Las lecciones de la
historia
· Se suele decir que si olvidamos la historia, corremos el riesgo de
repetirla. Observando la gestión que hace la Unión Europea (U.E.) de los flujos
migratorios de refugiados y de exiliados económicos, da la impresión de que la Europa de los 28 no tiene memoria
histórica de lo que les sucedió a nuestros antepasados, los romanos. Por eso, no
es ocioso echar una mirada hacia la caída del Imperio Romano y tender puentes
entre el pretérito y lo que puede suceder mañana o pasado mañana, si los
políticos y burócratas de la U.E. no recuperan la memoria histórica y no sacan
las lecciones oportunas para no cometer los mismos errores que los romanos. En
efecto, estamos a punto de que la historia se repita.
La caída del Imperio
Romano
· Entre los grandes imperios que en el mundo han sido, el más
importante, para el mundo occidental, fue sin duda el Imperio Romano. Como
todos sabemos, tuvo su origen en la expansión de su capital, Roma, que
progresivamente extendió su dominio sobre todas la tierras ribereñas del que
llamaron Mare Nostrum.
· Históricamente, se puede constatar que el destino de los imperios
coincide con lo que sucede a los seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y
mueren. El Imperio Romano no escapó a esta ley. Su caída-destrucción, como todo
lo que acaece en este mundo, no obedeció a una sola causa sino que fue el
resultado de la convergencia de una serie de causalidades. Entre otras, los historiadores señalan la expansión del
cristianismo, la pérdida de la divinidad de los emperadores, la corrupción
galopante, la crisis económica y social, el apetito de poder de los generales y
las guerras civiles, el éxodo rural, la división del impero tras la muerte de
Teodosio en el 395 d. C., el desapego de los romanos por la vida militar, etc.
· Ahora bien, la chispa que provocó su caída anunciada fue la “barbarización” de las legiones romanas.
Ante la desafección por la vida militar de los ciudadanos romanos, se confió la
defensa de las fronteras del Imperio a mercenarios, i.e. a las tribus bárbaras
apostadas en las fronteras naturales del mismo: las riberas del Rin y del
Danubio. Estas legiones “barbarizadas”
fueron las encargadas de impedir la entrada en el Imperio de las tribus bárbaras
situadas más allá de sus fronteras. Sin embrago, estas legiones de mercenarios no
tenían la disciplina militar, ni disponían de los equipamientos militares necesarios,
ni tampoco eran leales a Roma, como las legiones prístinas. Y, ante la presión
de los pueblos bárbaros, pasó lo que se quería evitar: la invasión del Imperio
y la destrucción del mismo.
La previsible caída de
la Unión Europea
· Hoy, la Unión Europea se encuentra en la misma encrucijada que el
Imperio Romano en el s. III d. C. A sus puertas, en sus fronteras, se
encuentran, apostados y a la espera de poder entrar, cada vez más millones de
seres humanos (refugiados e inmigrantes). Éstos son atraídos por el Estado de
Bienestar del que disfrutamos los occidentales; pero, sobre todo, están huyendo
de la crisis económica de sus países, de la miseria, del terror de la guerra y
de una muerte segura (cf. Programa “Salvados”
del 16.10.2016).
· Ante los intentos de estos seres humanos desahuciados y desesperados
por llegar a Occidente, la historia se repite y la respuesta de la U.E. es
análoga a la de los romanos ante el peligro de invasión de los “bárbaros” (extranjeros para los
romanos). En efecto, la U.E., en vez de coger este morlaco por los cuernos, se
ha dedicado sólo a proteger y sellar sus fronteras, saltándose a la torera
tratados internacionales y sus valores fundacionales: dignidad humana,
libertad, igualdad, estado de derecho y respeto de los derechos humanos. Este
comportamiento denota, por parte de la U.E. ceguera y/o ausencia total de
empatía y/o amnesia interesada, etc. Para defenderse de los “nuevos bárbaros” e impermeabilizar sus
fronteras, la U.E. ha confiado la defensa de las mismas a tres gendarmes o
países mercenarios.
