martes, 21 de abril de 2020

LA CUARENTENA DE BOCCACCIO Y LA DE SÁNCHEZ #RealSpain


 
 A Tale from Decameron (J. W. Waterhouse)

· Ante la pandemia del Covid-19 que asola a España, si los de la casta política gobernante fueran personas informadas, documentadas y políticamente incorrectas, no nos hubieran conducido a donde nos encontramos hoy, 21 de abril de 2020: por un lado, 204.178 contagiados (de los cuales más de 31.000 es personal sanitario) y 25.571 muertos, la cifra más alta por millón de habitantes de todos los países del mundo; y, por el otro, el nigérrimo futuro económico, social y laboral, que nos espera.

· En el combate contra el coronavirus estamos perdiendo por goleada. En efecto, hay que reconocer que los de la casta política gobernante no han sabido planificar o no han querido planificar y llevar a cabo la lucha contra la pandemia y han estado dando y siguen dando palos de ciego. Si fuesen personas leídas y armadas intelectual y culturalmente, habrían encontrado, en El Decamerón (s. XIV), el relato detallado de lo que estamos sufriendo desde primeros de marzo y lo que te rondaré, morena; y, además, las precauciones a tomar y el camino a seguir.

La cuarentena de Boccaccio

· En El Decamerón, Boccaccio narra cómo 10 jóvenes florentinos (7 damiselas y 3 mozalbetes) pasaron una cuarentena, para escapar de la “peste bubónica” o “peste negra”, que asoló Europa y que se cebó, en particular, en la ciudad de Florencia, entre marzo y julio de 1348. Fue esta mortífera plaga la que empujó a los 10 jóvenes a huir de la ciudad y a refugiarse en una villa, sita a unas dos millas de Florencia, durante  10 (“déka”) días (“heméra”). El relato de El Decamerón comienza con un breve introito sobre el origen, los modos de contagio, la evolución, los efectos de esta letal plaga y las armas para combatirla y ganarle la batalla.

· Esta mortífera peste, según la exposición liminar de Boccaccio, llegó de Oriente, donde se había manifestado unos años antes, por las “rutas de la seda”. Se contagiaba entre humanos al hablar y tratar con los enfermos o al tocar sus ropas o sus objetos personales. Se manifestaba, primero, en las ingles y en las axilas, donde aparecían unas hinchazones (“bubas”); y, luego, se extendían, por todo el cuerpo, unas manchas negras, premonitorias de una segura muerte futura. Ni la limpieza de la ciudad de Florencia, ni la prohibición de entrar en la ciudad a los enfermos, ni los consejos sobre salubridad e higiene, ni las rogativas, ni las procesiones, ni la medicina,… nada consiguió parar la peste. Además, ante tamaña mortandad (“más de 100.000” muertos, de marzo a julio de 1348; sólo sobrevivió 1 de cada 5 habitantes), no hubo ataúdes ni velatorios  para tanto muerto; ni curas para tanto sepelio; ni tierra sagrada para tanta inhumación; y, por eso, tuvieron que hacerse entierros colectivos en fosas comunes.

· Ante esta hecatombe, las personas sanas huyeron de la ciudad, abandonando a sus seres queridos (mujer, marido, padres, hijos, familiares, vecinos, amigos), dejando atrás la ciudad, sus casas y sus posesiones, e instalándose en el campo. Fue el “sálvese quien pueda”. Y éste fue también el caso de los 10 jóvenes, que abandonaron Florencia para esperar el fin de la peste. Para matar el tiempo durante el confinamiento, estos jóvenes se dedicaron a bailar, a tocar instrumentos de música, a cantar, a jugar, a pasear, etc. y se fueron turnando para contarse los 100 cuentos o relatos que Boccaccio recoge en El Decamerón.

