.

· Los mensajes de IBERDROLA y de ORANGE, a los que he hecho referencia ut supra, son ejemplos prototípicos o paradigmáticos, que ilustran la teoría de Roman Jakobson y que están en la base de nuestra sociedad de consumo compulsivo y desenfrenado, y del engaño sistemático de los consumidores. En los mensajes de IBERDROLA y de ORANGE, como no podía ser de otra manera, se da una de cal, en letra grande; y otra de arena, en letra pequeña.

· IBERDROLA ofrece, en letra grande, un ahorro en la factura del gas (-30%) y de la luz (-10%). Para ello, sólo había que llamar a un teléfono 900 (gratis), o entrar en una web o visitar uno de los establecimientos colaboradores. Esta manzana de IBERDROLA es muy tentadora y, sin duda, va a cautivar y embelesar a muchos Adanes. Ahora bien, la manzana de IBERDROLA  está “forona” (como dice mi tía Carmina, la de Almagarinos), i.e.  tiene el gusano letal dentro. En efecto, en letra pequeña está el engaño y, también, el castigo para el incauto y confiado consumidor: los ahorros en la factura del gas se producirán sólo si se contrata un servicio de mantenimiento de gas, sólo durante 12 meses y, ¡cuidado!, si el Adán de turno no permanece 12 meses, penalización al canto; los descuentos para la luz tienen dos condiciones: sólo hasta el 31.01.2015 y sólo si se contrata el Plan Hogar Electricidad. Y no entro, hoy, en el análisis lingüístico del lenguaje farragoso y opaco utilizado en la letra pequeña ilegible.

· ORANGE es otra Eva tentadora, que intenta también hacer pecar a sus clientes con teléfono prepago, con guiños (o anzuelos) “conativos” en letra grande y con fotos de móviles: renueva tu móvil al mejor precio, con un 20% de descuento y hasta 261 € por tu móvil usado. Y todo es muy fácil y rápido: entra en la web de OGRANGE, elige un terminal y, en 48h., recibirás tu nuevo terminal; y “Tu vida cambiará con Orange”, según reza el lema de la campaña. Ahora bien, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (terminales con prestaciones de última generación: táctiles, acceso a Internet, cámara de fotos), se intenta enjaretar o endilgar la “tarifa Delfín” (4,24 € semanales, para tener acceso  a Internet), a aquellos usuarios que tienen teléfono prepago y que lo utilizan de higos a brevas (en viajes y poco más), creando una necesidad donde no la había ni la hay. 

· Acabo de poner el dedo lingüístico en las llagas de la letra pequeña de IBERDROLA y de ORANGE. En ambos casos, sus propuestas-oferta están tan condicionadas, en la letra pequeña, que más que una oferta son un engaño en toda regla. Ante este llover sobre mojado y siempre sobre el desprotegido y cándido consumidor, ¿dónde está la Administración, en qué ocupa su tiempo de trabajo o su tiempo libre, o qué piensa hacer  para poner coto a tanto Alí Babá de cuello blanco que anda suelto? Ante la realidad descrita, habría que rectificar y adaptar la máxima de Anaxágoras que dice: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”; y escribir en su lugar: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es de la Administración (poder ejecutivo, legislativo y judicial)”, que ha hecho dejación de sus funciones y que no proporciona, a los consumidores, ninguna tutela, ninguna protección, ni ninguna seguridad en las actividades comerciales. Y si la Administración no proporciona seguridad, ¿para que queremos la Administración?

© Manuel I. Cabezas González
Publicado en La Voz de Barcelona (con el título “Más letra pequeña”) y Bottup.
10 de enero de 2013