Si analizamos la situación internacional de hoy, el pan nuestro de cada día es el enfrentamiento multipolar, claro o soterrado, desencadenado por la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, que está provocando una ristra de consecuencias lesivas para todos. Por sus consecuencias y en la práctica, parece que estemos ya en el preludio de la IIIª Guerra Mundial: muerte de contendientes, masacre de civiles ucranianos, destrucción de ciudades, de infraestructuras y de tejido productivo, desplazamientos masivos de población, tanto exteriores como interiores, problemática acogida de la misma en los países amigos,…; y problemas políticos, económicos y comerciales, sin cuento, a nivel mundial. Y, por lo visto, esto no ha hecho más que empezar. Y, según más de uno, esto puede ir o va a ir de mal en peor.
Y, si examinamos la realidad de España, los momentos que estamos viviendo son también muy críticos por los nefastos efectos políticos, económicos, comerciales, laborales, sociales, educativos,… de la gestión de la malhadada casta política española. Estos efectos aciagos están agravados tanto por la agresión de Rusia a Ucrania como por la desastrosa gestión de la pandemia del coronavirus y de la consecuente crisis económica. No está de más recordar, aunque sólo sea sucintamente, algunos de los efectos más preocupantes.
Por un lado, es obligado citar la subida descontrolada del precio de la energía (gas, luz y otros combustibles), que dificulta o hace imposible cualquier actividad económica y que complica sobremanera la vida doméstica de las familias. Esto ha provocado protestas, paros y/o huelgas en cadena en sectores productivos fundamentales (agricultura, pesca, industria, transporte), que han agravado la situación y que amenazan con paralizar toda actividad económica y conducir a un desabastecimiento generalizado de productos básicos. Los agricultores, los pescadores y los transportistas no pueden trabajar por debajo de los costes de producción o sin tener unos mínimos beneficios, denuncian todos ellos.
Por otro lado, este clima tóxico ya está provocando cierres temporales o definitivos de empresas. Y esto está destejiendo, como Penélope, el tejido productivo, que tanto esfuerzo, dedicación y tiempo han exigido y costado. Por eso, las variables económicas fundamentales están fuera de control. Es el caso de la inflación, que casi supera ya, en marzo de 2022, los dos dígitos (9,8); de la deuda pública, que representaba ya, en diciembre de 2021, el 118,4 del PIB; y del déficit, que ha llegado, en diciembre de 2021, al 6,76 del PIB. Todos estos datos denotan que las constantes vitales de la economía española están fuera de control y sólo dejan presagiar un desenlace muy doloroso y fatal. Y lo peor de todo es que los cimientos del Estado del Bienestar (sanidad, educción y servicios sociales) se están degradando a marchas forzadas y, si no se toman medidas pertinentes, se desmoronarán irremediablemente.
Ahora bien, ¿cómo y por qué hemos llegado a esta situación internacional y nacional? Aunque la respuesta a esta pregunta vale para otros países y líderes, nos vamos a centrar sólo en España y en Pedro Sánchez. El Gobierno de España, presidido por él, tiene a su disposición todos los medios materiales (instituciones, presupuestos, BOE,…) y humanos (miles de asesores en todos los campos) para gestionar el presente y prever-planificar el futuro (i.e. gobernar) con brújula y timón eficaces, para no quedar a la deriva y para que no nos coja el toro. Ahora bien, por los resultados apuntados, todo parece indicar que Pedro Sánchez es un incompetente y/o sólo piensa en satisfacer su patológico apetito de poder y no en gestionar, como lo haría un responsable padre de familia, la “res pública”.
Ante su comportamiento verbal y no-verbal (i.e. su hacer político), demasiados síntomas parecen indicar que Pedro Sánchez, como muchos líderes mundiales, es víctima del “síndrome de Hybris”. Este síndrome no es nada nuevo. En la Grecia clásica, se detectó en los poderosos que, ebrios de éxito y de poder, empezaron a comportarse como tiranos, vejando, despreciando y abusando de aquellos que estaban por debajo de ellos (críticos, colaboradores, ciudadanos). Ahora bien, para luchar contra los políticos dominados por este síndrome, los griegos inventaron y aplicaron un antídoto muy eficaz y radical: la condena al ostracismo.
