miércoles, 12 de febrero de 2020

¿QUÉ COÑO ES ESO DE LA ESCRITURA?


 

· La lectura y la escritura. Después de haber respondido a la pregunta ¿Qué coño es eso de la lectura?, hoy vamos a responder a una pregunta complementaria: “¿Qué coño es eso de la escritura?”. Entre estas dos actividades existe una interacción dialéctica muy estrecha, como lo aseveramos los didáctólogos y ratifican los profesionales de la escritura.

· En efecto, para los didactólogos, la lectura y la escritura pueden ser consideradas la misma cosa o dos aspectos de la misma cosa. No se puede concebir la una sin la otra. Así, es imposible imaginar a un escritor que no haya sido  y sea un “gourmand” y un “gourmet” de la lectura. Además, la lectura es el único procedimiento para llegar al lugar donde un aprendiz de escritor puede encontrar reunidos todos los conocimientos necesarios para poder redactar textos. Por eso, la lectura es la única forma eficaz de aprender a escribir. Quintiliano, en “De Institutione oratorie”,  ya afirmaba que, para llegar a ser un buen escribidor, era necesario leer mucho. Finalmente, esta relación dialéctica y coadyuvante entre lectura y escritura quedó recogida en el aforismo latino, que reza así: “qui escribit bis legit” (quien escribe lee dos veces, lee mejor).

· Por su lado, los profesionales de la escritura (i.e. aquellos escribidores que viven de la pluma) son unánimes y tienen la misma opinión: “La única forma de aprender a escribir es leer” (Esther Tusquets); “Los mejores maestros se encuentran, sin ninguna duda, en la estantería. No se puede aprender a escribir si no se lee” (Elvira Lindo)”; “Forzado a dar consejo a quien quiere escribir, sugiero seis cosas: 1. Leer. 2. Leer. 2. Leer. 3. Leer. 4. Leer. 5. Leer. 6. Leer” (Alberto Mangel); “El trabajo, la dedicación y las lecturas son el camino más directo para tener éxito en la escritura” (Pérez-Reverte). Ellos, los escribidores, lo tuvieron y lo tienen claro.

· Por lo que respecta a la escritura, como he constatado y constato cada vez con más frecuencia en mi actividad docente en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), los bachilleres que llegan a la misma tampoco poseen una competencia escritural adecuada. Ésta, como la competencia lectora, tiene también más lagunas o agujeros que un queso gruyer. Por eso, vamos a bordar tres cuestiones en relación con ella: ¿En qué consiste la competencia escritural? ¿Qué hay que hacer para redactar un texto? Y ¿cómo se puede adquirir dicha competencia?

· Competencia escritural. Podemos describir la competencia escritural o textual como la capacidad que permite al ser humano actuar lingüísticamente, en situaciones de comunicación que exigen el uso de la lengua escrita para redactar textos. Ahora bien, como en el caso de la lectura, producir textos es una actividad compleja y, por lo tanto, difícil. De ahí que la Comisión Europea y los Gobiernos de Francia y Quebec hayan preparado documentos para subsanar las lagunas en la competencia textual de los funcionarios de todos los niveles de las Administraciones.

·  Y si nos remontamos al pasado, podemos citar también a Aristóteles, que redactó su Retórica (arte de hablar de forma elegante y con corrección) para explicar precisamente cómo había que proceder para preparar tres tipos de textos (políticos, jurídicos y epidícticos), que debían ser verbalizados en tres situaciones concretas de comunicación oral (el ágora, ante los tribunales de justicia y en las festividades oficiales). Además,  desde Aristóteles y a lo largo de la historia (excepto durante el Romanticismo y en la actualidad), la enseñanza de la retórica fue siempre una de las enseñanzas fundamentales y obligatorias.

