· Según un refrán
popular, “el mejor
maestro es el tiempo; incluso sin que le hagas preguntas, te da las mejores
respuestas”. En efecto, el tiempo da y quita razones, como
reza otro aforismo popular. He citado estos adagios para traer a colación lo
sucedido en Honestidad Radical (H. R.)
y también en la academia de idiomas Meeting
Point, así como en la revista Guía-te,
después de la publicación aquí, el 7 de febrero, y en una quincena de
periódicos digitales y en papel, del artículo titulado “Las maestras Ciruela”. Me
explico.
Lo sucedido en H.R.
· Colgado el texto precitado en H.R. y publicado también en otros
medios, la Directora de la academia de idiomas Meeting Point, Cristina Cano,
una de las tres maestras Ciruela citadas
en mi texto, reaccionó al día siguiente (9 de febrero) con un comentario sin
pies ni cabeza, producto de la
irracionalidad, de la visceralidad,
de las prisas y de las pocas luces. Ahora bien, la Directora Cristina Cano, después de leer mi
contestación-reacción a su comentario (cf. comentarios al artículo “Las maestras Ciruela”, en
H. R.), se autocensuró y borró su despropósito. Cuando me di cuenta de ello,
gracias a un seguidor de Vigo, volví a colgar su comentario, para que quede,
para la posteridad, un ejemplo más de
incongruencia, de mal hacer y de no querer asumir los errores y las
limitaciones personales. Este comportamiento lingüístico de la empresaria Cristina
Cano dice mucho de su catadura
ética, profesional y deontológica. ¡Lamentable y censurable su reacción por
falta de rigor lingüístico y argumentativo! ¡Qué sarta de mentiras en sólo 10
líneas!
· En efecto, la empresaria Cristina Cano tilda
al que suscribe de “periodista
o bloguero. Y lo acusa, por un lado, de “difamar”
y de poner en entredicho la forma en que
“se imparte clase en un centro de
idiomas”; por otro, de “escribir”
sin “informarse” y de “juzgar” sin “saber”; y, finalmente, de ser “indigno”,
al “tirar por suelo (sic) en un minuto tantos años dw (sic) buen trabajo”. ¡Qué atrevida es la
ignorancia o el/la ignorante! Sin embargo, bien mirado, en el país de los
ciegos o ciegas, ya se sabe, el tuerto o la tuerta es el rey o la reina. Y me expreso así para ahorrarme la
acusación de “tufillo sexista”, con
la que dispara tan alegremente una amiga-conocida parisina, Elisa Núñez Mateos.
· Si la empresaria Cristina
Cano hubiera sido objetiva, si se
hubiera informado, haciendo una simple búsqueda con Google, no
hubiera afirmado, a tontas y a locas, lo que he entrecomillado en el párrafo
anterior. Ni soy periodista ni bloguero, ni quiero ser una cosa ni la otra.
Sin embargo, cuando escribo, no lo hago al sabor de la boca, como decimos en El
Bierzo, sino con conocimiento de causa y después de reposada reflexión, fruto
de mi formación académica y de mi actividad profesional.
Lo sucedido en la academia de idiomas Meeting
Point
· Lo que acabo de exponer está en
contradicción con lo que descubrí, el pasado 18 de febrero, en la academia de
idiomas Meeting
Point. Al regresar a casa, después de haberme metido
entre pecho y espalda mis 8 Km.
cotidianos de marcha a paso ligero, pasé por delante de la precitada academia,
regentada por la empresaria Cristina Cano. Y me llevé una agradable sorpresa:
el cristal-ventana —del que hablaba en mi artículo “Las maestras Ciruela” y
sobre el que se habían grabado, en color azul, 12 palabras francesas— había
sido reemplazado. En el nuevo, fueron corregidos casi todos los errores explicitados
en el texto publicado en H. R., aunque aún quedan algunos. Espero que la
empresaria Cristina Cano movilice sus meninges para descubrir los errores o, si
quiere utilizar la solución más fácil, consulte a alguien que sepa de qué va la
cosa o simplemente vuelva a leer el texto “Las maestras Cieruela”,
donde enumero las incorrecciones (9 de las 12 palabras grabadas estaban mal
escritas).
