martes, 9 de octubre de 2018

NO HAN PROGRESADO ADECUADAMENTE

 

· Vuelvo a retomar el tema de la enseñanza universitaria. Y lo hago aguijoneado por el hecho de que la mayoría de los candidatos a profesores de los niveles educativos no universitarios, que han participado en las oposiciones celebradas a finales de junio y a lo largo de julio de 2018, no hayan progresado adecuadamente. Y, por eso, merecieron una escabechina histórica y nunca vista.

· En las fechas precitadas, tuvieron lugar las oposiciones de acceso a la función pública en el sector educativo. Se ofertaron unas 25.000 plazas para satisfacer las necesidades en las distintas especialidades de los niveles educativos no universitarios. Se presentaron más de 300.000 candidatos. Por lo tanto, se disputaba una plaza, más o menos, por cada 12 candidatos. Con estos concursos-oposición y con los que tendrán lugar en los próximos dos años, se pretende reducir el porcentaje de profesores interinos (26%) en un 90% y poder situarlo, en 2020, en el 8%.

· La gran sorpresa de estas oposiciones fue el número de candidatos suspendidos en la primera prueba, que era eliminatoria, y las notas obtenidas. En muchos tribunales de la mayor parte de las CC. AA., los aprobados no alcanzaron el 15% (más o menos 45.000 opositores), lo que indica que el 85% (unos 255.000) suspendieron la primera prueba eliminatoria, a pesar de que entre ellos había muchos con una dilatada experiencia docente (interinos) y no era la primera vez que se presentaban a las oposiciones. Por otro lado, en algunas especialidades, el número de aprobados fue inferior al número de plazas ofertadas, por lo que unas 2.000 plazas quedaron vacantes. Finalmente, entre los suspendidos, las notas más frecuentes oscilaron entre el “cero” y el “uno”. Son resultados bochornosos, como los calificó uno de los correctores y algunos Consejeros de Educación. Esto denota que la mayor parte de los candidatos tienen enormes lagunas en su formación y se presentaron al concurso-oposición, como muchos estudiantes universitarios, por si sonaba la flauta por casualidad.

· Ante estos guarismos, que describen una triste y grave realidad, no está de más o mejor dicho estamos obligados a preguntarnos cómo y por qué se ha llegado a estos abrumadores y frustrantes resultados. Los implicados en las oposiciones (opositores, sindicatos de profesores y correctores) han dado sus explicaciones y cada uno ha hablado de la feria según le había ido en ella.

· Los opositores y las organizaciones sindicales se han dedicado a echar balones fuera y a dar justificaciones de malos perdedores. Según los opositores, hacía mucho calor en las fechas de los exámenes y les faltó tiempo para hacerlos. Además, no les informaron sobre los criterios de corrección de las distintas pruebas. Por otro lado, las pruebas y los criterios de corrección fueron “ultraexigentes”. También denunciaron que los miembros de los tribunales habían recibido órdenes para suspender a muchos candidatos y así no cubrir todas plazas ofertadas. Por eso, les acusaron de falta de profesionalidad e imparcialidad.

· Para los sindicatos, el número de tribunales fue insuficiente y, por eso, tuvieron que trabajar bajo presión (demasiados opositores por tribunal). En segundo lugar, faltó transparencia en todo el proceso de las oposiciones. Además, pusieron en entredicho el carácter eliminatorio de la primera prueba, de contenido eminentemente teórico y de nivel muy exigente. Y por ello, han pedido reiteradamente que se modifique el Real Decreto que regula estas oposiciones para que todos los candidatos pasen a la segunda prueba. Finalmente, pusieron el dedo en la formación inicial de los candidatos, que está orientada más al trabajo en empresas que a la actividad docente. Todo esto explica, según ellos, los resultados sangrantes de la primera prueba (85% de los candidatos eliminados para las siguientes) y el sinsentido de los suspensos, que entra en contradicción con el objetivo de las oposiciones: reducir la tasa de interinidad en la enseñanza.