La cuarentena de Pedro Sánchez

· Entre la cuarentena, por peste bubónica, del Decamerón de Boccaccio y la de Pedro Sánchez, por Covid-19, el paralelismo es claro y contundente: son dos situaciones muy parecidas o parejas. En efecto, el coronavirus procede también de China y se está extendiendo por  todo el mundo. Y el vector de propagación es ahora esa nueva ruta de la seda que es la globalización: desplazamientos masivos de bienes, de servicios y de gentes a lo largo y ancho del mundo, en un breve espacio de tiempo. Las formas de contagio coinciden también: cercanía y contacto con personas y objetos contaminados. Las medidas de protección y de defensa contra la pandemia son fundamentalmente las mismas: cuarentena, con cierre de ciudades, de puertos, aeropuertos y fronteras, para evitar la difusión del virus. Incluso coinciden las fechas de la pandemia: en los dos casos, todo empezó en el mes de marzo; ahora bien, la peste bubónica terminó en julio, pero no hay noticias ciertas de cuándo terminará la pesadilla del Covid-19 en España. Ante la muy deficiente y desgraciada gestión de la crisis, ¡Dios dirá!

· Además, la pandemia cogió sesteando y desprevenido al Gobierno de Pedro Sánchez. A pesar de los avisos de la OMS y de lo sucedido en China e Italia, aquél no preparó un plan de acción, ni previó los instrumentos básicos necesarios para luchar contra el coronavirus: ni EPIs (mascarillas, guantes, gafas, batas), ni instrumental médico (tests, respiradores), ni medicación, ni infraestructuras suficientes (camas en UCIs y en planta). Por otro lado, el goteo constante de contaminados y de muertos provocó y está provocando miedo, desasosiego y zozobra ante la crisis sanitaria aguada y la crisis económica, laboral y social que se avecina. Y esta sensación de inseguridad se ve incrementada por la falta de coordinación entre CC.AA. y el Gobierno de España y por la incompetencia de este último en la gestión de la crisis sanitaria; y, también, por el abandono de una parte de los contagiados (nuestros mayores), que se están yendo al más allá, en la más absoluta soledad.

· Para matar el tiempo y hacer más soportable el aislamiento, los confinados por Pedro Sánchez, en general, pasan las horas ante la TV, zapeando de tertulia en tertulia, donde los “todólogos” de servicio, sin criterio y sin tener nada que decir, parlotean y pontifican sobre la pandemia, haciendo el caldo gordo al Gobierno de Sánchez. Y, además, utilizan también profusamente las redes sociales para reenviar las majaderías de las “fake news”, que soliviantan a los confinados, y para jugar a la guerra, al mus, al ajedrez, etc. Y, todos los días, a las 20h., debidamente amaestrados por la “caja tonta”, tienen una cita en los balcones para hacer un homenaje a esos esforzados “liquidadores” sanitarios, enviados al matadero del coronavirus completamente desarmados.

Moraleja

· Esta descripción contrastiva demuestra que no hay nada nuevo en 2020 en relación con lo sucedido en 1348 en Florencia. Se ha repetido la misma historia. Ahora bien, como dice el acervo popular,los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. En efecto, no hemos aprendido nada o muy poco con lo que sucedió en Florencia en 1348 o, hace unos meses o semanas, en China y en nuestra vecina y hermana Italia. Y, aquí, en España, el Gobierno de Pedro Sánchez no sólo ha estado tropezando en las mismas piedras que florentinos, chinos e italianos, sino que además, cuando acomete algo, comete error tras error.

· Po eso, les digo a Sánchez y a su Gobierno: hay que leer, hay que informarse, hay que documentarse para poder actuar con conocimiento de causa y no a la buena de Dios. Y, hecho esto, hay que tomar decisiones pensado sólo en los ciudadanos y mirando sólo a la pandemia del Covid 19 y no a las encuestas y a las próximas elecciones. Sólo así se puede realmente “gobernar”, que consiste en gestionar el presente poliédrico y en prever y planificar el futuro. Ahora bien, esto sólo es posible si se han hecho muchas y variadas lecturas y mucha, mucha,… reflexión; y si sólo se piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. No hacer lo uno ni lo otro es estar en política por oportunismo, por interés personal, para poder comer, aunque sea a costa del sudor de los de enfrente (los miles de contagiados y las miles de víctimas mortales).