· Para las fronteras del este, a la que llegan los refugiados sirios por
la ruta del mar Egeo, la U.E. ha comprado los servicios de un país tercero:
Turquía. El pasado 18 de marzo de 2016, ésta firmó un pacto con la U.E. por el
que se comprometió a mantener en su territorio a los más de 2,7 millones de
sirios ya residentes en Turquía y a impedir que los sirios que lleguen, en el
futuro, abandonen sus fronteras. En contrapartida, Turquía recibirá, para
empezar, 6.000 millones de euros; por otro lado, se le ha prometido que serán
aceleradas las negociaciones para que pueda formar parte de la Unión; además, se
hará lo necesario para que los turcos puedan acceder a la U.E. sin visado; la
U.E. mirará también para otro lado ante el deterioro de los derechos humanos y de
las libertades en Turquía, etc. Algunos analistas han tildado este acuerdo de “soborno” indecente por parte de la U.E. y de “chantaje” inaceptable, por parte del presidente Erdogan.
· Para los flujos de migrantes árabes y subsaharianos, los gendarmes de
la U.E. son principalmente dos países europeos: Italia, que controla la ruta
central del Mediterráneo (entre Libia-Italia) y España, que es el filtro-tapón
en la ruta occidental (entre Marruecos-España). Cada año, en aguas del
Mediterráneo, ambos países rescatan a decenas de miles de inmigrantes o de
refugiados y también a miles de náufragos, que perecieron en el intento. Los náufragos
vivos son internados y retenidos en Centros de Internamiento de Extranjeros
(CIE) o en Centros de Acogida de
Refugiados (CAR). Distintos nombres para designar una misma realidad, que
algunos han calificado de auténticas cárceles o campos de concentración. En
efecto, los internos están retenidos-detenidos, a la espera de lo que se hará
con ellos (expulsión o trámites muy lentos de regularización). Esto ha
provocado protestas y actos violentos por parte de los internados. Pensemos en
los recientes motines en los CIE de Aluche (Madrid) y de la Zona Franca
(Barcelona) de los últimos días. Pensemos también en el desmantelamiento del
campo de refugiados “La Jungla”
(Calais, Francia) y el incendio en el campo de refugiados de Lebos (Grecia) de
esta misma semana.
La madre del cordero
· La U.E., como Roma, pretende
sellar sus fronteras para impedir la llegada de refugiados e inmigrantes. Ahora
bien, como reza el refrán, no se pueden poner puertas al campo. Es tanta la
miseria, es tanta la violencia, es tanto el dolor, es tanta la desesperación,…
de los que huyen, que la detención y el internamiento en CARs o en CIEs y
la expulsión de la U.E. nunca les harán desistir de intentarlo una y otra vez.
La experiencia de los últimos años lo confirma: son cada vez más numerosos los
que pretenden llegar a Occidente. Para los inmigrantes políticos o económicos,
la U.E. es la nueva arca de Noé o la única tabla de salvación, es el paraíso terrenal, es la tierra
prometida “que mana leche y miel” (Éxodo 3:8). Sin embargo, para la casta
política y los burócratas europeos, este paraíso terrenal, que es nuestro
Estado del Bienestar, está amenazado por los flujos migratorios masivos.
· Es evidente que no se
pueden abrir de par en par las fronteras. Por eso, habría que gestionar
racionalmente los flujos migratorios. Ahora bien, esto sólo no es suficiente ni
eficaz, si pensamos en el bienestar y la felicidad de todos (de los europeos y
de los inmigrantes). Para evitar las migraciones masivas, se debería fijar la
población en los países de origen. Y para esto, los países ricos del primer
mundo no pueden seguir, como hasta ahora, saqueando los recursos de los países
del llamado Tercer Mundo, saqueo que está en el origen de la miseria, de los
conflictos, de las guerras, de la violencia, que empuja a los emigrantes a
abandonar sus países.
· Por eso, podríamos afirmar que lo que está
sucediendo en las fronteras de la U.E. nos lo hemos ganado a pulso los
ciudadanos europeos con nuestro depredador Estado del Bienestar. Seguir erre
que erre por este camino es certificar el fin del sistema de vida occidental,
como en su día la presión de las oleadas de los pueblos bárbaros en las
fronteras del este del Imperio Romano fue el presagio del fin definitivo de un
estilo de vida, que no podía seguir sin ser compartido con otros pueblos. Como
ha afirmado un responsable subsahariano, los países del Tercer Mundo necesitan
una “segunda descolonización”, para
que acabe el expolio de sus riquezas, la esclavitud de sus poblaciones y las
migraciones masivas.
© Manuel I.
Cabezas González
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28 de octubre de 2016