sábado, 1 de agosto de 2020

CONTROL, MANIPULACIÓN Y SECUETRO DE LAS REDES SOCIALES


Corrían los primeros días de julio de 2008 cuando asistí a una conferencia de Manuel Jiménez de Parga en el Colegio de Abogados de Barcelona. El profesor, ex ministro y ex magistrado del TC disertó sobre el “régimen parlamentario” español que, a pesar de las previsiones constitucionales y como ha sucedido en otros países, se ha metamorfoseado en “régimen presidencialista”. Para él, esta transformación era la consecuencia de dos factores.

Por un lado, puso el acento sobre el tipo de partidos que existe en España y que él tildó de “partidos de empleados”. En estos partidos, los militantes y los electos son, en general, personas sin oficio reconocido y cuya biografía laboral y profesional se reduce a la vida en el partido. Por eso, están domesticados y son sumisos a los dictados del presidente del partido o del Gobierno, que puede meterlos o no en las listas; o darles o no un cargo. De estos polvos, los lodos del sistema presidencialista.

Y, por el otro, hizo hincapié en el sistema electoral español, caracterizado por tres rasgos: 1. “El bipartidismo”, instaurado provisionalmente para las elecciones de 1977; sin embargo, se convirtió en permanente. Con él, se evitó la “sopa de letras”, pero en detrimento de la representación de las minorías. 2. “Las listas cerradas y bloqueadas”, elaboradas por las cúpulas de los partidos, con candidatos, en general, de preparación y formación deficientes, pero sumisos al jefe del partido, para poder tener un medio de ganarse la vida. Y 3. “Los gastos excesivos de las numerosas campañas electorales”, financiadas por los poderosos (bancos y todo tipo de empresas), a los que hay que agradecerles el detalle, pagándoles después con decisiones y favores políticos. Ahora bien, todo esto pone en entredicho el funcionamiento democrático tanto de los partidos como del Parlamento o del Gobierno.

A pesar de estos hechos tangibles y verificables, según M. J. de Parga, no se trata de estar contra “los” partidos políticos, sino contra “estos” partidos políticos. Por eso, vaticinó el cataclismo que se iba a producir en la vida política española (fin del bipartidismo y nacimiento de nuevos partidos más radicales), como consecuencia de la incompetencia, de la prostitución y del desprestigio de la casta política española. Ahora bien, para instaurar la verdadera democracia, —que no consiste sólo en votar cada 4 años y en soportar los desmanes de la casta política— consideró que iba a ser fundamental el papel de las nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC): móviles, Internet, redes sociales, periódicos digitales y medios de transporte.

Terminada la conferencia, se produjo un animado debate. Y, ante la fe ciega de M. J. de Parga en las TIC, el que suscribe le preguntó: “Si, gracias a estas tecnologías, los ciudadanos fiscalizamos y controlamos la labor de los políticos y nos concertamos para acabar con la ‘democracia formal’ —que nos engaña, nos manipula  y que abusa de nosotros— e intentamos instaurar una ‘democracia real’, ¿cuánto tiempo tardarían los partidos tradicionales del bipartidismo, por un lado, en controlar, en manipular y en censurar las redes sociales (RR. SS); y, por el otro, en utilizarlas para hacernos comulgar con ruedas de molino, para que nada cambie?”.

 Ciberpatrullaje del tráfico en las RR. SS.

Desde la conferencia de M. J. de Parga, han pasado 12 años y los hechos le han dado, en parte, la razón: las RR. SS. han permitido que los ciudadanos se empoderen, permitiéndoles convertirse en fuentes de producción y vectores de difusión de información y de opinión, reservados para los medios de comunicación tradicionales (periódicos, revistas, radios y TV) y para esos seres, hoy desprestigiados, llamados periodistas, que son simplemente, en general, “todólogos” y la “voz de sus amos”. Sin embargo, los hechos le han dado también la razón al que suscribe: ante el empoderamiento de los ciudadanos, el gobierno socialcomunista, presidido por Pedro Sánchez, ha empezado a tomar decisiones para monitorizar, censurar, manipular y utilizar torticeramente las RR. SS.

