miércoles, 15 de enero de 2014

DE LOS PENDONES LEONESES

A Isaac Carbajo, aquel que tenía como lema: 
Cuesta arriba, cuesta abajo, transportes Carbajo”.


· Por definición, toda unidad lingüística está preñada de muchos significados. Es el caso también de la palabra “pendones”, que aparece en el título del texto de hoy. En lenguaje coloquial y según la segunda acepción del diccionario de la RAE, un pendón es una  persona de vida irregular, desordenada e indecorosa. Ahora bien, no son los bípedos despendolados y pendones el objeto de mi reflexión, aunque haberlos “haylos”, en sentido propio y figurado. Hoy voy a referirme a otra acepción del término “pendón”.

· En un texto reciente, relataba cómo se había desarrollado un “Concejo Abierto” en Almagarinos, el pasado mes de agosto. Y a propósito de la utilización de las campanas de la iglesia para convocar a una reunión de esta institución milenaria de los pueblos de León, citaba ese aforismo tradicional que reza así: “las campanas y el pendón del pueblo son”. De este pendón, según la primera acepción del diccionario RAE, es del que vamos a ocuparnos hoy.
          
· Con el vocablo “pendón” se designa un tipo de bandera o estandarte, que hunde sus raíces en la Edad Media. En esta época, los únicos soldados profesionales, muy escasos en número, eran los caballeros. Por eso, cuando el Rey de turno declaraba una guerra o iniciaba una nueva campaña de la Reconquista (711-1492), los señores feudales, la Iglesia y los concejos aportaban hombres vestidos y armados heterogéneamente. Esto hacía difícil distinguir a los aliados de los enemigos, provocaba errores y facilitaba el “fuego amigo”. Para evitarlo, se empezaron a utilizar los pendones, que permitían a los soldados reconocerse y  agruparse en torno a ellos. Así nacieron los pendones originarios. En las novelas ambientadas en esta época (por ejemplo, El Señor de Bembibre, del berciano Gil y Carrasco; o el Cantar de mio Cid), encontramos siempre referencias a estos pendones con la función castrense que hemos descrito.

· Los pendones actuales, según los estudiosos, proceden directamente de aquellos pendones usados por las mesnadas medievales. Sin embargo, con el final de la Reconquista, los pendones perdieron su funcionalidad militar y adquirieron una nueva función, esta vez, social y civil. En efecto, manteniendo la forma y los colores, los pendones empezaron a tener un nuevo papel en las celebraciones religiosas, las romerías, las manifestaciones folklóricas y las fiestas populares.

· La herencia medieval del pendón fue conservada religiosamente. Todos los pueblos de la provincia de León tuvieron uno (existieron unos 1.300 pendones) y, a veces, dos: uno grande; y el otro pequeño, la “pendoneta”, que era el portado por las mujeres y los niños. Sin embrago, con el transcurso de los años, los pendones cayeron en desuso. Por eso, muchos desaparecieron; y otros durmieron el sueño de los justos en las iglesias, donde el estado de conservación de los mismos dejó mucho que desear.

· A pesar de esto, en las últimas décadas, los pendones leoneses han resurgido de sus cenizas, han sido rehabilitados, recuperándose así una bella y multicolor tradición. Los pendones que estaban en buen estado han salido del armario y los deteriorados han sido cuidadosamente restaurados: hoy, hay unos 400 en perfecto estado de revista. Y muchos de los irrecuperables han sido o están siendo replicados y sustituidos por nuevos (por ejemplo, el de Almagarinos), respetando las formas y el cromatismo originales.

· Para aquellos que nunca han visto un pendón o admirado un desfile de pendones, quiero darles algunos elementos descriptivos. Los pendones son grandes enseñas o estandartes, integrados por un mástil  de madera labrada y de longitud variable (entre 7 y 13 metros de longitud). En la parte superior del mástil se inserta la tela o paño, que es de gran tamaño, pero proporcionado a la envergadura del mástil. La tela suele ser de seda  adamascada y está formada de bandas horizontales y paralelas, que un  corte o escotadura —que va desde la banda superior hasta la central y de ésta hasta la inferior— hace que termine en dos puntas; la inferior es de menor longitud, para que no arrastre por el suelo. Las bandas son de colores diferentes (rojo, verde, morado, azul, blanco, amarillo y crema), cargados semánticamente. Pero, en todos encontramos bandas de rojo carmesí, color del Reino de León. Además, en la cima del mástil, se fijan uno o dos remos, que son manejados por los remeros; se trata de cuerdas o cordones que permiten ayudar al portador del pendón (el pendonero). La cima del mástil está siempre coronada con un ramo vegetal y/o una cruz metálica. El peso del pendón oscila entre los 15 y los 35 kilos.

· En la provincia de León, no hay fiesta o celebración popular o religiosa que se precie donde el pendón (o, más bien, los pendones, ya que los de las pedanías vecinas acuden en masa: 19 pendones fueron reunidos en Almagarinos, a finales de julio de 2013) no ocupe un lugar destacado. El desfile de los pendones es un genuino espectáculo multicolor y una muestra de fuerza y de pericia del pendonero, que lo porta y que lo hace bailar. Hoy los pendones son un signo de la cultura, de la tradición, de la identidad y de la historia del viejo Reino de León. Son un orgullo y un símbolo del pueblo o de la pedanía. Y cumplen funciones identitarias, representativas y ceremoniales.

· Los pendones —junto con los “concejos abiertos”, la arquitectura popular, la gastronomía, el “savoir-vivre”, el “savoir-être”, el folklore, la cultura, los monumentos (puentes, iglesias, castillos, monasterios, palacios, casonas, etc.), los restos arqueológicos, la literatura, la religiosidad,… de León y de Castilla— denotan que estas tierras tienen una larga, rica y enraizada tradición histórica, una extensa memoria histórica. Por eso, llama la atención y uno se asombra que, en nuestros días, algunos hablen de “comunidades autónomas históricas”, para referirse sólo a Cataluña, al País Vasco y a Galicia; y que se dejen fuera del grupo de las históricas a las otras CC.AA., que tienen una historia mucho más larga, unas peculiaridades y unas señas de identidad, también muy marcadas o mucho más sólidas.

· Ante esta manipulación de la realidad histórica —al estilo de lo descrito por George Orwell en su relato “1984”— por parte de los nacionalistas de todo cuño, el pendón rehabilitado de los pueblos de León debería convertirse en el símbolo del moderno “meeting point”. La recuperación de su simbolismo prístino debería propiciar las actitudes y los comportamientos centrípetos y las sinergias, ante la obsesión de algunos de poner el acento en los hilos de las diferencias  y no en las maromas de las coincidencias que nos unen. El pendón está ahí para acogernos bajo su paño. Reunámonos en torno a él y hagamos piña. La unión hace la fuerza. La división es el preludio de la derrota.

© 2014 - Manuel I. Cabezas González
Publicado en Diálogo Libre, Periodista Digital, La Tribuna del País Vasco, revista El Aguzo, Bottup.com, El Espía Digital y Periódico El Buscador.