En nuestros días, David Owen, neurólogo y político británico, describió y analizó esta patología, que empieza por una “megalomanía” (delirio de grandeza) y termina en una “paranoia” (perturbación mental), y cuyos síntomas permiten dibujar, de forma fidedigna, el retrato de la personalidad del presidente P. Sánchez. Según D. Owen, el poder no es ostentado, en la mayoría de los casos, por aquellos que están mejor preparados y son más capaces. Sin embargo, el que lo ostenta se cree el más listo de la clase y termina comportándose como un narcisista y prepotente, dispuesto a cualquier cosa para conservarlo y ampliarlo.
En efecto, los que padecen el “síndrome de Hybris”, borrachos de poder, como Pedro Sánchez, tienen el ego subido: se consideran los más guapos, los más inteligentes, infalibles, insustituibles y omnipotentes. Además, confunden la realidad con la fantasía (“síndrome de la Moncloa”) y son prepotentes, irracionales, insensatos e hipócritas. Y para ello, llevan la mentira, el engaño, la manipulación, la contradicción permanente, la utilización instrumental de los demás… “Que sais-je encore?” por bandera. Y, en su camino hacia el poder, el fin justifica cualquier medio. Y, por eso, no dudan en despojarse de los principios y valores intemporales y en sembrar el camino de cadáveres.
Con bueyes así, uncidos al poder con el “síndrome de Hybris”, no se puede arar. No son más que “roitelets”, que pretenden, como dicen los franceses, “péter plus haut que leur cul”. El sabio José Saramago —que transformó la “información” en “conocimiento” y éste en “sabiduría”; y que no es sospechoso de ser un reaccionario de derechas— participaba de esta opinión cuando dejó para la posteridad la cita que reza así: “la sociedad no puede funcionar sin política. El problema es que la política está en manos de los políticos”. Y añado yo: políticos psicópatas, yonquis del poder, cuya “axiología es la del pícaro (…): más que principios, ostentan mañas”, Amando de Miguel dixit. La paz y el bienestar del mundo, en general, y de España y de los españoles, en particular, se está jugando a la ruleta rusa, nunca mejor dicho: V. Putin, P. Sánchez y “gli altri” han cargado ya el revolver. Si no les cortamos las alas y los condenamos al ostracismo, lo inevitable puede o va a suceder.
© 2022-Manuel I. Cabezas González
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Este tío es un terrorista de la política
ResponderEliminarNo te falta razón o, mejor dicho, la tienes toda. Los que no tienen dónde volver, a no ser que utilicen las puertas giratorias, son muy peligrosos.
EliminarNO HACEN falta los interrogantes: SON unos PSCÓPATAS.
ResponderEliminarAsí (sin signos de interrogación) pensé titular el texto en un principio, para aseverar explícitamente la catadura de Pedro Sánchez. Pero, después, me decanté por la pregunta retórica para curarme en salud. Nunca se sabe con personajillos así.
EliminarEstamos viviendo la peor época de la historia de España, después del zapatismo
ResponderEliminarIncreíble lo que estamos aguantando
Creo que estás en lo cierto. ¿Hasta cuándo aguantaremos esta situación que se agrava cada minuto que Pedro Sánchez permanezca encaramado en el poder? O somos masoquistas o somos tontos de remate.
EliminarNo se puede gobernar peor, ni queriendo, es un pinocho egocéntrico, que nos ha llevado a la ruina.
ResponderEliminarEso mismo se decía de ZP. Y vino Pedro Sánchez y lo superó. Los de la casta política, de alta cuna o de baja cama, casi siempre se superan, pero para ir a peor.
Eliminar"Pedro Sánchez clings to office at a cost to Spain’s democracy" [...] "Mr Sánchez is the great survivor of European politics, a wily and ruthless tactician". [...] " his minority coalition government rules at the pleasure of Catalan and Basque radical nationalists, and at a growing cost to the quality of Spain’s democracy and its institutions". The Economist (03/10/24)
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