En efecto, aprovechando que la pandemia del coronavirus pasaba por España y se instalaba en ella, el actual Gobierno socialcomunista  ha situado una amenazadora espada de Damocles sobre nuestra tambaleante democracia, sobre algunos de nuestros derechos fundamentales y nuestra libertad. Por un lado, el art. 36.6. de la denostada y criticada “Ley de Seguridad Ciudadana” de Mariano Rajoy, conocida como 'Ley Mordaza' y aprobada por el PP en 2015, ha sido aplicado más que nunca, en vez de derogarla como prometieron, por el actual Gobierno socialcomunista. Sólo en los 75 días de confinamiento, se han impuesto más de 1,1 millón de multas para sancionar a aquellos que burlaron el confinamiento.

Por otro lado, el también criticado Real Decreto-ley 14/2019, de 31 de octubre —el llamado, en los medios, “Decretazo Digital”— amplia los supuestos en los que el Gobierno de Pedro Sánchez puede intervenir las redes y cortar comunicaciones electrónicas, sin control judicial, ni siquiera a posteriori. En efecto, a los motivos de seguridad pública, de defensa de la vida humana y de emergencia, se añaden los de orden público. Ahora bien, esta intervención del gobierno puede ser considerada como un atentado contra la libertad de expresión y de información. En realidad, cercenar una web o poner cortapisas en las RR. SS. es como poner un mordaza, como proceder al clásico secuestro de publicaciones o al embargo de una imprenta. Por eso, el “decretazo digital” es, en la práctica, afirma Amnistía Internacional, una ley de excepción.

Finalmente, debemos referirnos a las declaraciones de Fernando Grande-Marlaska, a mediados del mes de abril de 2020, en plena crisis del coronavirus, para poner freno a las críticas, a las protestas y al descontento de los ciudadanos españoles a través de las redes sociales. Según el Ministro del Interior, por las redes circulan mensajes “que tratan de intoxicar, causar desasosiego y manipular a la opinión pública”. Por eso, el Gobierno socialcomunista —por medio de las unidades tecnológicas de la Guardia Civil, de la Policía Nacional y de los Servicios Centrales Especializados— monitoriza o “ciberpatrulla” las redes sociales en busca de mensajes, que no son forzosamente ilegales, pero que considera peligrosos y campañas de desinformación, que perjudican la imagen el Gobierno.

Estas declaraciones de Grande-Marlaska han puesto la mosca detrás de la oreja de muchos, ya que son concomitantes con dos iniciativas polémicas, relativas al control de la información en las RR. SS.: por un lado, la limitación del reenvío de mensajes por WhatsApp para, según Facebook, combatir los bulos y las desinformaciones; y, por el otro, el cuestionamiento de ciertas empresas periodísticas (Newtral, Maldita y Efe Verifica), contratadas por Facebook para detectar y desmontar bulos, para luchar contra la desinformación y evitar su propagación por las RR. SS..

En esta coincidencia, algunos han visto un acuerdo o  concertación clara entre el Gobierno de España, Facebook y las empresas verificadoras precitadas para neutralizar las RR. SS. y “desempoderar” a la sociedad civil. Haya habido acuerdo o no entre ellos, es muy pertinente cuestionar las intenciones y las prácticas anunciadas por el ministro de Interior, así como el papel que los propietarios de las RR. SS. juegan a la hora de controlar y difundir informaciones, i.e. a la hora de decidir qué es verdad y qué es mentira.

Sancho, contra la casta política hemos topado

El visionario M. J. de Parga vislumbró, muy certeramente, el potencial liberador de las RR. SS., para militar en favor de una auténtica democracia, más participativa y real. Sin embargo, minusvaloró el poder de reacción de la casta política. Ésta, ante el peligro de perder el pesebre y el cubil, se está defendiendo como gato panza arriba. Para ello, no ha dudado en crear “Ministerios de la Verdad” (oficiales y privados), para que “patrullen” las RR. SS., y en instaurar de facto un “Estado de Vigilancia” o “Estado Orwelliano”, que cercena los derechos fundamentales de expresión y de información, al secuestrar contenidos y/o imponer la censura previa en el comercio lingüístico propiciado por las redes sociales. Y esto, como dice N. Chomsky, “hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros”. Y esto, como afirma Mario Vargas Llosa, es propio de todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, [que] practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información”, poniendo en entredicho la salud democrática de un país.

