martes, 29 de septiembre de 2015

DIME QUÉ LEES Y TE DIRÉ…



· En un texto reciente describí cómo lee “El lector mariposa” que utiliza las TIC. Y dejé para otra ocasión la respuesta a las otras dos preguntas que se planteó André Gide, en relación con  ciertos alfabetos-lectores”, y que él formuló así: “Ante ciertas personas, uno se pregunta: ¿qué leerán, cuánto leerán y cómo leerán? Después de ocuparnos del “cómo”, hoy vamos a retomar el tema de la lectura, para centrarnos en el “cuánto” y en el “qué” leen aquellos que leen.

· La comunicación es una necesidad para la salud mental del ser humano. Ahora bien, tanto en esa comunicación en diferido que es la lectura como en la comunicación “tête à tête”, la calidad, la variedad, la cantidad y el contenido de los mensajes son determinantes para alimentar, de forma equilibrada, nuestras meninges y favorecer así la adquisición y el desarrollo de nuestras competencias lingüísticas, intelectuales, sociales, etc. En efecto, como lo dejó escrito Ramón y Cajal, “el cerebro es como una máquina de acuñar moneda. Si echas en ella un metal impuro, obtendrás escoria. Si echas oro, obtendrás moneda de ley”. Por eso, Vargas Llosa no tiene reparos en afirmar que, para ser un “buen lector” y no un “simple lector” (o “leedor” o “veedor”, como diría Pedro Salinas), no basta con leer cualquier tipo de texto, sino que hay que hacer “buenas lecturas”. Sólo así la lectura perjudicará seriamente la ignorancia del lector y será un antídoto contra ésta.

· ¿Cuánto se lee en España? Según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), en la España de hoy, el 55% de los españoles no leen nunca o sólo lo hacen a veces, pero jamás han leído un libro. Y para más inri no buscan excusas, sino que se vanaglorian de ello: leer no les gusta y no les interesa; además, es algo superfluo para ellos y prefieren dedicar el tiempo en otras cosas más útiles, divertidas y placenteras; y también añaden la falsa coartada de que no tienen tiempo.

· Sin embargo, entre aquellos que saben leer y leen, sólo una pequeña minoría son auténticos “lectores”. Efectivamente, a pesar de que la oferta viva de libros supere el medio millón, los que practican la lectura (mucha o poca) en España leen —de media— 8,6 libros por año, cuando en Finlandia la cifra sube a 47 (casi seis veces más). Por lo tanto, la inmensa mayoría de los españoles que practican la lectura leen muy poco. Y además, leen textos sin músculo que, hace algunas décadas, eran calificados de “literatura de quiosco” y que Vargas Llosa tilda de “basura”. Por eso, estos lectores pueden ser calificados de “leedores” o “veedores”, que Pedro Salinas compara con los anfibios que “entran y salen de lo leído […] sin saber nunca a derechas donde se andan”.

· Estos datos denotan, según el Presidente de la FGEE, que el hábito y el índice de lectura no han crecido en España al mismo ritmo que la riqueza y el desarrollo. Por este motivo, se permite afirmar que “hemos pasado del burro al AVE, pero no leíamos mucho en burro y no mucho en AVE”. Por otro lado,  esta desafección por la lectura hace que, cada día, cierren 2 librerías en España; sólo en 2014, se abrieron 226, pero se cerraron 912, con un saldo negativo de 686 librerías menos. Y esto es un mal augurio para la salud de la lectura.

· ¿Qué leen los “leedores” o “veedores”? Dejemos de lado a los minoritarios y auténticos lectores, que leen mucho y hacen “buenas lecturas”. Y escuchemos al Presidente del Gremio de Editores o echemos un vistazo a las listas de los libros más vendidos, para ver qué leen los “leedores” o “veedores”. Para los propios editores —que han aplicado en sus  políticas editoriales el principio de José Manuel Lara Hernández, según el cual “nunca se debe confundir el catálogo (el negocio) de la editorial con la biblioteca personal (la cultura)”la respuesta es clara y contundente: la inmensa mayoría de los pocos libros que consumen los “leedores-veedores” son de pésima calidad. Y van desde los best sellers prefabricados, que avergüenzan a los genuinos profesionales de la pluma, hasta los panfletos de autoayuda, que sólo ayudan a llenar los bolsillos de sus autores y de los editores.

