domingo, 3 de diciembre de 2023

He hecho el japonés

A los cinco de Argentina: Teresa, Lucía, Ana, Blas y Manuel I.

En febrero de este 2023, hice un viaje a Argentina durante casi un mes. Fue un periplo con numerosos y largos recorridos, pero planificado al detalle. Además del vuelo transatlántico, realicé 6 largos viajes interiores en avión, varios en barco, algunos en autobús o en todoterreno y uno, en tren, pernoctando en 5 hoteles diferentes. Así visité lo que en las guías de turismo denominan “lo que no te puedes perder” (lo más turístico). Al principio y al final del largo viaje, conocí la ciudad de Buenos Aires y su alfoz. Luego, Bariloche y sus lagos, en la provincia de Río Grande. Después, el Calafate y sus glaciares, en la Patagonia. A continuación, Ushuaia y su flora y fauna (pingüinos, leones marinos, etc.), en la Tierra de Fuego, el llamado Fin del Mundo. Y, finalmente, en el noroeste, en la confluencia de Brasil y Argentina, en la provincia de Misiones, las impresionantes cataratas de Iguazú.

Al rememorar y pasar revista a mis vivencias argentinas, me he visto, como el típico turista japonés, máquina de foto (hoy sería el móvil) en ristre, desplazándose de forma gregaria, como “les moutons de Panurge” de Rabelais, observando, a un ritmo frenético, la realidad por el visor de la máquina de fotos o por la pantalla del móvil. Tuve que esforzarme para que mis vivencias no quedaran sólo en la memoria de mi móvil, sino también y sobre todo en la memoria interna de mis meninges. Sólo no me vi como el típico turista japonés el primer y el último día de mi estancia en Buenos Aires, cuando me reuní con unos entrañables amigos argentinos (Eli, María y Gabriel), con los que compartí verbo, compañía, paseo diletante por ciertos barrios de Buenos Aires y, por supuesto, el tradicional asado en la mansión de María. Todo, “slowly”, sin prisas, sin agobios, sin ser esclavos del reloj.

Viajar-viajero vs. Turistear-turista

Para los lingüistas, los “sinónimos totales” (palabras que significarían lo mismo), en principio, no existen. Lo que existe son los “sinónimos parciales” y, por eso, para designarlos, solemos utilizar el término de “parasinónimos” (palabras que tienen un significado muy próximo). Un ejemplo que ilustra esto son los nombres “viajero” y “turista” y los verbos “viajar” y “hacer turismo” (“turistear”) que, a pesar de tener algunos rasgos semánticos comunes o de ser utilizados indistintamente en la comunicación cotidiana, tienen significados diferentes.

En todo el mundo desarrollado y principalmente en la época estival, se producen desplazamientos masivos de gentes. Hasta bien entrado el siglo XX,  para referirse a estas migraciones,  se hablaba de “viajar” y de “viajero”. Ahora bien, a medida que avanzaba el siglo XX y con la democratización y la masificación de los desplazamientos, se fue imponiendo el uso generalizado de “hacer turismo” (“turistear”, en América Latina) y de “turista”. En ambos casos, se trata de trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio. Ahora bien, estos términos no son intercambiables ni sinónimos. Sin ánimo de ser exhaustivo, sólo quiero dar algunas pinceladas para ilustrar esta dicotomía.

Viajar y viajero

El “viajero” que se precie no actuará como el “turista japonés”, sino todo lo contrario. Ser viajero hoy es conservar ciertas actitudes, preocupaciones y objetivos del “viajero ilustrado” del siglo XVIII o del “viajero romántico” del siglo XIX. Para el “viajero ilustrado”, el viaje era un ejercicio para el intelecto, que reportaba beneficios cognitivos y materiales, tanto personales como sociales, (cf. Charles Darwin, A. von Humboldt, etc.). Para el “viajero romántico”, el “viaje” era salirse de los moldes establecidos, era ir a la búsqueda de los orígenes, de las tradiciones, de lo exótico, de la naturaleza, de las vivencias que ofrece el camino y el azar. En “El Emilio”, Rousseau ya defendía la necesidad de viajar, como parte integrante de la educación de los jóvenes. Por eso, en Francia, se afirma tradicionalmente que “le voyage forme la jeunesse”.

El viajero de hoy se desplaza buscando también un mundo nuevo, distinto, enriquecedor, en el que pueda entrar en contacto y en comunicación con lo otro y con el otro, en un mundo, como diría Fray Luis de León, “alejado del mundanal ruido”. Su objetivo no es seguir un rígido itinerario preestablecido, ni conocer el mayor número de lugares posibles, sino disfrutar al máximo de cada lugar donde esté y de con quien esté. Esta forma de viajar está tomando cada vez más fuerza, en detrimento del turistear y del turismo de sol y playa.