© Manuel I. Cabezas González
Publicado también en ABC.es, Catalunya Press, Diario 16, Press Digital, Las Voces del Pueblo, Kaos en la Red, El Obrero, Bembibre Digital, Liverdades, Cerdanyola Info, InfoHispania, El Correo de España, Alerta Digital, Revista Rambla, Correo Gallego, La Tribuna del País Vasco, La Paseata, La Voz de Cádiz y El Confidencial Digital.
21 de abril de 2020

sábado, 11 de abril de 2020

"BEATUS ILLE…"


 

· Corrían los primeros días de febrero de 2020 cuando nos reunimos, una vez más, unos cuantos amigos en la casa de campo “Mas Alimbau”, sita en la provincia de Tarragona. Como siempre, nuestro objetivo fue reencontrarnos para cultivar la amistad y disfrutar de ella, —alejados, como hubiera dicho Fray Luis de León, del mundanal ruido— y para zambullirnos en una naturaleza salvaje, acogedora y edénica.  

· El “sanctasantórum” de la masía es un mega-espacio polivalente, separado de la masía propiamente dicha, que es al mismo tiempo cocina, barbacoa, horno de pan, comedor, bodega, living room, sala de juegos y salón de baile. Para convertirlo en polivalente, su restaurador, el hacendoso e infatigable Agustín Serna, dedicó mucho tiempo y esfuerzos para transformarlo en polifuncional. A la entrada de este espacio, al que bautizó como “la barbacoa”, y en un lugar destacado, nuestro entrañable amigo Agustín colocó un viejo azulejo (cf. foto ci-dessus) con una cita de Cicerón, que siempre ha representado para él toda una declaración de principios o regla de vida y que reza así: “La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”.

· El contexto bucólico del lugar, el reencuentro con viejos amigos y la cita de Cicerón me hicieron pensar en las primeras palabras de un epodo de un poema de Horacio, que he tomado prestadas para titular esta reflexión: “beatus ille…”. Este sintagma se suele traducir como “afortunado aquel que…”. Y, con él, Horacio  inicia el elogio y la defensa de la vida sencilla y retirada en el campo, lejos de la ciudad, del hombre sabio y libre.

· El “beatus ille…”, junto al “carpe diem”, al “locus amoenus” y al “tempus fugit” denotan algunas de las aspiraciones y valores de la Roma clásica y, en general, del ser humano a lo largo de la historia; y, cómo no, también del hombre de principios del siglo XXI. En efecto, todos estos tópicos literarios van en la misma dirección y nos invitan a no dejar para mañana lo que podamos gozar hoy (“carpe diem”), en un contexto agradable e idílico (“locus amoenus”), alejado del mundanal ruido (“beatus ille”), ya que el paso del tiempo (“tempus fugit”) nos conduce rápido e inevitablemente a la vejez y a la muerte, que son nuestro destino.

· En este convulso inicio del siglo XXI y en el contexto de la lucha y del aislamiento globales contra la pandemia del Covid 19, el recuerdo de estos cuatro tópicos constituye un toque de atención y nos invita a tomar conciencia de lo que es realmente importante e imprescindible y de aquello que es secundario y prescindible. Este aldabonazo nos lleva a reflexionar sobre la vida campestre o rural y la vida urbanita.

· Desde hace mucho tiempo, la reflexión sobre esta dicotomía es algo iterativo en el discurso de los ecologistas, que propugnan, como valores supremos, la defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente; y también de la casta política, pero sólo de boquilla, con el fin de granjearse los votos de la ciudadanía y, conseguido esto, olvidarse del tema y si te he visto no me acuerdo. Si contrastamos estos dos tipos de vida (rural vs. urbanita), podemos constatar que los pros o las ventajas de la una son los contras o las desventajas de la otra y viceversa. De ahí la pertinencia de ponerlos en los platillos de la balanza.

· La vida urbanita, con el desarrollo desbocado de las ciudades, está siendo puesta en tela de juicio, ya que es cada vez más dura, más antinatural y más inhóspita. Algunos, incluso, han llegado a afirmar que la ciudad ha declarado la guerra a las personas y al territorio. Por eso, remedando un aforismo latino, se podría decir que “civitas civitati lupus” (la ciudad es el lobo para la ciudad). En efecto, a pesar de que las ciudades disfruten de una gran conectividad (carreteras, autopistas, transporte público, nuevas tecnologías), tengan una mayor accesibilidad a los servicios y equipamientos públicos (educación, sanidad, Administración, etc.) y disfruten de mayores posibilidades de trabajo, de ocio y de cultura (museos, exposiciones, conciertos, conferencias, etc.), la ciudad no es ese “locus amoenus” que haga que los urbanistas se encuentren a gusto, disfruten y sean felices (“carpe diem”). ¿Por qué?