· Metodología o proceso de producción de un texto. ¿Cómo proceder para redactar verdaderos textos que sean, además, legibles y cooperadores? Para responder a esta pregunta, podemos establecer una analogía entre lo que implica “producir un texto” y “elaborar un plato” (por ejemplo, un estofado de ternera). En ambos casos se deben realizar cronológicamente una serie de acciones equivalentes. En la preparación del estofado de ternera, en primer lugar, hay que buscar y preparar todos los ingredientes; luego, hay que verificar que no nos falta nada; sólo después podemos, respetando un orden, empezar a combinar los ingredientes para elaborar el plato; en cuarto lugar, debemos verificar que el plato es comible o rectificarlo, si es necesario (añadir sal, pimienta, etc.); finalmente, debemos emplatarlo y servirlo en la mesa.

· El proceso  a seguir para redactar un texto es similar y no es algo nuevo. Hace más de 2.000 años, Aristóteles, en su Retórica, ya explicó, desde un punto de vista analítico y pedagógico, el camino y las etapas que hay que recorrer. En primer lugar, hay que transitar por la etapa de la “euresis”: búsqueda, reunión y preparación de todas las informaciones necesarias para elaborar el texto. Es lógico que, antes de empezar a escribir o a hablar, sepamos de qué vamos a hablar y qué vamos a decir. En efecto, “el sabio no dice nunca todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice” (Aristóteles) y se debe procurar que “la palabra dicha o escrita no se adelante al pensamiento” (Pítaco de Mitilene). Hecho esto, hay que recorrer la etapa de la “taxis”: organización o estructuración de las informaciones reunidas y preparadas; i.e. hay que dotar al texto en gestación de una estructura. Preparadas y estructuradas las informaciones, es pertinente hacer una parada (“verificación I”) en el proceso de producción del texto para evaluar lo que se ha hecho en las dos primeras etapas. Se trata de un control de calidad para que el producto final sea aceptable tanto desde el punto de vista del contenido como de la estructuración. Estas tres primeras etapas constituyen la “pre-escritura” o preparación o planificación del texto a producir, que exige 2/3 del tiempo dedicado a la escritura del texto.

·  Sólo después de esto, se puede pasar a la “lexis”: redacción de la primera versión del texto. Esta primera redacción del texto es una labor complicada, compleja y difícil. Un síntoma de esto son las pausas y las relecturas, que hacemos a lo largo de la redacción, para no perder el hilo de nuestro texto. La quinta etapa (“verificación II”) debe ser dedicada a la revisión-evaluación de las sucesivas versiones del futuro texto, revisión que implica relecturas sucesivas del mismo para detectar incorrecciones de todo tipo (contenido y forma) y proceder a subsanarlas. En fin, la etapa final es la “hipocrisis”: la “mise en page” (distribución del texto en la página de papel, en una situación de comunicación escrita) o la “mise en voix” (verbalización del texto, en una situación de comunicación oral).

· El bálsamo de Fierabrás. ¿Cómo se adquiere la competencia escritural y cómo se pueden subsanar las deficiencias y lagunas que tienen los estudiantes universitarios y, en general, la ciudadanía española? La escritura, como la lectura, es también algo que se enseña y se debe aprender para que alguien se convierta en alfabeto. Ahora bien, ante las lagunas en esta competencia, tanto en los jóvenes universitarios como en el público en general,  debemos concluir que o bien no se ha enseñado o bien se ha enseñado mal y, por lo tanto, no se ha adquirido. El único bálsamo de Fierabrás, la única poción mágica capaz de curar las dolencias lingüísticas escriturales es inyectando en vena el “coronavirus de la lectura. En efecto, el lugar donde están las únicas enseñanzas necesarias y eficaces para ello son los buenos textos, redactados por escribidores competentes. Sin buenas lecturas y sin la práctica constante de la lectura, es imposible adquirir una competencia escritural funcional, operativa y ortodoxa. Ahora bien, para conseguirlo, el papel de la familia, de la escuela y de los medios de comunicación es fundamental.  Como dice un refrán francés, « c’est en forgeant qu’on devient forgeron »: sólo con el “libro, ese amigo fiel” y la práctica de la lectura se podrá conseguir que los estudiantes universitarios y la ciudadanía, en general, seamos cada vez más alfabetos y menos analfabetos.


© Manuel I. Cabezas González
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11 de febrero de 2020

sábado, 1 de febrero de 2020

¿QUÉ COÑO ES ESO DE LA LECTURA?


