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Con esta pregunta no me refiero a lo que sucederá en el futuro
próximo, después de los resultados, esperados y lógicos, en las elecciones
europeas del pasado 25 de mayo. Tampoco hago referencia a lo que podrá suceder,
después de la abdicación de Juan Carlos I en su hijo Felipe VI y de la
entronización de éste. Éstas son cuestiones que interesan a los de la casta
política y a la fauna de los “todólogos”,
que dedican, horas y horas, a parlotear sobre cuestiones que están, según el
CIS, en las antípodas de las preocupaciones de la ciudadanía española. Para
ésta, lo importante y lo grave son el paro, la crisis económica y la
corrupción. Por eso, hoy quiero poner el dedo en la llaga del nigérrimo futuro
que espera a los flamantes diplomados universitarios españoles y, en
consecuencia, me pregunto con ellos: “…Y
ahora, ¿qué?”.
·
El pasado mes de abril, los profesores de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) recibimos un correo del
Vicedecano de Estudiantes, en el que nos rogaba que difundiéramos su contenido
entre nuestros alumnos. El Decanato invitaba a todos los estudiantes de la
Facultad, pero principalmente a los estudiantes de Máster, del último curso de
Grado y a los Graduados de los últimos años, para que asistieran a una jornada,
pensada para ellos, sobre “I amb aquests estudis,
què?” (“Y con estos estudios, ¿qué?”).
En esta jornada, que tuvo lugar el 25 de abril, se iba a hablar de las salidas
profesionales para los graduados de la Facultad de Letras. Y, para ello, se había invitado a dos especialistas
externos, que disertarían sobre tres temas: 1. Posibilidades de trabajo en las
instituciones europeas; 2. El CV 2.0.; y 3. Salidas profesionales en Cataluña
para los graduados de Letras.
· Esta iniciativa es loable y responde a una de las funciones
fundamentales de la universidad. En efecto, además de dotar a los
estudiantes de una sólida formación, la universidad debe facilitar no sólo el
tránsito entre la universidad y el mundo
laboral, sino también propiciar y asegurar, gracias a la formación impartida y
adquirida, el éxito profesional. Ahora bien, esta iniciativa del Decanato denota
que existen grandes dificultades para que los diplomados de la Facultad de
Filosofía y Letras encuentren una salida profesional, acorde con la formación
recibida. ¿Por qué sucede esto, en general, con los diplomados universitarios
españoles y, en particular, con los de la Facultad de Letras de la UAB?
· Es evidente que la coyuntura económica tiene mucho que ver con la
penuria de empleos para los diplomados universitarios de Letras. Desde el 2007,
la ralentización de la actividad económica y los sucesivos tijeretazos han ido
cercenando las posibilidades laborales de estos titulados en el campo
tradicional de la enseñanza y en el de las actividades culturales.
Efectivamente, no se reponen los profesores que se jubilan, ha aumentado la
ratio alumno/profesor en todos los niveles educativos, se dilata cada vez más o
no se produce la sustitución de aquellos profesores que caen enfermos,… y todo
lo que huele a cultura es considerado un lujo y, por lo tanto, objeto de
recortes y/o de subidas del IVA. Esta coyuntura desfavorable es sólo una parte
de la explicación de la falta de salidas profesionales para los diplomados de
Letras. Se debe traer también a colación tanto la “cantidad” como la “calidad”
de la formación impartida en la Facultad de Letras y mercada por los
estudiantes.
· La Facultad de Letras de la UAB forma, cada año, a cientos de
diplomados, que no pueden ser absorbidos por el mercado laboral. Por eso, no
sería descabellado, sino todo lo contrario, adecuar la oferta de formación a
las necesidades reales de la sociedad. Además, en la época de crisis que
estamos viviendo, se debería poner coto a la inversión económica improductiva
(¿o habría que hablar, más bien, de despilfarro?), tanto por parte del Estado
como de las familias, en esta formación. Si seguimos los dictados de la razón y
del sentido común, este desequilibrio entre oferta y demanda y el despilfarro
que supone esta formación deberían conducir, por un lado, a instaurar el númerus clausus para los distintos estudios; y para ello,
basta con que las PAU
sean verdaderas pruebas de selectividad como el Gaokao chino. Por otro
lado, se deberían racionalizar y rentabilizar los recursos disponibles: no
parece de recibo, bajo ningún punto de vista, que se programen, cada año,
asignaturas en las que se matriculan dos o tres estudiantes; o que se prevean
varios grupos en una misma asignatura cuando con uno, o como máximo dos, sería
suficiente. Además, no sería un desatino concentrar a todos los estudiantes de
unos estudios determinados (Filología Francesa o Catalana o Clásicas…, por
ejemplo) de todas las universidades de Barcelona o incluso de toda Cataluña en
una o dos Facultades de Letras.