Turistear y turista

El “turista”, sin embrago, “viaja por placer, sin más, visitando varios lugares en poco tiempo”, RAE “dixit”. Ser turista no implica necesariamente “ser viajero” en sentido clásico y tradicional (cf. ci-dessus). Además, el turista busca un placer previsto y planificado de antemano en la hoja de ruta a seguir en el folleto de la agencia de viajes o de la turoperadora. Así, el turista no pone su imaginación a trabajar y su deseo de aventura queda muy limitado o simplemente anulado. Ejemplos paradigmáticos son, por ejemplo, el crucerista que navega sin ver ni conocer nada en todo el viaje; el turista irlandés en Fuengirola, que no abandona el campo de golf durante toda su estancia; o los aficionados de futbol que acompañan simplemente a sus equipos y sólo tienen ojos para éstos.

Sin ánimo de caricaturizar, para demasiados turistas, “turistear” (término peyorativo, como el “españolear” de los 60) es poder decir “yo estuve allí”, es hacerse selfis con gestos simiescos o “mandrilescos” y, luego, colgarlos en las redes sociales, cual pavo real, para envidia de conocidos o desconocidos.

Por eso, para cada vez más gente, el “hacer turismo” (“turistear) es vivido como una degradación del “viajar”, a causa de la masificación que destruye no sólo el ecosistema de los lugares visitados sino también el placer de viajar y la posibilidad de confraternizar. En efecto, el turismo de sol y playa de las costas españolas, los viajes a ciertas ciudades turísticas (Roma, Venecia, etc.), el Camino Frances del Camino de Santiago, etc. son ejemplos que disuaden a los verdaderos viajeros, que buscan, cada vez más, otras alternativas.

El que mucho abarca poco aprieta

Según esta paremia tradicional, lo importante, cuando se viaja, no es la cantidad (lo propio del turista) sino la calidad y la intensidad de las vivencias, que caracterizan al viajero; ni tampoco lo “quick” (rápido) sino lo “slow” (despacio). Por eso, parece razonable afirmar que habría que “viajar” y “ser viajero”, dejando para Vicente, que va como y donde va la gente, el “turistear” y el “ser turista”. En efecto, el cuerpo humano está hecho para moverse a 8km/h. Ahora bien, si utilizamos medios de comunicación modernos y cada vez más rápidos (coches, trenes, aviones, etc.), nuestra participación sensorial del viaje decrece progresivamente hasta desaparecer, provocando unas vivencias irreales. Por eso, para vacunarnos contra esto y antes de planificar nuestros futuros viajes, no estaría de más rumiar estas citas anónimas, para ser “viajero” y “viajar” ; y no para ser “turista” y “turistear”: “Los viajeros eligen rutas, no destinos”. “Un turista mira, un viajero vive”. “Los viajeros ven lo que quieren ver. Los turistas ven lo que han venido a ver”.

 © 2023 - Manuel I. Cabezas González

https://honrad.blogspot.com/

Publicado también en Voz Ibérica, Bembibre Digital, Alerta Digital, Las Voces del Pueblo, Bierzo Diario, Press Digital, InfoHispania, La Paseata, El Confidencial Digital, Insurgencia Magisterial, Diario 16, ÑTV España, La Mar de Onuba, Revista Rambla, Periodista Digital, Vegamedia Press, Multiforo.eu, La Tribuna del País Vasco, Off The Record, Cerdanyola al Día, Confilegal y Catalunya Press.

 2 de diciembre de 2023

5 comentarios:

  1. Aunque lo tengo a medio 'viajar', mi blog es amadorgarciacarrasco.wordpress.com y adalidcultural.wordpress.com
    Esta entrada de tu blog es mucho más importante de lo que quizás parezca, por su mensaje sencillo, de entrada. ¡Cómo cambiaríamos, a mejor, de seguirlo! Gracias.

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    1. Estimado Amador:

      · Gracias por haber apreciado mi reflexión sobre el “VIAJAR” y el “TURISTEAR”. Mis vivencias argentinas me llevaron a reflexionar sobre ello y a verbalizar mis reflexiones.

      · Gracias igualmente por haberme proporcionado las direcciones de tus dos blogs (amadorgarciacarrasco.wordpress.com y adalidcultural.wordpress.com), donde desgranas tus cogitaciones. Serán dos lugares donde haré, como dice mi amigo Ramón Fanés, “viajes de inmersión”.

      Un cordial saludo.