· Los correctores, por boca de uno de ellos, catedrático y miembro de un tribunal de física y química, se defendieron de las acusaciones de seguir órdenes para suspender y de la falta de profesionalidad e imparcialidad. Y pusieron el acento en el nivel académico de los opositores: excesivamente bajo y, a veces, bochornoso. Y, por este motivo, no otorgaron todas las plazas, a pesar de la generosidad con la que corrigieron la primera prueba eliminatoria.

· Las explicaciones de candidatos y sindicatos son argumentos, como he apuntado ya, de malos perdedores, que repugnan a la lógica y al sentido común y pedagógico. En efecto, la formación inicial de todo profesor debe tener dos consistentes patas (los “savoirs” y los “savoirs-faire”), fundamentales las dos, según Giner de los Ríos, que preconizaba una simbiosis entre la teoría y la práctica. Antonio Gaudí  también afirmaba lo mismo sobre la formación de un buen arquitecto, que sólo puede avanzar usando sus dos piernas: una es la “teoría” y otra es la “práctica”, ya que si las dos no se acompasan, se cojea. Por eso, no es de recibo la pretensión de sindicatos y profesores de suprimir el carácter eliminatorio de la primera prueba de la oposición o la crítica al carácter exigente de la misma. Si se satisficiese esta demanda, se correría el riesgo de tener un cuerpo docente formado, en buena parte, de rencos.

· Además, la satisfacción de esta pretensión conduciría a una nueva degradación de la calidad de la actividad docente en España, puesta ya en la picota sistemáticamente por los periódicos informes PISA y de la OCDE. Por otro lado, el volumen de suspensos (85%) es un reconocimiento explícito de la deficiente e inadecuada “formación inicial”, impartida en la universidad. Y así, cuando llega el momento de la verdad (las oposiciones), está claro que no se pueden pedir peras al olmo. En relación con esto, es también muy significativo e ilustrativo que los candidatos (licenciados o graduados) no sean autosuficientes y tengan necesidad de lazarillos (academias), que les preparen y proporcionen los temas que deben “engullir” (no hablo, cuidado, de “digerir” con provecho) para, luego, repetirlos como papagayos.

· La actividad docente es tan importante y tiene tantas repercusiones en la vida personal de los ciudadanos y en la vida social, cultural, laboral, política y económica de un país, que no se puede no ser “ultraexigente” en la selección del profesorado. El futuro individual y colectivo está en juego y no se puede transigir con las exigencias. Nuestros vecinos del norte de Europa —donde se cuida la formación inicial y continua de los profesores y donde se mima tanto su prestigio social como económico— nos podrían indicar el camino a seguir. Ahora bien, para poder ser exigente con los candidatos a profesores, es necesario ser exigentes con ellos, primero, en la etapa de formación inicial en la universidad. Para ello, es necesaria, como he escrito en otro lugar, “una reforma radical de la universidad, que provoque un “efecto Shinkansen” (empezar prácticamente de cero). Ésta es la condición sine qua non para que los candidatos a profesores progresen adecuadamente, se eviten los suspensos masivos en las oposiciones y se superen los malos resultados de los informes PISA y de la OCDE.

© Manuel I. Cabezas González
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8 de octubre de 2018
 

7 comentarios:

  1. Has dado en el clavo, Manuel. No puedo estar más de acuerdo.

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  2. Respuestas
    1. Estimado anónimo (sin nombre), descarado (sin cara) y desalmado (sin alma, cuyo reflejo es el rostro):

      • No es de gallardos tirar la piedra lingüística y esconder el nombre. Esto denota, como he escrito en otro lugar, un comportamiento “gallinaceo”, que no combina en el cóctel de una comunicación transparente y “a calzón quitado”. Los portadores de burka, como Ud., se han equivocado de lugar y de interlocutor.

      • Por otro lado, el pontificar sin argumentar y sin aportar datos (“Siempre faltando al respeto”, se ha permitido afirmar gratuitamente Ud.) está en contradicción con un principio de la educación-enseñanza francesa, que he mamado y practicado en mi etapa de estudiante y que siempre he practicado desde entonces: se puede y se debe afirmar siempre lo que uno piensa, pero con una condición: hay que aportar datos, hay que argumentar. Se ve, por sus actos lingüísticos, que Ud. no ha mamado en las mismas ubres y, por lo tanto, no lo tiene interiorizado y, por lo tanto, no lo puede aplicar.

