LOS DEL TESO EL ARGATÓN
• Almagarinos es un pueblo del Bierzo Alto. Está colgado, como un nido de águila, en el escarpado acantilado de las Peñas de Aceite, en el margen izquierdo del rÃo Tremor. Por su ubicación, puede ser considerado el vigÃa y la capital del rÃo Tremor. Siendo niño, la salida hacia la civilización se hacÃa por la pista de tierra de las Bárcenas, que conducÃa a Brañuelas, donde se cogÃa el tren. Más tarde, a finales de los 60, con la construcción de la carretera a lo largo del rÃo Tremor y con la democratización del coche, la salida natural se hizo por Torre del Bierzo o, ahora, por Folgoso de la Rivera.
• Entonces, Almagarinos era un hormiguero de gentes, autóctonas o de otras regiones de España, atraÃdas por las minas de carbón, su principal riqueza. HabÃa una economÃa de subsistencia y sin grandes lujos, basada en el trabajo en las minas de carbón, para los hombres; y en la agricultura minifundista y en la ganaderÃa familiar, que dependÃan de las mujeres y, en parte también, de los hombres, cuando volvÃan a casa, después de las duras jornadas laborales en la mina.
• Esta economÃa se fundamentaba en la solidaridad, en la ayuda mutua y en la colaboración recÃproca, que dieron lugar a iniciativas y a soluciones operativas y funcionales. Por un lado, la de la “vecera”, que permitÃa gestionar el cuidado comunitario de los pequeños rebaños familiares de cabras y castrones o de la majada de las vacas, en verano. Según el número de cabezas de ganado, cada familia debÃa guardar el rebaño comunitario una, dos o tres “veces” al mes; de ahÃ, el nombre de “vecera”. Además, hay que mencionar también ciertas labores de labranza, como la siega de la hierba y la del pan (centeno), que se regÃan por el grito de guerra del famoso mosquetero d’Artagnan: “uno para todos, todos para uno”. Por otro lado, se deben citar las majas, que se iniciaban cuando todas las familias habÃan acarreado las gavillas de centeno y las habÃan amontonado en las eras comunales formando medas; pero siempre bajo la batuta del aforismo popular que reza asÃ: “hoy por mÃ, mañana por ti” o viceversa. Hay que referirse igualmente al rito anual de las matanzas (el “samartino”), que tenÃan lugar a lo largo de varias semanas y que eran la ocasión para la confraternización y la ayuda mutua entre familiares y vecinos; en este rito, oficiaba de matarife, siempre muy certeramente, Simeón. Se podrÃan citar otras muchas actividades, en las que la solidaridad y la colaboración eran los mimbres con los que se tejÃa la vida cotidiana en Almagarinos.
• En esta vida comunal de sinergia, jugaba un papel central el tañido de las campanas de la Iglesia. Eran como un reloj social multiusos. Lo mismo anunciaba la salida del ganado: “para arriba” –hacia la montaña– o “para abajo” –hacÃa el valle–, según el tipo de tañido; o tocaba a rebato en caso de incendio; o anunciaba la muerte de algún vecino; o convocaba a los fieles a la casa del Señor; o llamaba a los vecinos a concejo; o simplemente permitÃa a ciertos virtuosos (por ejemplo, Bujaldón o Secundino) ofrecer un concierto profano; o… El repique de las campañas era un lenguaje polisémico, pero al mismo tiempo cooperador y legible, que ritmaba y lubrificaba la vida de Almagarinos.
• Ahora bien, en aquellos años (finales de los 50 y los 60), lo fundamental de Almagarinos eran sus gentes que desgraciadamente, en su mayor parte, descansan ya en el teso El Argatón. Las recuerdo como personas trabajadoras, hacendosas, sacrificadas, siempre “fozando” como “cavadorines”, como decÃa mi madre. Además, estaban muy preocupados y ocupados por la educación de los hijos. Por eso, los que tenÃan familiares o conocidos en la ciudad (León, La Coruña, Ponferrada, Astorga) enviaron a sus hijos a estudiar a colegios o institutos de estos lugares. Y aquellos sin contactos en las poblaciones precitadas los enviaron, como se decÃa entonces, a “estudiar a los frailes”, donde pudieron hacer el bachillerato, antes de comenzar, en muchos casos, a profesar esa particular regla de San Benito de “estudiar y trabajar” al mismo tiempo. Por eso, no es extraño que entre los hijos de los del teso El Argatón, en comparación con los de otros pueblos del valle del rÃo Tremor, abunden los que tienen estudios superiores: un médico, varios ATS, varios maestros y profesores de enseñanzas medias, varios profesores de universidad, varios ingenieros, varios licenciados en derecho, una fÃsica, una periodista, etc. ¡Qué lejos llegaron muchos de sus retoños con tan livianas y raquÃticas alforjas!
