miércoles, 21 de noviembre de 2018

UNIÓN EUROPEA, CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA



· En 2013, analicé los mensajes icónicos de los billetes de curso legal de la Unión Europea (U.E.), que utilizamos todos los días, sin reparar en los contenidos subliminales vehiculados por ellos. En estos billetes hay una simbología cargada semánticamente, que sintetiza algunos de los valores fundacionales y fundamentales de la U.E.: el de la apertura, el de las comunicaciones y el de la libertad. En efecto, en el reverso, hay siempre puentes, construcciones que permiten salvar dificultades orográficas y que facilitan el transito, la comunicación, la cooperación, el desplazamiento de personas, el comercio de mercancías y la conexión entre los diferentes Estados miembros. Y, en el anverso, aparecen siempre puertas y ventanas, espacios vacíos que dan acceso a otras realidades, a otras formas de vivir, de sentir y de ser, i.e. a otros mundos.

· Ahora bien, este mensaje positivo, ilusionante y esperanzador entra en contradicción con el mensaje, también subliminal, transmitido por la arquitectura del Parlamento Europeo con sede en Estrasburgo. Esta sede del Parlamento, de forma cilíndrica, parece un edificio inacabado, como la mítica Torre de Babel  (cf. ut supra fotos del uno y de la otra). Según el relato bíblico, la inconclusa Torre de Babel representa la inestabilidad, el caos, la confusión así como la incapacidad para rematarla. Es el símbolo del fracaso, fruto del castigo divino por la arrogancia, la soberbia y las pretensiones desmesuradas del hombre.

· El parecido entre ambas construcciones es muy claro y evidente. Y, por razonamiento analógico, podríamos afirmar que la arquitectura de la sede del Parlamento Europeo de Estrasburgo es, a priori, pájaro de mal agüero y un mal presagio para la empresa hercúlea (construcción de la Unión Europea), que no ha podido ser llevada a cabo todavía ni por los mandatarios europeos del pasado ni por los del presente. ¿Lo conseguirán los del futuro? Con los datos actuales disponibles, parece difícil o, incluso, imposible, si el proceso de construcción y consolidación de la futurible Unión Europea no cambia de rumbo y si no se piensa mucho más en la “Europa de los ciudadanos” y un poco menos en la “Europa de los mercaderes”. 

· En un ensayo reciente (2017), Javier Arregui (2017) lleva el agua al molino de la precitada interpretación pesimista de la arquitectura del Parlamento Europeo en Estrasburgo. En efecto, pone el dedo en la llaga del impasse en el que se encuentra la construcción europea. Para él, la construcción europea ha privilegiado las políticas de creación del mercado único europeo (la “Europa de los mercaderes”) y, por eso, ha adolecido de la falta de unas políticas correctoras de las leyes del mercado e impulsoras de los derechos sociales (la “Europa de los ciudadanos”). Y esto se ha traducido en un progresivo “des-empoderamiento” de los ciudadanos y en una serie de debilidades estructurales de la todavía non nata Unión Europea: creciente desigualdad, falta de transparencia y de rendimiento de cuentas, desregulaciones, desmantelamiento del Estado de bienestar, pérdida progresiva de las conquistas y de los derechos sociales, precariedad del empleo y altos niveles de desempleo, etc., debilidades que han desencadenado, en la ciudadanía, un profundo malestar y un creciente desencanto hacia el proyecto europeo.

· Por eso, precisa J. Arregui, en la inconclusa y estancada construcción europea, hay unos ganadores y unos perdedores. Los ganadores y beneficiarios son sólo un 20% de los europeos, que conforman la élite política y económica (los eurófilos). Sin embargo, los perdedores son la inmensa mayoría de los ciudadanos (el 80%), que no han notado, en su día a día, ningún beneficio personal y tangible, propiciado por el proceso de construcción europea (los eurófobos). De ahí que, entre los ciudadanos de a pie, exista la percepción cierta de que las políticas europeas favorecen más a las clases pudientes que a las populares. Y esto ha ahondado cada vez más la brecha de las “desigualdades sociales” y ha provocado una real “crisis de legitimidad social” de la UE. El desafecto hacia las instituciones y hacia todo lo que huela a Unión Europea es una realidad. Para darse cuenta de esto, basta con pensar en el Brexit, en el crecimiento generalizado y constante de los euroescépticos, de los eurocríticos y de los eurófobos, así como en la resurrección de los nacionalismos y de los partidos de extrema derecha en la mayor parte de los estados miembros.