 

· “¿Qué coño es eso de la UDEF?. Así, en una entrevista en Espejo Público, Jordi Pujol i Soley respondió a la gallega, al sentirse acorralado por las preguntas de Susanna Griso sobre un informe de la Udef, que lo vinculaba con tramas de corrupción. ¿Qué coño es eso de la lectura y de la escritura?”, se podrían preguntar también los jóvenes universitarios, sorprendidos y acorralados por las deficiencias que tienen en estas dos actividades y competencias instrumentales fundamentales.

· Creo que no existen estudios sobre estas competencias (capacidad de lectura, de escritura, de espíritu crítico) de los jóvenes bachilleres que llegan a las universidades españolas. Ahora bien, a partir de mi experiencia docente en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), puedo afirmar y afirmo que la mayoría de ellos llegan con unas lagunas lingüísticas tan acusadas, que éstas ponen en entredicho tanto las PAU como la calidad de la formación acreditada formalmente por los títulos universitarios. Por eso, no se puede aseverar, como hacen los “todólogos” que los jóvenes españoles de hoy son la “Generación JASP”: la generación de los mejor y más formados de la historia de España. Eso es sólo una leyenda urbana.

· Para argumentar estas aseveraciones y llevar el agua a mi molino, hoy vamos a tratar de responder, plagiando al Honorable (?) Jordi Pujol, a la pregunta “¿Qué coño es eso de la lectura?”. Y dejamos, para una próxima reflexión, la respuesta a esa otra pregunta complementaria: “¿Y qué coño es eso de la escritura?”.

· No es la primera vez que analizo la actividad lectora. En otro lugar, ya he respondido a las tres preguntas que André Gide se plantea sobre los “alfabetos” (aquellos que saben leer y escribir): “¿Qué leerán, cuánto leerán y cómo leerán?”. Hoy, ante las lagunas en la competencia lectora de los estudiantes universitarios, vamos a ocuparnos de escudriñar, desde un punto de vista pedagógico y analítico, en qué consiste la lectura comprensiva y detallada de un texto, tipo de lectura necesaria en los estudios universitarios. Para ello, vamos a responder a tres nuevas preguntas: ¿qué es un texto?, ¿en qué consiste comprender un texto?  y ¿cómo proceder para conseguirlo?

· El texto: objeto complejo y pluricodificado. Un texto es un objeto nuevo para el lector; de ahí, la funcionalidad de la lectura: permitirle descubrir ese algo nuevo vehiculado por el texto. Y, además, es un objeto complejo; por eso, su lectura es una actividad complicada y difícil. Ahora bien, los textos suelen estar “pluricodificados”: el mismo mensaje es expresado con códigos diferentes. Por un lado, el mensaje lingüístico suele estar acompañado de mensajes icónicos (fotos, dibujos, etc.). Además, los textos siempre están precedidos de un “ante-texto” (título, subtítulos). Y finalmente, si los textos están bien escritos, el autor ha cuidado  la edición, dividiéndolos en párrafos. Ante la complejidad de los textos y de la lectura, estos elementos son la tabla de salvación y un seguro a todo riesgo para la comprensión lectora del mensaje lingüístico.

· En efecto, el mensaje icónico permite descubrir el tema y el contenido global del mensaje lingüístico. Por otro lado, este descubrimiento es confirmado por el “ante-texto” y la “lectura parcial del texto” (primera frase de cada párrafo). Así, estos elementos permiten llevar a cabo una “pre-lectura” del texto, sin haberlo leído, y alcanzar una comprensión global del mismo.

· La lectura comprensiva. Para que el lector demuestre que ha comprendido realmente un texto, debe ser capaz de responder a cuatro preguntas. P1: ¿De qué o de quién se habla en el texto leído? P2: ¿Qué aspectos de la cosa o de la persona son abordados en el texto? (i.e. ¿Cuál es la estructura —partes— del mismo?). P3: ¿Cuáles son las informaciones fundamentales y secundarias expresadas en cada parte del texto? Y P4: ¿Qué piensa el lector de lo leído? (i.e. el lector debe rumiar el texto).