      Manuel I.
      13.12.2023

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  2. ¡Qué bonito artículo! Desgraciadamente yo pospongo viaje tras viaje. Y no por falta de ganas, sino de tiempo. Por eso ya no camino, no me desplazo a 8 km/h, sino a 3 km/h o incluso, a 2 km/h. Simplemente, me he hecho adicto del paseo, que es otra forma de viajar, más pedestre si tú quieres, pero muy efectiva si la ejercitas en compañía. Es una mezcla de observación y tertulia griega y bien llevada, produce unos efectos salutíferos que perduran en el recuerdo sin la aglomeración del que, tras la ventana del tren, ve pasar imágenes. Otra forma de viajar, sólo para aquellos que no tienen medios, o para esos que demuestran una creciente inquietud, es la práctica del viaje interior. Este, que es un paraje lleno de sorpresas, no deleita con paisajes llenos de hermosura, sino que te introduce en un mundo espiritual que considero es necesario descubrir. Se trata de un viaje solitario en el que el bagaje es uno mismo. Lo bueno del viaje interior es que no te deja indiferente, algo que también es condición en los viajes por el mundo. Hace que tomes decisiones, que elijas los caminos, que te pronuncies con seguridad. La diferencia está en que aprendes a vivir contigo mismo en un primer plano, a aceptarte, mientras que en un viaje por el mundo te centras en las instantáneas que se suceden, una tras otra, con la dificultad que implica recordarlas y almacenarlas todas. Es una película narrada en donde el espectador acude, por primera vez, a vivencias que afectan a sus cinco sentidos. Por último está el viaje de inmersión, ese que se produce cuando te metes en el viaje de otro y lo vives como si fuera tuyo. Algo que pasa con la lectura de tu artículo, con el mismo estudio de materias interesantes o con la vida narrada a través de personajes en buenas novelas, libros de poesía o vivencias teatrales. Esos viajes, que generalmente sí son indelebles, también fortalecen el espíritu y lo transportan a la cima de la delicia. Aunque a pesar de todo, he de confesar que espero el momento de partida física indefinida. No saber qué pueda pasar mañana, encontrarme con lo diferente, sin identificación alguna, dejarme llevar por otras realidades distintas. Ese viaje que anhelo me gustaría hacerlo con algún experto, sin cámara de fotos pero tomando notas, apuntes, bocetando, componiendo. Porque la nueva realidad siempre será motivo de inspiración y qué mejor manera de vivirla, que hacerlo en compañía.

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  3. Estimado Ramón:

    · En tu comentario has dado todo un recital epistemológico sobre los significados del término “viaje”. Ha sido una gozada poder leer tus sesudas reflexiones, que hunden sus raíces en las fuentes greco-latinas, que hidratan y nutren nuestra cultura europea aunque, cada vez más gente, no lo vea.

    · Por un lado, hablas del “viaje por el mundo”, que implica un desplazamiento por el espacio físico. Según tú, ya no viajas y caminas muy poco. Como desvelas, tu eres, más bien, un “adicto del paseo”, que propicia “la observación y la tertulia griega, en compañía”. Creo que tu elección del “paseo” demuestra que estás en el camino que conduce a la sabiduría. En efecto, eres un peripatético (alguien “que pasea”) en compañía. Así enseñaba Aristóteles y, por eso, su filosofía ha sido tildada de peripatética.

    · Por otro lado, citas el “viaje interior”, en el que el objeto de descubrimiento y conocimiento es uno mismo: loable y gratificante objetivo donde los haya. Este tipo de viaje me ha hecho pensar en esa cita atribuida a los Siete Sabios de Grecia (una vez más, nuestras raíces) y que reza así: “Conócete a tu mismo”. Este viaje es un viaje obligado que, por desgracia, muy pocos hacen.

    · Y, finalmente, hablas del “viaje de inmersión”, que se produce cuando uno es el polizón en el viaje de otro, gracias a la lectura de “buenas novelas, libros de poesía o vivencias teatrales” o artículos de prensa o redes sociales. A propósito de este tipo de viaje, hace algunas semanas, descubrí que alguien hablaba de “viaje de papel”, que es el medio de viajar de aquellos que no tienen posibles para coger el coche, el tren, el avión o el barco. Por eso, el que no viaja es porque no quiere.

    · Gracias por no dar puntada sin hilo. Un abrazo y hasta pronto.

    Manuel I.
    12 de diciembre de 2023

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  4. Para algunas este artículo se puede transformar en varios artículos dependiendo de la intencionalidad, llenos de fotos que es lo que anima a visitar el sitio, o a escribir un libro con la experiencia vívida, si es que hubiera algo realmente destacable que te ha marcado en el viaje.
    Lo de diferenciar el turisteo, de viajar por necesidad, cultural o de otra índole, necesitaria otro artículo más pausado
    Saludos

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