· Ante este statu quo y para relanzar e impulsar el proceso de integración de una auténtica “Europa de los ciudadanos”, como preconiza J. Arregui, habría que, entre otras cosas, potenciar una revitalización de la democracia, reinventándola, para poner coto a los burócratas europeos y a la casta política. Por otro lado, se tendrían que implementar “políticas inclusivas” y de “solidaridad redistributiva”, para reducir y acabar con la brecha, cada vez mayor, de las desigualdades económicas, sociales y culturales entre europeos. Además, se tendrían que sustituir y/o compaginar las “identidades locales y nacionales” con una “identidad europea común”. Así se podría ir más allá de lo económico e instrumental y contrarrestar el auge de los eurófobos y el resurgimiento con fuerza de los nacionalismos. Por otro lado, se tendrían que abandonar las declaraciones retóricas y políticamente correctas (“la langue de bois”) para pasar a los actos, a la “política de las cosas” (“Facta, non verba”). Finalmente y sin ánimo de ser exhaustivo, se debería poner el acento en la formación, en general, y en la formación lingüística, en particular, de los ciudadanos europeos. De la comunicación nace el conocimiento de uno mismo y del otro, del conocimiento nace la autoestima y la estima del vecino y de este conocimiento mutuo surgen las sinergias (“identidad europea”) para llevar a cabo un proyecto común.

· Sin la vista puesta en la “Europa de los ciudadanos”, gracias a la implementación, entre otras muchas, de las medidas desgranadas ut supra, no se podrá avanzar en la necesaria y vital construcción europea, que debe ser algo más que mercado. La “nascitura” Unión Europea o es algo más que mercado y economía, aunque también, o no será. De esto depende que los malos presagios de la arquitectura de la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo sean sólo augurios y no realidad.

© Manuel I. Cabezas González
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21 de noviembre de 2018

7 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con lo expresado por Manuel, pienso que el mayor problema, pero no solo de Europa sino de todo el mundo, es la desigualdad y mientras no se solucione esta brecha seguirá aumentando el caos, la violencia, las guerras...

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  2. Hola de nuevo, no soy porque no puedo, asiduo lector de usted, pero, ya que en ninguno de mis comentarios sobre lo por usted publicado he tenido ni la más breve palabra ni saludo de su parte y, a pesar de las grandes verdades que publica me veo como No leído siquiera, por lo que, de ahora en adelante quizas Yo No merezca porder leerle. Muchas gracias por todo

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    1. Estimado Manuel GM:

      • No comprendo lo que dice en su misiva.

      • Los comentarios de los lectores aparecen automáticamente en Honestidad Radical, sin moderación previa o “nihil obstat” o “plácet”. Por lo tanto, ha debido haber algún problema de transmisión. No pongo en duda que Ud. haya enviado algún comentario, pero dichos comentarios no han llegado a Honestidad Radical.

      Un cordial saludo.

      Manuel I. Cabezas

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  3. Manuel sin estar de acuerdo con todo lo que dice, me parece una opinión manifestada... lo que ya es de agradecer. Si bien creo le falta lo que considero esencial (núcleo de todo): Come si fa?
    Mi visión personal: Para repartir un queso lo primero que hay que hacer es producirlo. Una vez ello hecho hablemos de repartirlo. Determinados analistas y pienso ud. es uno de ellos tienden a ir directamente al reparto. ¿Y?
    Ruego envíe algo acerca de la producción del queso y en este caso abandone la línea generalista, buenista concretando en acciones q permitirían financiar y sostener lo que propone: Políticas inclusivas y Solidaridad redistributiva...Ahí queda eso!
    "Mi vida está dedicada a decir aquello que los demás no quieren oír" (Mariano José de Larra)
    Un saludo
    pepe

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    1. Estimado Pepe:

      • “Ma come si fa?”, te preguntas. En efecto, como dice la paremia popular, una cosa es predicar y otra dar trigo. Y de ahí la pertinencia de tu pregunta. Ante tu interpelación quiero decirte que formular/plantear el problema o hacerse las buenas preguntas es recorrer ya la mitad del camino para encontrar la solución.

      • Retomando tu metáfora del queso, creo que se fabrica suficiente “fromaggio” para distribuirlo más equitativamente y poner coto al hecho de que unos (una minoría) se coman buenas tajadas del mismo, dejando para el resto (la mayoría) unas migajas.

      • Como escribió José Saramago, que no es dudoso de haber sido de derechas ni un antisistema y cito de memoria, “la sociedad no puede funcionar sin política. El problema es que está en manos de los políticos”. Además, puso el acento en el papel de marionetas de los políticos y en la “pseudodemocracia” que sufrimos, cuando afirmó: “El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia”.

      • Por eso, si aceptamos que se produce suficiente queso, la ciudadanía tendría que “empoderarse”, enviando al ostracismo a los de la casta política, de rancio y de nuevo cuño. Así, muerto el perro, causante de la plaga, se acabó la rabia.

      Un cordial saludo.

      Manuel I.
      24 de noviembre de 2018

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  4. Amigo Manuel, la codicia de los mas beneficiados,que como siempre son los poderosos, mantendrán el pulso hasta el momento antes de caer al abismo, eso si la estrategia es salir huyendo ese momento antes a los refugios predeterminados, y los demás despeñarse en la fosa de la ruina.

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  5. Me siento mejor, se lo aseguro, seguiré leyéndole pues para mi merece la pena. Muchas gracias por su tiempo, de verdad: Gracias

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