© Manuel I. Cabezas González

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2 de agosto de 2020

lunes, 29 de junio de 2020

PEDRO SÁNCHEZ, “DR. CUM FRAUDE”


 
“Fake” tesis del Dr. Cum Fraude

· En la Facultad de Letras de la UAB, cada año se publican las “Guías Docentes”. En ellas, los profesores debemos explicitar el objeto, los objetivos, los contenidos, la metodología, la evaluación y la bibliografía de cada una de nuestras asignaturas del “grado” correspondiente. Así, en el momento de formalizar la matrícula, los estudiantes saben en qué va a consistir cada una de las asignaturas de su plan de estudios. 

· En el apartado relativo a la “evaluación”, hay un punto relativo al “plagio”, donde puede leerse “de verbo ad verbum”: “El ‘plagio total o parcial’ de cualquier trabajo será considerado automáticamente como un SUSPENSO (0) del trabajo plagiado. ‘Plagiar’ es copiar, de fuentes no identificadas, un texto, ya sea una sola frase o más, haciendo creer que es una producción propia […] y esto es un delito grave.” (cf. la asignatura “Lengua Francesa Escrita”). Si esta condena del plagio se refiere a los trabajos de los estudiantes de los tres años de cualquier “Grado”, uno puede deducir que la condena y las exigencias deben ser mucho mayores en el TFG (Trabajo Fin de Grado), en el TFM (Trabajo Fin de Máster) y, en particular, en la TD (tesis doctoral), que deben ser obligatoriamente trabajos originales e inéditos.

· Esta cita de las Guías Docentes me permite traer a colación ese tema que ha sido desplazado, arrinconado y olvidado a causa de la pandemia del Covid 19: la manida “fake” tesis doctoral de Pedro Sánchez. Este tema ocupó, durante semanas, las primeras páginas de los medios de comunicación: unos, para defenderlo “à tout prix”, negando la evidencia y no queriendo ver la grave y deliectiva realidad factual; otros, para poner la lupa sobre los plagios de su “fake” tesis, que debe ser siempre, como acabamos de señalar, el resultado de una investigación original e inédita.

· Pedro Sánchez leyó su tesis en 2012, en la Universidad CJC, donde había hecho sus pinitos como profesor. Luego, permaneció secuestrada y oculta. Sólo podía ser consultada “in situ” (UCJC), en soporte papel, a pesar de que la base de datos Teseo del MEC permite el acceso a las tesis leídas. ¿Por qué? Según las buenas o las malas lenguas, para esconder y disimular los plagios que Pedro Sánchez perpetró en ella.

· Cuando los medios descubrieron el engaño de los plagios y empezaron a proporcionar pruebas del latrocinio, se produjo un debate en los medios de comunicación y en las redes sociales. Unos, con el objetivo de justificar lo injustificable y de echar tierra sobre el asunto. Otros, para poner los puntos sobre las íes a la cigarra jaranera, Pedro Sánchez, que se apropió del sudor y de las ideas de ciertas hormigas investigadoras, hacendosas, sacrificadas e infatigables.

· Para determinar si había habido plagio y en qué grado, se utilizaron algunas herramientas informáticas antiplagio, que dieron resultados muy dispares. Ante estos resultados, algunos pretendieron diluir el latrocinio intelectual perpetrado por Sánchez con su tesis y eximirlo del pecado de plagio para que pudiera irse de rositas. Sin embrago, una de estas herramientas (PlagScan) había dado resultados muy eficientes y operativos en otros casos de plagio, en Alemania. En efecto, este detector de engaños había permitido localizar los plagios en las tesis de dos ministros de Angela Merkel, que se vieron obligados a dimitir por este motivo: el Ministro de Defensa, Karl-Theodor Zu Guttenberg, en 2011; y la Ministra de Educación, Annette Schavan, en 2013.