• La vida del Almagarinos pretérito ha desaparecido; la solidaridad, la ayuda mutua y la colaboración recÃproca han pasado también a mejor vida. Los hijos de los del teso El Argatón hace tiempo que emigraron hacia otras latitudes próximas (León, Bembibre, Ponferrada, etc.) o más lejanas (otras regiones de España: Bilbao, Madrid y Barcelona, principalmente). Ahora bien, estos hijos pródigos (unos cientos de personas, si contamos sus propios retoños y los brotes verdes de estos últimos) suelen volver, aunque cada vez durante menos tiempo, en las vacaciones estivales de julio y agosto. Hoy, sólo disfrutan de Almagarinos unos 30 vecinos, la mayor parte de ellos jubilados y achacosos.
• A pesar de esto, para algunos, Almagarinos y los del teso El Argatón siempre estarán presentes en nuestro corazón. En efecto, éstos han sido y son todavÃa un ejemplo vivo para todos nosotros. Y de ellos se puede afirmar que han vivido intensamente, dando asà la razón a Julio Llamazares que, en frase lapidaria, afirmó: “La pregunta no es si hay vida después de la muerte; la pregunta es si ha habido vida antes de la muerte”. Mientras recordemos a los del teso El Argatón, siempre estarán vivos ya que, como escribió alguien, “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”.
© Manuel I. Cabezas González
13 de marzo de 2012
Publicado en Leonoticias.com, periodicoelbuscador y Cerdanyola info.
• Acabo de recibir y tengo ante mà el nº 23 de El Buscador, abierto por la página 10, en el que he debutado como colaborador habitual, estrenando una nueva sección, bautizada con el nombre “uno de Almagarinos”. Leer el nombre de Almagarinos ha provocado en mà el mismo efecto que la “magdalena de Proust”. El nombre de mi pueblo, Almagarinos, me ha transportado al pasado, a cuando era niño. Y este viaje al pasado me ha hecho rememorar personas, vivencias, recuerdos, visiones, sabores, olores, etc. que tenÃa adormilados en el desván de mi memoria. Por eso, en ésta, mi segunda colaboración, quiero referirme a la época de mi niñez y a todos aquellos que pasaron a mejor vida y que ya reposan, para siempre, en el “teso el Argatón” (lugar habilitado, en mi niñez, para el nuevo camposanto).
• Almagarinos es un pueblo del Bierzo Alto. Está colgado, como un nido de águila, en el escarpado acantilado de las Peñas de Aceite, en el margen izquierdo del rÃo Tremor. Por su ubicación, puede ser considerado el vigÃa y la capital del rÃo Tremor. Siendo niño, la salida hacia la civilización se hacÃa por la pista de tierra de las Bárcenas, que conducÃa a Brañuelas, donde se cogÃa el tren. Más tarde, a finales de los 60, con la construcción de la carretera a lo largo del rÃo Tremor y con la democratización del coche, la salida natural se hizo por Torre del Bierzo o, ahora, por Folgoso de la Rivera.
• Entonces, Almagarinos era un hormiguero de gentes, autóctonas o de otras regiones de España, atraÃdas por las minas de carbón, su principal riqueza. HabÃa una economÃa de subsistencia y sin grandes lujos, basada en el trabajo en las minas de carbón, para los hombres; y en la agricultura minifundista y en la ganaderÃa familiar, que dependÃan de las mujeres y, en parte también, de los hombres, cuando volvÃan a casa, después de las duras jornadas laborales en la mina.
• Esta economÃa se fundamentaba en la solidaridad, en la ayuda mutua y en la colaboración recÃproca, que dieron lugar a iniciativas y a soluciones operativas y funcionales. Por un lado, la de la “vecera”, que permitÃa gestionar el cuidado comunitario de los pequeños rebaños familiares de cabras y castrones o de la majada de las vacas, en verano. Según el número de cabezas de ganado, cada familia debÃa guardar el rebaño comunitario una, dos o tres “veces” al mes; de ahÃ, el nombre de “vecera”. Además, hay que mencionar también ciertas labores de labranza, como la siega de la hierba y la del pan (centeno), que se regÃan por el grito de guerra del famoso mosquetero d’Artagnan: “uno para todos, todos para uno”. Por otro lado, se deben citar las majas, que se iniciaban cuando todas las familias habÃan acarreado las gavillas de centeno y las habÃan amontonado en las eras comunales formando medas; pero siempre bajo la batuta del aforismo popular que reza asÃ: “hoy por mÃ, mañana por ti” o viceversa. Hay que referirse igualmente al rito anual de las matanzas (el “samartino”), que tenÃan lugar a lo largo de varias semanas y que eran la ocasión para la confraternización y la ayuda mutua entre familiares y vecinos; en este rito, oficiaba de matarife, siempre muy certeramente, Simeón. Se podrÃan citar otras muchas actividades, en las que la solidaridad y la colaboración eran los mimbres con los que se tejÃa la vida cotidiana en Almagarinos.
