El hombre capaz de dominar muchas artes, muchas técnicas y toda la sabiduría de una época histórica, como fue el caso de ciertos personajes del Renacimiento (por ejemplo, el polímata florentino Leonardo da Vinci), no existe. Como se canta en la zarzuela “La verbena de la Paloma”, “la ciencia avanza que es una barbaridad”. Por eso, hoy, el conocimiento es inabarcable por un solo hombre; y la especialización es, cada vez más y en todos los campos, una realidad. Así, es lógico, razonable y habitual en el caso de personas con poder y mucha responsabilidad que se rodeen de asesores y de personas de confianza, bien formados y especialistas en algún campo del saber y del hacer.
Ahora bien, una cosa es esta saludable y simbiótica colaboración-asesoramiento y otra muy diferente el “hiperasesoramiento” de Pedro Sánchez, de sus ministros y, en general, de la casta política española. Consideremos diacrónicamente este fenómeno desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, desde el inicio de la Transición política (1978) en España. Y analicemos contrastivamente lo que sucede en algunos países de nuestro entorno (Reino Unido y Francia, por dar sólo dos ejemplos).
Datos cuantitativo(s) sobre la hiperinflación de los asesores
Desde Felipe González hasta Pedro Sánchez, pasando por J.M. Aznar, J.L. Rodríguez Zapatero y M. Rajoy, el número de asesores y el personal de confianza del Ejecutivo no ha cesado de aumentar progresivamente, provocando una hipertrofia de asesores en los últimos 30 años. En efecto, se pasó de los 445 asesores de Felipe González (en 1995) a los 869 de Pedro Sánchez (en 2023), casi el doble. Con J.M. Aznar (2003), había 450; con J.L. Rodríguez Zapatero (2010), 663; y con M. Rajoy (2017), 595. Según estas cifras, las mayores subidas del número de asesores se han producido en los Gobiernos del PSOE y principalmente en el de Pedro Sánchez (con 22 ministerios, nada menos). En julio de 2023, había 274 asesores más que los que había en La Moncloa cuando Pedro Sánchez llegó al poder en 2018.
Ahora bien, 444 asesores, más de la mitad de los asesores actuales del Ejecutivo español, son asesores de P. Sánchez y de F. Bolaños, i.e. de la Presidencia del Gobierno. Y La Moncloa acaba de batir un nuevo récord con la creación de la ONAC (Oficina Nacional de Asesoramiento Científico) y la incorporación de 50 asesores científicos. Además, para cuantificar la legión de asesores de La Moncloa, habría que añadir el personal del llamado Gobierno en la Sombra, compuesto por tres nuevos organismos (Oficina de Asuntos Económicos y G20, Secretaría General de Asuntos Exteriores y el Departamento de Asuntos Culturales).
A estos asesores del Gobierno de España (i.e. Moncloa y diferentes ministerios), habría que añadir también los asesores de los Gobiernos de las 17 taifas-CC.AA. y de los parlamentarios tanto nacionales como autonómicos. En resumen, todos estos datos dan cifras meteóricas de asesores o personal de confianza, que nos ponen a la cabeza de las naciones de nuestro entorno. Y esto supone un coste y un despilfarro de recursos (de media, unos 68.200€, que no es moco de pavo, por asesor del Gobierno de España), que van cada vez a más y sin control.
El actual y desmesurado número de asesores del Gobierno España no resiste un análisis contrastivo con lo que sucede en dos países de nuestro entorno: Reino Unido (R.U.) y Francia, por dar sólo dos ejemplos ilustrativos. En el Reino Unido, el Gobierno completo tiene sólo 117 asesores (contra los 494, sólo la Presidencia de la Moncloa: P. Sánchez y F. Bolaños; y 869, todo el Ejecutivo español), a pesar de que el Reino Unido tiene 20 millones más de ciudadanos y un PIB que es el doble del español. En Francia, pasa lo mismo. Macron tiene sólo 59 asesores (8 veces menos que Sánchez y Bolaños juntos) y los distintos ministerios franceses, 352. Y esto sucede aunque Francia tiene también unos 20 millones de habitantes más que España y un PIB que es el doble del español.
Análisis cualitativo de la hiperinflación de los asesores en el Ejecutivo español
Cuando un Gobierno tiene que rodearse de un ejército de asesores, cada vez mayor (cf. datos numéricos “ut supra”), eso significa que los que ejercen el poder son unos indocumentados y, como hubiera dicho Michel de Montaigne, no tienen la cabeza ni bien llena ni bien organizada. Aunque no hay datos sobre la formación y las competencias de los asesores, ya que la trasparencia informativa sobre esta cuestión no es la regla en el Ejecutivo español, podemos intentar formular —a partir de las consecuencias de sus asesoramientos, que determinan el hacer de la casta política— algunas hipótesis verosímiles sobre ellos (asesorados y asesores actuales).
Por un lado, debemos constatar que los presidentes del Gobierno y los ministros de los sucesivos Gobiernos tienen, cada vez más, una preparación muy deficiente o, simplemente, carecen de ella para desempeñar los cargos que “okupan”. El progresivo incremento cuantitativo de los asesores lo confirma. No hace falta acudir a sus curriculum vitae, de por sí muy elocuentes y demostrativos: un presidente, Pedro Sánchez, vago y semianalfabeto; una Pilar Alegría, ministra de Educación, simple graduada en educación infantil; un Salvador Illa, ministro de Sanidad, licenciado en filosofía; una Irene Montero, ministra de Igualdad, graduada en psicología y que pasó de cajera de supermercado a ministra; un Pablo Iglesias, ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 y vicepresidente primero, graduado en Ciencias Políticas y, sobre todo, agitador y activista social; un J.L. Ábalos, ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, y diplomado de Magisterio;… y suma y sigue. Basta simplemente con observar lo que hacen, lo que dicen, el cómo lo dicen y cómo se contradicen, para suspenderlos, desalojarlos del poder y enviarlos al paro.
Por lo que respecta al ejército de los asesores actuales —si tenemos en cuenta los resultados y las consecuencias de sus asesoramientos en las decisiones de los que los nombraron— parece que son aún más o tan indocumentadas como el que los nombró (Pedro Sánchez o el ministro del ramo). Por un lado, parece que los asesores no pueden hacer sombra ni al Presidente ni a los ministros. Por el otro, en la selección de los mismos, todo parece indicar que no han intervenido criterios objetivos ni competenciales, sino el tener un parentesco con el asesorado, el formar parte del gremio de la casta política socialista o ser amigo o conocido del que realiza los nombramientos digitales. A estos enchufados paniaguados, que no tienen donde caerse muertos, hay que darles, “gratis et amore”, un medio de vida, que les permita vivir gracias el sudor de los ciudadanos trabajadores, sin dar un palo al agua.
Con este material humano (asesorados indocumentados —Pedro Sánchez y su Gobierno— y asesores también indocumentados), no se pueden pedir peras al olmo. Y es lógico que la gestión de la “res pública” y de la democracia española sea un desastre y que los de la casta política mientan, se contradigan y tengan que rectificar sistemáticamente mañana, tarde y noche, para seguir pegados al sillón.
© 2024 - Manuel I. Cabezas González
9 de diciembre de 2024
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