· Según esta herramienta teutona, la tesis de Pedro Sánchez es una genuina “fake” tesis. Producto del “copia-pega”, rezuma plagio por los cuatro costados. En efecto, el 51,9% de la tesis de Pedro Sánchez (unas 177 páginas de las 341) está plagado de plagios, que adoptan formas diferentes: 1. Copiar de verbo ad verbum párrafos enteros de otros autores, sin citarlos; 2. Copiar informes oficiales sin entrecomillar; 3. Parafrasear o hacer un refrito, abusando del lenguaje indirecto, de textos de otros, sin explicitar las fuentes; 4. Duplicar textos del propio Pedro Sánchez ya publicados.

· Todos estos plagios denotan una falta total de “integridad u honestidad académica, intelectual y ética” por parte del ínclito Pedro Sánchez. Además, la tesis está trufada de faltas que denotan grandes lagunas en su competencia lingüística y textual. Por eso, tanto los plagios como las deficiencias lingüísticas ponen en entredicho no sólo la calificación positiva (“Apto”) sino también la calificación máxima “Cum Laude”, atribuida alegremente por los 5 miembros del tribunal que evaluó (?) la seudo-tesis. En efecto, para muchos catedráticos de economía, la tesis de Sánchez no tiene la calidad que debe tener una tesis y ninguna revista de prestigio se permitiría publicarla.

· Incluso se ha puesto en duda su autoría de la “fake” tesis. Una tesis exige un trabajo, casi exclusivo, durante 4 ó 5 años y Pedro Sánchez compaginó su labor de diputado con la de la redacción de la tesis. Además, cuando fue publicada en forma de libro, apareció como coautor el “negroCarlos Ocaña Orbis, Jefe de Gabinete del equipo de Miguel Sebastián en el Ministerio de Industria. ¡Verde y con asas!

· Ahora bien, Pedro Sánchez no es el único político español que ha plagiado sus trabajos académicos o que ha mentido sobre su formación universitaria. Más bien, son legión los políticos, de todos los partidos, que han intentado y conseguido, “gratis et amore”, lucir en la pechera de sus curriculum vitae títulos universitarios gracias a la endogamia entre políticos y universitarios; o que han ostentado cargos, que nunca han desempeñado; o que afirman poseer competencias que no tienen. Están en la mente de todos, los casos de Luis Roldán, Patxi López, Elena Valenciano, J. Montilla, José Manuel Franco,… (PSOE); C. Cifuentes, P. Casado, J.M. Moreno Bonilla… (PP); P. Iglesias, J.C. Monedero, J.J. Merlo, Ada Colau,… (Podemos); Toni Cantó, M.A. Gutiérrez, Albert Rivera,… (C’s); Joana Ortega, P. Rahola, C. Puigdemont,… (CiU);… Y todo hace pensar que estos casos son sólo la punta del iceberg.

· La “fake” tesis de Pedro Sánchez es  un ejemplo paradigmático del “plagiario profesional”: ese tramposo que lo copia casi todo, que no aporta casi nada y que adereza su tesis con unas cuantas citas para disimular y esconder su falta absoluta de honradez. Además, el propio Sánchez puede ser considerado el prototipo del “maestro Ciruela”: aquel personaje que no sabía escribir ni leer y que puso escuela. Por eso, habría que privarle de su doctorado y expedirle, con todo merecimiento y para escarnio público, el título de “Dr. Cum Fraude” o de “Dr. Copia Pega”. P. Sánchez no forma parte de la “aristocracia” política, en sentido etimológico: régimen en el que el poder político es ejercido por los mejores. Es simplemente un trepador y un arribista (“Apparátchik”) que, aprovechando el sistema democrático, no hace ascos a ningún medio para conseguir su objetivo personal: instalarse en el poder y disfrutar, “sine die”, de las prebendas y de la erótica del mismo.