· El desempleo de los titulados de Letras de la UAB
se agrava todavía más si analizamos, desde el punto de vista cualitativo, la formación recibida por los estudiantes,
así como las aptitudes y las actitudes
con las que éstos llegan a la universidad. Con unos Planes
de estudios a la Boloñesa, la Facultad de Letras de la UAB empezó a
impartir unas enseñanzas o puso a la venta un nuevo producto, comprado por la
mayoría de las sucesivas hornadas de bachilleres; se trata de los “grados combinados”, que responden a la
filosofía, siempre engañosa y torticera, del “dos por uno”: por el coste de un “grado monovarietal” (240 créditos) le damos dos. Y los estudiantes,
masivamente, han mordido el anzuelo, sin percatarse de que no se pueden dar
duros a peseta y de que están hipotecando su fututo laboral, económico, social
y personal. Y, en el caso de un desahucio de este tipo, no sirve de nada
repetir el mantra del “sí, se puede”.
· A esta formación devaluada hay que añadir
el bagaje cultural y competencial de los jóvenes que llegan a la universidad,
que tiene más agujeros o lagunas que un queso gruyer. Como las PAU ni filtran
ni seleccionan a los mejores (alrededor del 95% de los candidatos las
superan), las aptitudes de los mismos
dejan mucho que desear. Llegan sin dominar las competencias instrumentales
básicas (i.e. sin saber leer, redactar o tomar notas y sin tener espíritu
crítico). Y con estos mimbres no se puede fabricar la nasa con la que pescar en
la universidad y sacar provecho de la misma.
· No obstante, lo grave no
es que los jóvenes lleguen con estas lagunas a la universidad, aunque
pensándolo bien también lo es. Lo más grave son sus actitudes ante la
enseñanza-aprendizaje universitarios. En general, no quieren aprender, no
quieren esforzarse para formarse. Sólo ansían terminar, cuanto antes mejor y si
es posible con varias titulaciones, y aprobar las asignaturas como sea. Esto
queda patente en la desidia de la que hacen gala, cuando tienen que implicarse
en la enseñanza-aprendizaje: no asisten a clase, no hacen los trabajos
propuestos o los llevan a cabo de cualquier forma, no preparan las actividades
planificadas, no utilizan las tutorías personalizadas, etc. Como correlato, el
porcentaje de suspensos o de no presentados a los exámenes es alarmante; y el
cambio de estudios o el abandono o el alargamiento de los estudios
universitarios son también preocupantes.
· Por todo ello (i.e. por los “grados combinados”, por las aptitudes y
las actitudes) pongo en duda y no me creo lo que los “todólogos” afirman, sin
ton ni son, sobre esta nueva Generación
JASP, la generación más y mejor formada de la historia de
España; la
generación de los universitarios, con licenciatura(s), máster(s), idiomas,
duchos en las nuevas tecnologías. Llegados a este punto, podemos y debemos
lanzar la pregunta: “I amb aquests estudis,
què? o, de una forma más lacónica,
“y ahora, ¿qué?”. Ante este
interrogante y mientras no se tomen en cuenta las medidas apuntadas en esta
reflexión, me permito dar una respuesta a la gallega. Y para ello, utilizo el
texto de una viñeta de El Roto,
representando a un responsable de RRHH y a un candidato a un puesto de trabajo: “Y, aparte del doctorado en derecho, en
empresariales, en biología, en telecomunicaciones y en bellas artes, ¿qué sabe
usted hacer?”.
Coda: « Je ne
demande pas à être approuvé, mais à être examiné et, si l’on me condamne, qu’on
m’éclaire » (Ch. Nodier).
© Manuel I. Cabezas González
Publicado en Diálogo Libre, Tribuna del País Vasco y Crónica Popular.
12 de junio de 2014
Acabo de volver a ver la película "Ludwig" de Visconti y mientras lo hacía pensaba que tiene un ritmo, una dinámica, una manera de llevarnos a reflexionar y deleitarnos con la sutileza, la ambigüedad, las contradicciones de la vida, presentarnos por medio de magníficos y serenos diálogos planteamientos filosóficos, que no es de este tiempo. Y lo que el artículo de Vd. refleja es, precisamente, el hecho de que la gente quiere otra cosa. No solamente la comida rápida sino todo, frases echas que encandilen como "el derecho a decidir", inclusive ni siquiera se plantearían el conocimiento de su propio yo porque no quieren saber de nada que haya que tomarlo reposadamente y analizarlo. De ahí que surjan Pablos Iglesias, se les ha regalado la universidad, la calle, todo. Alguien, un sociólogo o filósofo se le ocurre desarrollar, por ejemplo, "la violencia estructural" y el tal Pablo de ese ensayo le saca su máximo partido, lo utiliza, y cualquiera sabe cuántos cursos lleva adoctrinando a sus alumnos guiándoles a una verdad que tiene muchas lecturas pero a él le han dejado poder para manipular y trabajar con "su verdad". Nada menos que en la Universidad. Efectivamente, estamos en la era de la eficiencia, concepto al que también en este mundo globalizado las grandes empresas lo están estrujando como a un limón. La línea de la evolución está rota en la Historia y en todo lo que suponga humanidades. Y ahora qué?
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