· Son muchas las razones. Sin ánimo de ser exhaustivo, entre las más evidentes están las hiperaglomeraciones humanas y el hiperurbanismo desenfrenado, de muy difícil gestión, que están en el origen: 1. de los crímenes hidrogeológicos y de los suburbios-dormitorio de las grandes ciudades; 2. de la contaminación: ambiental, lumínica y acústica; 3. del ritmo frenético, que es causa a su vez del estrés, del individualismo, de la marginación de los ancianos, del deterioro de la comunicación entre los ciudadanos, de la crisis de la institución familiar, de la soledad, de la alienación, de la depresión, de las adicciones, del suicidio,… de demasiados urbanitas.

· A consecuencia de estos efectos colaterales negativos, la vida rural o campestre tiene cada vez más adeptos y ha provocado y provoca un éxodo hacia la “España vaciada y vacía”, que ocupa el 80% del territorio español. Este retorno definitivo —por el momento, gota a gota—  o esporádico y masivo (fines de semana, puentes, vacaciones) está auspiciado por el atractivo de una vida menos convencional (más basada en el “ser” que en el “parecer” y el “tener”); de una vida más natural, más sana y más tranquila; de un entorno menos contaminado; y de una socialización más amigable, convivial y desinteresada. Además, el retorno definitivo al campo ha sido potenciado porque han surgido nuevas posibilidades de negocio para poder vivir en el agro y del agro: el teletrabajo, la agricultura ecológica, el agroturismo, las casas rurales, el retorno de la ganadería extensiva, la apicultura, etc. Por otro lado, el coste de la vida es más soportable: impuestos y tasas más bajos, acceso más barato a la vivienda.

· Ante el balance no satisfactorio de la vida urbanita y ante la necesidad vital de los urbanitas de reencontrarse —de forma esporádica (fines de semana, puentes, vacaciones) o permanente (vuelta definitiva al campo)— con la naturaleza, no sería descabellado pensar en “re-naturalizar” la vida urbanita y “urbanizar”, en su justa medida, la vida rural. Así, se podría reequilibrar la relación actual entre la vida en el campo y en la ciudad, poniendo fin a la hiperconcentración demográfica en las ciudades y a las desgualdades entre la España llena” y la “España vaciada y vacía. También se amortiguaría la idolatría del consumo desenfrenado que ha llevado a los urbanitas —como hubiera podido afirmar ese personaje de ficción, Tyler Durden— a “tener empleos de mierda, que odian, con salarios de mierda, para comprar mierda que no necesitan”. El Dalai Lama lo vio también muy claro cuando aseveró: Lo que más me sorprende del hombre occidental es que pierde la salud para ganar dinero, después pierde el dinero para recuperar la salud. Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfruta el presente, por lo que no vive ni el presente ni el futuro. Y vive como si no tuviera que morir nunca y muere como si nunca hubiera vivido”.

· Por eso, afortunado aquel (beatus ille…”), como nuestro amigo Agustín Serna, que vive en comunión con la madre naturaleza (“locus amoenus”) y que no deja para mañana lo que puede disfrutar hoy (“carpe diem”), ya que el tiempo inexorable y veloz (“tempus fugit”), nos arrastra hacia nuestro destino final. Por este motivo, volvamos nuestros ojos y nuestros pasos hacia la vida sencilla y retirada en el campo, lejos de la ciudad, que es lo propio del hombre sabio y libre. Sigamos este consejo de Cicerón, que también dejó escrita esta otra perla:  "Si tienes un biblioteca y un huerto, lo tienes todo y no necesitas nada más para ser feliz”.

© Manuel I. Cabezas González
Publicado también en El Confidencial Digital, Fuerteventura Digital, Bembibre Digital, InfoHispania, Liberdades, Correo Gallego, La Tribuna del País Vasco, Revista Rambla, Alerta Digital, Noticanarias, Las Voces del Pueblo, Noticiario Universal, El Obrero, Diario 16, Diario de Menorca, y Bierzo Digital.
11 de abril de 2020