· ¡Qué razón tenía Maruja Torres cuando verbalizó, a propósito de estos panfletos y best sellers: “Algunos leen libros de autoayuda; otros simplemente leemos para auto-ayudarnos”. Y así nos va el pelo, como ciudadanos y como sociedad: sin brújula, sin faros, sin luces y sumidos en las tinieblas de la ignorancia, somos engañados y manipulados, una y otra vez, por los de la casta política o financiera o por cualquier hijo de vecino, cuando para nuestra revolución [o regeneración] no hacen falta otras armas que el libro y la palabra”, según D’Alembert, citado por Pérez-Reverte en Hombres Buenos.

· Basta también con consultar las listas de los libros más vendidos para llegar a la misma conclusión sobre la calidad de los libros más leídos. Tengo que reconocer, y me avergüenzo de ello, que he sido, en dos ocasiones, “leedor-veedor”. Confieso que he sido infiel a los clásicos (griegos, latinos, españoles, franceses,…) y que he pecado al leer, sólo por curiosidad, dos best sellers, ejemplos paradigmáticos de libros-basura de tramas policiales y de fantasías sexuales. El último, las Cincuenta sombras de Grey, este verano de 2015.

· Después de leer, hace años, el primero (Código Da Vinci) y ante la decepción y frustración que sufrí, tomé la decisión firme de nunca más perder el tiempo leyendo un nuevo superventas. Pero, como la carne es débil, volví a las andadas, este verano, cayendo en las redes de Cincuenta sombras de Grey, que una amiga (?) me prestó. Estos engendros y abortos lingüísticos —por sus intrigas banales y sin nervio; y por la prosa rastrera y renqueante destilada— son como el agua, que es descrita por los químicos como un producto sin olor, ni color, ni sabor.

· Por lo que respecta al bodrio “Cincuenta sombras de Grey” (editorial Grijalbo), quiero dejar constancia de que la intriga es repetitiva y previsible; y lo que es “repetitivo” cansa; y lo que es “previsible” carece de interés y no es informativo. Por otro lado, la autora hace gala de un léxico liliputiense y acumula, página a página, latiguillos estúpidos y sin sentido, que denotan una miseria lingüística, que la descalifica para el oficio de “escribidor”.

· En efecto, en cada página, la narradora repite sin cesar las mismas muletillas: “frunce” el ceño o los labios o la boca; o “se sonroja”; o “¡¡¡uau!!!”; o “pone los ojos en blanco”; o “piensa en la diosa que lleva dentro”; o “se muerde el labio inferior”; o “gruñe”; o “se le sube el corazón a la boca”, etc. Ante esto, uno se pregunta cómo la editorial Grijalbo no arrojó este anti-texto a ese gran amigo de todo buen escritor, la papelera. Parece que, para esta editorial, ha primado más la cuenta de resultados —aunque haya tenido que dar bazofia de la peor especie a sus lectores— que la calidad del producto ofrecido a los mismos. Por eso, dejo constancia aquí de que nunca más mercaré ninguno de sus productos. Y por eso, coloco a la Editorial Grijalbo entre aquellas que dan gato por liebre.

· Lamento nuevamente el haber puesto los cuernos a los “clásicos” y el haber leído este libro. Por eso, juro y perjuro que, en el futuro, les seré fiel a mis clásicos de toda la vida. Y hago propósito de enmienda citando lo que dijo, en su día, Don Juan Carlos I, para pedir perdón por haberse ido de pendoneo con “la otra”: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir". Si “somos lo que comemos” (Feuerbach), yo añadiría que también “somos lo que leemos”. Y por eso, se podría afirmar: “dime qué lees y te diré quién eres”.

© Manuel I. Cabezas González
manuelignacio.cabezas@gmail.com
Publicado también en Periodista Digital, Bembibre Digital, Las Voces del Pueblo, Red de Blogs Comprometidos, Nueva TRibuna.es, El Diari del Vallès, Periódico El Buscador, Cerdanyola Informa, Tribuna del Páis Vasco, Crónica Popular, Bierzo7, Bierzo Diario y El Espía Digital.
21 de septiembre de 2015

6 comentarios:

  1. Eres un gran "escribidor", amigo Manuel. Espero que mi propensión a la lectura de las novelas de moda y las típicas trilogías que has mencionado no perjudiquen esa sintonía que me consta existe entre nosotros. Me arriesgaré a decirte que, pese a las razones que esgrimes, que puedo apoyar, confieso que me son de mayor divertimento esas mediocridades para el enfoque de lectura relajada que normalmente pretendo disfrutar en mis ratos de ocio. Un abrazo, amigo.