· Además, seguramente después de informarse
sobre el que suscribe y/o simplemente de entrar en razón, la empresaria Cristina
Cano hizo un nuevo comentario en H.
R., donde reconocía sus errores y
donde afirmaba que es de sabios “aprender de las críticas”. Por eso, me anunciaba
que el “lettering”
(cristal-ventana-afiche o rótulo trufado de faltas) ya había sido reemplazado,
al tiempo que me agradecía los servicios prestados y los futuros “feedback”, y me invitaba a
visitar el centro de enseñanza. ¡Cuantos cambios y cuantas buenas palabras en
sólo unos días! ¡Qué metamorfosis en tan corto espacio de tiempo!
Lo sucedido en la revista Guía-te
· La directora de la revista Guía-te y
autora de sucesivos editoriales plagados de faltas de todo tipo, Laura Serrano, respondió a mis dos primeras misivas con un elocuente
silencio. A la tercera misiva y en su nombre, me respondió la diseñadora-responsable
de contenidos de la revista, Isa Barrio.
Como no podía ser de otra forma ante mi corrección detallada y meticulosa del
editorial del número de enero de 2016, la Sra. Barrio reconoció la existencia
de numerosos errores ortográficos y gramaticales en los editoriales, y trató de
justificarlos por la falta de “recursos” o de “tiempo”. Ahora bien,
indirectamente, la Sra. Barrio reconoció que la directora de la revista tiene,
en su competencia lingüística y textual, más agujeros o lagunas que un queso
gruyer. En efecto, en su misiva, me pedía ayuda para encontrar una solución a
este problema, para encontrar a alguien que pudiera revisar cada número o
alguna otra solución. Según me precisaba, estaban dispuestas a valorar mi
propuesta y a incorporarla para, así, solucionar el problema.
·
Impelido por los principios evangélicos de “enseñar al que no sabe” y de
“dar de comer o de beber
al hambriento o al sediento” lingüístico, le propuse dos
soluciones: una, a largo plazo (leer, leer, leer… mucho y rumiar lo leído); y
otra, a corto plazo (revisión de
los textos por algún corrector competente, rara avis en los tiempos que
corren). Ahora bien, la solución a largo plazo tardará todavía mucho para dar
sus frutos, si es que se ha empezado a adoptar; y la solución a corto plazo no
la han tomado en consideración. En efecto, los nuevos editoriales y textos de
la revista Guía-te están aún plagados de faltas. Por eso, las buenas
intenciones no son suficientes; hay que pasar a la acción.
Ergo
· Lo sucedido con la academia de idiomas Meeting
Point y con la revista Guía-te es la
demostración fehaciente del poder del verbo y de la doctrina de la “honestidad radical”: las
cosas pueden cambiar, si no se utiliza el verbo en vano y si el bisturí lingüístico
diagnostica y localiza los problemas, siguiendo los dictados de la “honestidad radical”.
Ahora bien, de la maestra Ciruela del bufete de abogados Bejarano i Cámara associats, Elisabeth García Bejarano, no he tenido ninguna reacción
directa. Sin embargo, ante lo narrado en los textos “Iletrada,
ella; tonto útil, él” y “Las
maestras Ciruela”, sé que se puso como un basilisco. ¡Craso error por parte
de la Sra. Bejarano! Cambiar y rectificar es de sabios y permanecer en el error
es de necios. Dar coces contra el aguijón no es una sabia e inteligente
decisión.
· Todo lo expuesto parece indicar que el que suscribe, cuando toma la
palabra, no predica en el desierto, como hacía Juan el Bautista. Y, por otro lado, ratifica lo que afirma, de
forma lapidaria, Risto Mejide en su
último libro: “Si hablas o escribes y
nadie se molesta es que no has dicho nada”.
© Manuel I. Cabezas
González
Publicado también en Periodista Digital, Red de Blogs Comprometidos, Las Voces del Pueblo, Pressdigital.es, Catalunyapress.es, Bierzo Diario, L'Independent de Barberà, La Tribuna del País Vasco, España.notinet, Crónica Popular, Xornal de Galicia, Cerdanyola Informa, Bembibre Digital, El Faro de Málaga, A Fons Vallès y Bierzo7.
6 de abril de 2016
El Poder de la Palabra,
ResponderEliminartiene mucha mas fuerza de la que normalmente se le atribuye.