• En esta vida comunal de sinergia, jugaba un papel central el tañido de las campanas de la Iglesia. Eran como un reloj social multiusos. Lo mismo anunciaba la salida del ganado: “para arriba” –hacia la montaña– o “para abajo” –hacÃa el valle–, según el tipo de tañido; o tocaba a rebato en caso de incendio; o anunciaba la muerte de algún vecino; o convocaba a los fieles a la casa del Señor; o llamaba a los vecinos a concejo; o simplemente permitÃa a ciertos virtuosos (por ejemplo, Bujaldón o Secundino) ofrecer un concierto profano; o… El repique de las campañas era un lenguaje polisémico, pero al mismo tiempo cooperador y legible, que ritmaba y lubrificaba la vida de Almagarinos.
• Ahora bien, en aquellos años (finales de los 50 y los 60), lo fundamental de Almagarinos eran sus gentes que desgraciadamente, en su mayor parte, descansan ya en el teso El Argatón. Las recuerdo como personas trabajadoras, hacendosas, sacrificadas, siempre “fozando” como “cavadorines”, como decÃa mi madre. Además, estaban muy preocupados y ocupados por la educación de los hijos. Por eso, los que tenÃan familiares o conocidos en la ciudad (León, La Coruña, Ponferrada, Astorga) enviaron a sus hijos a estudiar a colegios o institutos de estos lugares. Y aquellos sin contactos en las poblaciones precitadas los enviaron, como se decÃa entonces, a “estudiar a los frailes”, donde pudieron hacer el bachillerato, antes de comenzar, en muchos casos, a profesar esa particular regla de San Benito de “estudiar y trabajar” al mismo tiempo. Por eso, no es extraño que entre los hijos de los del teso El Argatón, en comparación con los de otros pueblos del valle del rÃo Tremor, abunden los que tienen estudios superiores: un médico, varios ATS, varios maestros y profesores de enseñanzas medias, varios profesores de universidad, varios ingenieros, varios licenciados en derecho, una fÃsica, una periodista, etc. ¡Qué lejos llegaron muchos de sus retoños con tan livianas y raquÃticas alforjas!
• La vida del Almagarinos pretérito ha desaparecido; la solidaridad, la ayuda mutua y la colaboración recÃproca han pasado también a mejor vida. Los hijos de los del teso El Argatón hace tiempo que emigraron hacia otras latitudes próximas (León, Bembibre, Ponferrada, etc.) o más lejanas (otras regiones de España: Bilbao, Madrid y Barcelona, principalmente). Ahora bien, estos hijos pródigos (unos cientos de personas, si contamos sus propios retoños y los brotes verdes de estos últimos) suelen volver, aunque cada vez durante menos tiempo, en las vacaciones estivales de julio y agosto. Hoy, sólo disfrutan de Almagarinos unos 30 vecinos, la mayor parte de ellos jubilados y achacosos.
• A pesar de esto, para algunos, Almagarinos y los del teso El Argatón siempre estarán presentes en nuestro corazón. En efecto, éstos han sido y son todavÃa un ejemplo vivo para todos nosotros. Y de ellos se puede afirmar que han vivido intensamente, dando asà la razón a Julio Llamazares que, en frase lapidaria, afirmó: “La pregunta no es si hay vida después de la muerte; la pregunta es si ha habido vida antes de la muerte”. Mientras recordemos a los del teso El Argatón, siempre estarán vivos ya que, como escribió alguien, “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”.
© Manuel I. Cabezas González
13 de marzo de 2012
Publicado en Leonoticias.com, periodicoelbuscador y Cerdanyola info.
Leer este artÃculo me ha retrotraÃdo a mi niñez, cuando pasaba los agostos en el barrio del Candil.
ResponderEliminarAunque nacà y me crié en Valencia, llevo a Almagarinos en el corazón: es el pueblo en el que nació mi padre y es donde pasaba ininterrumpidamente los veranos hasta los primeros años de mi juventud.
Hace ya bastante tiempo que no voy por allÃ. A ver si me acerco en breve (con mis padres o con los amigos), porque ya va siendo hora de volver a pasear por allà y de visitar los pueblos de alrededor, asà como de disfrutar de la gastronomÃa berciana.
Gracias por haberme traÃdo este buen recuerdo a la memoria.
Un saludo,
Jose Navarro
José,
Eliminar· En Almagarinos te hemos echado de menos, tanto a ti como a tu hermano. Almagarinos bien vale un verano o unas semanas o unos dÃas, aunque la gente de hoy no es como la de antes.
· Sé, por tu padre, "Navarrete" (asà lo llamábamos y lo llamamos aún hoy), que estás trabajando en Barcelona. EnvÃame un correo y quedamos. Yo vivo en Cerdanyola.
Un cordial saludo y hasta pronto, espero,
Manuel I. Cabezas