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    1. Estimado Javier:

      • Para aquellos que hemos mamado en las ubres de la cultura francesa, es sagrado el lema revolucionario que reza así: “liberté, égalité, fraternité”. Se trata de tres valores fundamentales y por este orden. Por eso, los lazos de amistad y la sintonía mutua están por encima de cualquier contingencia o avatar.

      • Precisado esto, creo que no debemos olvidar la cita de Ramón y Cajal, que doy en mi texto: “el cerebro es como una máquina de acuñar moneda. Si echas en ella un metal impuro, obtendrás escoria. Si echas oro, obtendrás moneda de ley”. Además, hace unos días leí algo sobre la lectura que lleva también el agua a mi molino y que te cito para tu reflexión: “la lectura es la forma en que la gente instala un nuevo software en su cerebro”. En los dos casos, hay que hacer “buenas lecturas” y no cualquier lectura.

      Un cordial saludo,

      Manuel I.

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  2. Los Best Sellers americanos pierden con la traducción; uno que vale leer en su idioma es Stephen King, sólido prosista. Pierde con las traducciones.

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    1. Estimado Bucker 12529:

      • El problema que plateo en mi texto no es un problema de traducción, aunque las traducciones son, en general y por principio —como tú afirmas— malas. En efecto, las condiciones en las que trabajan los traductores de textos de este tipo no son las adecuadas y tienen que trabajar a destajo, para que la actividad traductora les sea rentable económicamente. Y, después, pasa lo que pasa: traducciones listas para tirar a ese amigo de todo buen escritor o traductor: la papelera.

      • El busilis se encuentra en la naturaleza de los best seller: productos característicos de la obsolescencia programada, diseñados única y exclusivamente, para ser publicitados y para obtener pingües beneficios crematísticos; y no para abrir los ojos y formar a los lectores.

      Un cordial saludo,

      Manuel I.

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  3. Hola Manuel,
    Tu persistencia y tu crítica siempre son de mi agrado, pero en este caso debo diferir un poco de lo que escribes. "No pensaré como tú, pero daré mi vida para que puedas pensar como lo haces" (Abraham Lincoln). Pues así me siento yo. Soy un amante de los clásicos: griegos, latinos, españoles, rusos, franceses, etc..., pero "no solo de pan vive el hombre, mon amie...". De vez en cuando es bueno valorar y disfrutar de un "más vendido" y relajarse en verano, a la sombra de un chiringuito de playa, sin tener que dedicar al libro la atención de un incunable. Creo que has ido de un extremo al otro. Leer a Ken Follet no creo que sea menospreciar la lectura, por ejemplo, y aunque Dan Browm se que no es de tu especial interés, no deja de ser una buena guía de viajes para según que ciudades,
    Como siempre, a pesar de los comentarios, sigue así, en tu línea, que siempre es un placer leerte.
    Un saludo.

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    1. Estimado Antonio:

      • Es muy gratificante saber que siempre estás al otro lado de pantalla, dispuesto a entrar en comunicación conmigo y con los lectores de Honestidad Radical aunque a veces, como es el caso hoy, discrepemos. A pesar de esto, yo comulgo también con tu cita de Abraham Lincoln que, desde el siglo XVIII fue atribuida a Voltaire: "No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla".

      • Ahora bien, yo discrepo igualmente con tu punto de vista sobre “los libros más vendidos”. Ante el desequilibrio enorme entre los millones de libros que se podrían leer y el tiempo limitado y raquítico del que disponemos, yo no estoy dispuesto a perder más tiempo leyendo libros que han sido publicados simplemente para hacer caja y no para abrir los ojos de los lectores.

      • Además, creo que la cantidad de libros leídos no debe ser ni es un objetivo de los auténticos lectores. Pienso que debe primar la calidad sobre la cantidad. En relación con esto, no es ocioso recordar la cita de François Mauriac que dice: “‘Dime lo que LEES y te diré quien eres’, eso es verdad, pero te conoceré mejor si me dices lo que RELEES”.

      Un cordial saludo,

      Manuel I.

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