      Un cordial saludo, anónimo (sin nombre), descarado (sin cara) y desalmado (sin alma, cuyo reflejo es el rostro).

      Manuel I. Cabezas

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  3. Juan Manuel Aventín Raluy11 de octubre de 2018, 11:23

    Una oposición, desde mi punto de vista, es más idónea para los recién salidos de la universidad. Estos tienen las materias más frescas en su cabeza, además de tener también, más retentiva y facilidad de asimilación de la materia que se pretende preparar.
    Un interino, tampoco tiene que ser mejor ni peor maestro que otro ya funcionario.
    Un interino veterano (las oposiciones no se convocan cada año), que se presente a esa oposición tiene demasiadas inconveniencias. Temas oxidados, desconocimiento de los criterios de evaluación, según USTEA: Es un sistema "injusto" y queda lejos de cumplir la función de elegir a los mejor preparados para ser profesores. Falta de motivación por todo ello, sin perder de vista, que a ese interino/a con familia e hijos se le hace muy cuesta arriba la preparación. Desde mi propia experiencia (un hijo interino y una nuera funcionaria), para poder aprobar una oposición es imprescindible: sobre todo una gran motivación, disponer de tiempo para asistir y poder pagar una academia para prepararse adecuadamente.

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  4. Señor Cabezas, el suyo es un claro ejemplo de ese mal endémico tan hispánico, el célebre "hablar de oídas". Por supuesto que todos los candidatos que han logrado su plaza lo han merecido, faltaba más. Aquí la cuestión es que el filtro establecido para la primera prueba está sesgado por múltiples factores, le guste usted o no. Moléstese en hablar con candidatos que conserven la copia de sus ejercicios y léalos, entonces podrá opinar acerca de si la nota asignada en la primera prueba fue justa o no.

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    1. Estimado anónimo (sin nombre), descarado (sin cara) y desalmado (sin alma, cuyo reflejo es el rostro):

      • Es Ud. muy atrevido al acusarme, sin fundamento, de "hablar de oídas", al no haberme molestado en hablar directamente con los candidatos a las oposiciones. Tengo que decirle que he escrito, en efecto, “de oídas” porque me he informado hablando con algunos candidatos; pero también “de leídas”, porque he utilizado la hemeroteca para conocer el punto de vista de candidatos, de correctores, de los sindicatos y de ciertos Consejeros de Educación. Por lo tanto, ha hablado Ud. a la ligera, sin fundamento y sin ton ni son.

      • Por otro lado, Ud. pone en tela de juicio “la nota asignada en la primera prueba” y da a entender que los miembros de los tribunales no han actuado objetivamente y han sido el “brazo tonto del Estado”. Es incomprensible, muy extraño e imposible que todos los tribunales hayan actuado como marionetas manejadas por alguien y hayan suspendido al 85% de los candidatos en la primera prueba. Esto repugna al sentido común y a la “lógica natural”.

      • Finalmente, está Ud. en contra de la “primera prueba”, que Ud. tilda de “filtro” para dejar pasar sólo a un pequeño número de candidatos. Le remito a la sección de mi texto donde hablo de la formación de cualquier profesor. Éste debe poseer unos “savoirs” (conocimientos curriculares) y unos “savoir-faire” (conocimientos prácticos y metodológicos). Ambos son absolutamente necesarios y fundamentales. Por lo tanto, si uno tiene un cero o un 1 o simplemente ha suspendido con una nota superior en la primera prueba, parece lógico y razonable que sea descabalgado del concurso-oposición. Es tan grande e importante la función y la responsabilidad de los profesores que no se puede no ser muy exigente en los concursos-oposición.

      Un cordial saludo, estimado anónimo (sin nombre), descarado (sin cara) y desalmado (sin alma, cuyo reflejo es el rostro).

      Manuel I. Cabezas

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