Mujeres con burka (izquierda) y con niqab (a la
derecha)
·
En cada vez más países occidentales se ha limitado o prohibido, en los espacios públicos, el uso de ciertas
prendas de vestir, habituales en los países islámicos. Estas prendas velan,
total o casi totalmente, el cuerpo de las mujeres: es el caso del burka (cubre completamente el cuerpo), del
niqab (cubre todo el cuerpo, excepto los ojos) y también
del chador (sólo deja al descubierto el
rostro). Hago referencia a esta indumentaria tradicional musulmana para
establecer una analogía con esos internautas que intervienen en las redes
sociales, portando no el niqab o el chador sino directamente el burka del anonimato.
·
En las redes sociales podemos diferenciar dos arquetipos de
internautas, con comportamientos totalmente diferentes e incluso opuestos. Por
un lado, están aquellos que hacen un
estriptis constante, esclavos de un narcisismo exacerbado y patológico: cuelgan
continuamente fotos y cuentan, con pelos y señales, lo que han hecho, lo que
dicen que están haciendo o lo que piensan hacer. Y, por otro lado, están los portadores del burka, que
interactúan parapetados tras el burladero del anonimato, del seudónimo o del falso
nombre. Hoy dejamos para otra ocasión a los desenfrenados y enfermizos
narcisistas digitales y nos ocuparemos sólo de los portadores del burka.
· En mis paseos por las Redes Sociales, a estos portadores del burka no
les suelo prestar atención y los llamo “anónimos”
(sin nombre), “descarados” (sin cara)
y “desalmados” (sin alma, que se
refleja en el rostro y en el nombre). Algunos analistas, por el contenido y la
forma de sus intervenciones en las redes, los tildan también de “talibanes”, de “hooligans”, de “francotiradores”
o de “troles”, denominaciones todas
ellas con connotaciones peyorativas. Estos internautas suelen tener una muy
mala reputación digital. Otros estudiosos los consideran equivocadamente “abogados del diablo”, “moscas cojoneras” o “tábanos sociales”, denominaciones parasinonímicas
con connotaciones, más bien, laudatorias. Ahora bien, los llamados “tábanos
sociales”, portadores del burka, no le llegan ni a la suela de la sandalia del
“Tábano de Atenas”, el honesto
radical e insobornable Sócrates.
· Los del burka son los internautas que tiran la piedra lingüística y
esconden el nombre real. Esto denota no sólo un acto de cobardía por parte de
los escribidores que, como aquel torero miedoso que se cortó la coleta, no
tienen bragueta (o dídimos u ovarios) para apechugar con las consecuencias de
sus actos lingüísticos. Es también un signo de desconfianza o de falta de
seguridad en lo que han escrito o en cómo lo han escrito. Y esto revela, a su
vez, que no han cuidado ni lo que dicen ni cómo lo dicen. Esta aseveración coincide
con las declaraciones de Victor García de la Concha, Ex Director
de la RAE, cuando afirma que el hablar zarrapastroso de los del burka “rebaja el nivel, cierra los cauces para un
discurso abierto al matiz, a la reflexión, a la crítica, a la racionalidad”. Por eso, los del burka no dan la
filiación a sus textos y los abandona “gallinaceamente”, como se hizo con Moisés
en el Nilo.
· En efecto, los del burka se dedican a colgar en las Redes mensajes
provocadores, irrelevantes e inapropiados. Mean sistemáticamente fuera del
tiesto y se van siempre por los cerros de Úbeda. De esta forma, intentan
molestar, provocar, linchar y “escrachear”
a otros internautas; crear confusión y alterar el debate sobre un tema
concreto; perturbar una comunicación natural y normal; generar violencia verbal
y actitudes encontradas; ocupar las redes sociales, provocando así un colapso
en el tráfico digital, para que no se hable de las cosas que interesan a los
ciudadanos;… “Que sais-je encore”. Para
eso, no dudan en utilizar groserías y expresiones ofensivas, en verbalizar
mentiras o en producir mensajes incendiarios, sarcásticos y disruptivos. Esto
no parece estar amparado por la libertad de expresión o, por lo menos, por la
cortesía lingüística. Por eso, Manuel Vicent ha escrito muy
certeramente que “la técnica ha hecho
posible que estemos todos a merced de los rebuznos que nos deparan las ondas [y
las redes sociales]”.
· Estos internautas portadores de burka actúan, unas veces, como lobos
solitarios: viven las interacciones en las Redes como un juego o divertimento o
instrumento para huir de la soledad o para satisfacer su narcisismo patológico
exacerbado, buscando siempre el aplauso de la manada. Y, otras veces,
intervienen en comandita o manada, como
auténticos “bots”. Son los tontos
útiles, que no dudan en alistarse para formar batallones de mercenarios al
servicio de una organización (partido, sindicato, empresa), de un movimiento o
de una causa, para desinformar y manipular a los incautos internautas. Son
agentes de la “agitprop” (agitación y
propaganda) para influir sobre la opinión pública, en el marco de las campañas
electorales o publicitarias por ejemplo, y para que los comanditarios y ellos
mismos puedan obtener réditos políticos, sindicales, empresariales o
crematísticos.
· Las Redes Sociales, como todo en la vida, no son ni buenas ni malas “per se”. Son buenas o malas según el uso
que se hace de ellas. Son una herramienta neutra, pero podemos convertirlas,
por el uso que hacemos, en un instrumento negativo (de destrucción) o positivo
(de construcción). Ahora bien, creo que el anonimato puede arrumbar, si no lo
ha hecho ya, la potencialidad y la funcionalidad de las Redes Sociales, si no
se pone coto a esas termitas humanas, los portadores del burka, que están convirtiendo las Redes en
instrumentos de acoso, opresión y de odio, y no de comunicación, de liberación
y de respeto hacia los demás. Como ha escrito atinadamente Manuel Vicent, ¡que triste que
“haya en el mundo más de 2.000
millones de pollos y gallinas picoteando, día y noche, banalidades, rebuznos y
sandeces en los teclados del ordenador”!.
·
Por eso, habría que desratizar las Redes Sociales de estos roedores
portadores del burka, no dándoles carnaza, que sólo los ceba, ignorándolos y
creando en torno a ellos un cordón sanitario. Así se evitaría que sigan
contaminando y prostituyendo el comercio lingüístico en las Redes Sociales. Ignorándolos
y privándolos de los púlpitos o tribunas a los que se han encaramado, desaparecerán
como un terrón de azúcar en un vaso de agua. O acabamos con los del burka y “se educa a los niños en el pensamiento crítico o seremos los
borregos más tontos de la historia de la humanidad, caminando al matadero y
balando mentiras todos a una”, Rosa
Montero dixit.
© Manuel I.
Cabezas González
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20 de noviembre de 2019
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