· ¡Qué ejemplo —para la juventud que se esfuerza, se sacrifica y se toma en serio su formación— el “affaire” universitario de Pedro Sánchez! Lo descrito demuestra que, en la universidad española, reina la arbitrariedad y hay dos varas de medir: una, para los estudiantes de a pie, con la que se penaliza severamente el “plagio”; y la otra, para los zánganos o cigarras de la casta política, que se dejan condecorar o exigen ser condecorados con medallas que no son capaces de ganar en buena lid. ¿Y en manos de estas cigarras jaraneras, indocumentadas e irresponsables, dejamos la gestión de la “res publica”? Al elegir a deshonestos y mentirosos compulsivos y contradictorios como Pedro Sánchez, todo hace indicar que somos masoquistas y que nos gustan las cadenas y la mala gestión, como la de la pandemia del Covid 19 y la de la grave crisis económica que se avecina. No está de más recordarle al “Dr. Cum Fraude”, que cambia de criterio o de opinión más que respira, las palabras que le dedicó Felipe González al voluble y tornadizo Zapatero: “Rectificar es de sabios. Ahora bien, hacerlo todos los días es de necios”.

© Manuel I. Cabezas González
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29 de junio de 2020

lunes, 15 de junio de 2020

DEL CONTRATO SOCIAL Y DEL INTERGENERACIONAL


El ser humano nace y es, por naturaleza, débil y vulnerable. Aislado y solo, está expuesto a todo tipo de peligros. Por eso, siempre ha vivido con otros seres humanos para hacer frente a los contratiempos y asegurarse mejores condiciones de supervivencia y de vida. Sin embargo, esta vida en sociedad sólo ha sido posible gracias a un “contrato” —primero, tácito, en las sociedades primitivas; y luego, explícito, recogido en el derecho positivo— entre los miembros de toda comunidad humana.

Del contrato social

En el siglo XVIII, uno de los que teorizó sobre el “Contrato Social” (1762) fue J. J. Rousseau. Para él, la libertad y la igualdad sólo son posibles en un Estado de Derecho, constituido sobre la base de un contrato social. Por su lado, Mostesquieu, en El Espíritu de las Leyes (1748), ya había explicitado la quintaesencia del buen funcionamiento de una sociedad regida por el “contrato social”: separación e independencia de los tres poderes fundamentales (legislativo, ejecutivo y judicial). Sólo así, con contrato y con separación de poderes, se pudo pasar de una sociedad regida por la “ley de la fuerza” a otra en la que debería imperar la “fuerza de la ley”.

Después de la IIª Guerra Mundial, se estableció también, entre las fuerzas políticas de izquierda (socialdemócratas) y de derecha (democristianos), un “contrato social europeo”, que permitió la convivencia pacífica durante más de medio siglo y que garantizó el bienestar creciente de los ciudadanos europeos. En efecto, la mayoría de éstos tuvieron trabajo asegurado, retribuido con salarios cada vez más decentes, estuvieron protegidos contra los posibles contratiempos (enfermedad, paro, jubilación, etc.) y progresaron —poco a poco, gracias a una buena formación y a un esfuerzo-sacrificio constante y encomiable— en la escala cultural, social y económica.

Ahora bien, en los estertores del s. XX y en los albores del s. XXI, este contrato social europeo empezó a hacer aguas a causa de la globalización, de la revolución tecnológica, de la economía digital, de la crisis demográfica y también de la crisis económica de 2008, agravada ahora con los nefastos daños colaterales de la pandemia del Covid 19. Por eso, el contrato social europeo ha dado paso al “efecto Mateo”, según el cual el rico se hace cada vez más rico y el pobre se hace cada vez más pobre o, dicho con palabras más castizas, «dinero llama a dinero». Y los recién llegados al mundo del trabajo y los hijos empezaron a vivir peor que sus padres, lo que propició la aparición de una brecha intergeneracional.

Del  contrato intergeneracional

En efecto, desde 2008, las fisuras en el “contrato social europeo” han provocado también la puesta en tela de juicio del “contrato intergeneracional”, existente en España. Según un pacto explícito entre grupos etarios (“modelo de reparto”), los ciudadanos activos de hoy les pagamos las pensiones a los mayores de hoy para que los activos de mañana nos las paguen a nosotros. A esto se dedica entre el 8 y el 10% de nuestros ingresos. Por otro lado, ya no es moneda de curso legal aquello de que si estudias, te esfuerzas y te sacrificas, podrás vivir mejor que tus padres y llegar a lo más alto. Según ciertos analistas (sociólogos y economistas), los jóvenes de hoy son los perdedores, tanto en expectativas como en bienestar presente y futuro, tanto de la crisis de 2008 como de la colateral crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus. Todos los analistas afirman que los jóvenes vivirán, en general, peor que sus padres y que el ascensor social ha dejado de funcionar para la mayoría de ellos.