· Metodología. Desde un punto de vista analítico y pedagógico, el aprendiz de lector, para alcanzar su objetivo, debe recorrer 4 etapas y realizar 4 actividades sucesivas. En primer lugar, debe sobrevolar el texto. “Leer” es como viajar a un país desconocido. Por eso, antes de iniciar un viaje turístico y para sacar el mayor provecho del mismo, es necesario documentarse, prepararlo y tomar ciertas precauciones. Podemos decir lo mismo de la lectura de un texto: si iniciamos la lectura “in extenso” del texto, sin haberlo sobrevolado y explorado, corremos el riesgo de perdernos, de no comprenderlo y, lo que es más grave, de abandonar la lectura. De ahí, la funcionalidad de la “pre-lectura”: descodificación del mensaje icónico; luego, del título y de los subtítulos; y, finalmente, de la lectura parcial del mensaje lingüístico (primera frase de cada párrafo), gracias a la división del texto en párrafos.

· En segundo lugar y hecho lo que precede, el aprendiz de lector debe realizar la primera lectura “in extenso” del mensaje lingüístico. Para ello, debe leer el texto sin detenerse antes las palabras o expresiones desconocidas o los pasajes oscuros o que presentan dificultades. Esto no impide una comprensión global del texto, facilitada ya por la pre-lectura. Con esta primera lectura, el aprendiz de lector debe ser capaz de responder a las dos primeras preguntas, formuladas ut supra: ¿de qué o de quién se habla? (P1) y ¿Cuál es la estructura del texto? (P2).

· En tercer lugar, el aprendiz de lector debe hacer una segunda lectura “in extenso”, por dos motivos: si no es capaz de responder a las dos preguntas precitadas y para solucionar los problemas puntuales de léxico, morfosintaxis o referenciales. Para ello, tiene que localizarlos (subrayándolos o encuadrándolos o marcándolos con un rotulador, etc.) y utilizar diccionarios y gramáticas.

· Una vez solucionados todos los problemas encontrados en la segunda lectura “in extenso”, el aprendiz de lector podrá proceder a la tercera y definitiva lectura del texto y a tomar apuntes para poder responder a las 4 preguntas explicitadas “ci-dessus”: P1, P2, P3 y P4. Y, finalmente, debe analizar, rumiar y apropiarse, con sentido critico, lo que acaba de conocer.

· Moraleja. Si “alfabetizar” es hacer adquirir el alfabeto para leer y escribir, un “analfabeto” sería aquel que no lo ha adquirido y, por lo tanto, no sabe ni leer ni escribir. Estas competencias básicas deberían ser adquiridas en la enseñanza primaria y secundaria. Sin embargo, según mi experiencia docente, esto no siempre sucede y, lo que es más grave, sucede cada vez menos, en la mayoría de los jóvenes bachilleres que llegan a la universidad. Con estas livianas alforjas lingüísticas no se puede ir muy lejos y sólo se puede resentir la formación que deben adquirir en la universidad. No se pueden pedir peras al olmo.

· La lectura, como la escritura o cualquier otra capacidad, se puede y se debe enseñar y aprender. Pero, para ello, hay que tener claro y explicar qué es lo que se quiere enseñar-aprender. Y, además, tener claro cómo se va a proceder para llevarlo a cabo. Con estas dos premisas y si no se escatiman esfuerzos y uno se lanza a la acción, el éxito estará asegurado en cualquier empresa. Giner de los Ríos, uno de los padres de la Institución Libre de Enseñanza, lo tenía muy claro cuando formuló el siguiente principio pedagógico: “Teoría y práctica, no. La teoría debe ser teoría de la práctica. Y la práctica, práctica de la teoría”. Plantear las preguntas correctas sobre la lectura, como hemos hecho ut supra,  es tener ya la mitad de la respuesta, es situarse en el camino de la adquisición de la competencia lectora, tan fundamental para sacar provecho de la enseñanza universitaria y para asegurar la obligatoria autoformación continua y continuada.

© Manuel I. Cabezas González
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31 de enero de 2020