En este inicio del siglo XXI, en España disfrutamos aún de un “Estado de Bienestar” envidiable y envidiado, producto del trabajo duro, del esfuerzo y de los sacrificios de nuestros mayores. Además, ante la crisis económica de 2008, nuestros mayores contribuyeron a sacarles las castañas del fuego a los Gobiernos de Zapatero y de Rajoy. En efecto, en vez de dedicarse a lo que les tocaba (descansar, disfrutar de la merecida jubilación y ser cuidados), los mayores tuvieron que arrimar el hombro y ayudar a sus hijos y nietos —descapitalizándose—,  a sortear y a aliviar las consecuencias nefastas de la crisis de 2008 con sus raquíticas pensiones, con sus ahorros y con su total disponibilidad. Así, nuestros mayores apuntalaron el débil y tambaleante “Estado de Bienestar”, al tiempo que evitaron un previsible y lógico  estallido social. Con la nueva crisis económica, provocada por el Covid 19, millones de españoles volverán a vivir situaciones dramáticas y los descapitalizados mayores no podrán, en este momento, arrimar el hombro económico.

A esto habría que añadir que nuestros mayores (abuelos y padres) han sido tradicionalmente los depositarios y los conservadores de la tradición, de los “savoir-faire” y de la sabiduría en todos los campos, que transmitían diligentemente a sus descendientes. Y, en consecuencia, se les escuchaba y eran objeto de respecto y de atención por parte de sus retoños. Ahora bien, con los cambios socio-económicos y culturales, los mayores ya no tienen ni el estatus ni el predicamento del pasado. Y, además, la brecha con otros grupos etarios es cada vez mayor.

De la brecha intergeneracional y de la marginación de los mayores

Según la tradición y la sabiduría popular, es de bien nacidos ser agradecidos. Ahora bien, ¿cómo hemos tratado a nuestros mayores en las últimas décadas y, en particular ahora, con la pandemia del coronavirus? Por un lado, los hemos derribado de su merecido y lógico pedestal, considerándolos como algo inútil e improductivo que hay que desechar. Por eso, en época de vacas gordas, los hemos metido y abandonado en esas barcas de Caronte, que son las residencias de la tercera edad, para que los transporte hacia el más allá. Sin embargo, en época de vacas flacas, los hemos rescatado de las residencias, no por amor filial sino para hacer frente a la falta de liquidez, provocada por la crisis de 2008, con sus pensiones y ahorros. Y, para más inri, en los momentos críticos de la pandemia del Covid 19, fueron secuestrados en los zulos de sus habitaciones de las residencias de mayores y se les aplicó la metodología bélica del “triaje”: ante la penuria de medios, ante el número de contagiados y ante el colapso sanitario, los mayores fueron dejados a la deriva, de nuevo, en esas modernas barcas de Caronte de las residencias de la tercera edad para que bogaran y transitaran hacia el más allá en la más absoluta soledad. Y éste ha sido el caso, hasta ahora, de más de 20.000 mayores (el 71,8% de todos los fallecidos por coronavirus).

Esto no es provocar una brecha en el contrato intergeneracional. Es, más bien, escavar una profunda, amplia e infranqueable fosa, que pone definitivamente tierra y espacio por medio, entre nosotros y nuestros mayores. Esto es aplicarles la hitleriana “solución final”, a la que ministro de finanzas nipón, Taro Aso, invitaba a los ancianos japoneses: “El problema (la supervivencia del Estado de Bienestar) no se resolverá a menos que Uds. se den prisa en morir”.

¡Qué lecciones y que ejemplos estamos dando a nuestros retoños! Así sólo estamos criando cuervos que, como dice el refrán, nos sacarán los ojos. ¡Y con razón! De seguir por este camino, merecemos que nos apliquen la misma medicina. Y, sin lugar a dudas, nos la aplicarán, ya que los hijos suelen imitar a sus progenitores. Como reza esta otra paremia: el que a hierro mata, a hierro muere. Por eso, cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. El que avisa no es traidor.

© Manuel I. Cabezas González
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14 de junio de 2020