«Es hora de
recortes», «es el momento de apretarse el cinturón» («¿y de bajarse los
pantalones?», se preguntaron muchos), «es época de vacas flacas», «pintan
bastos», «la fiesta ha terminado»… vociferaron los de la casta política en el
poder local, autonómico, estatal y europeo, cuando la crisis de 2008 nos hizo
caer del caballo. Y a coro, sin desafinar y sin pestañear, los “todólogos”, siguiendo
las consignas de la voz
de sus amos, se dedicaron a repetir el mantra de que la
ciudadanía debía arrimar el hombro y arrostrar los costes de la crisis, negada bobalicona e interesadamente
por Zapatero y sus huestes durante demasiado tiempo. Ahora bien, lo grave es
que de estas palabras se pasó a los hechos consumados y amenazantes, tanto para
los ciudadanos como para el Estado del bienestar: primero, con Zapatero; luego, con Rajoy; y, ahora, con Sánchez, a causa de su funesta e
insensata gestión de la pandemia del Covid 19.
Zapatero. Zapatero, después de negar reiteradamente la
crisis de 2008, tuvo que dar su brazo a torcer y adoptar, tarde y mal, varios paquetes de medidas
injustas (según sus propias palabras) e ineficaces (basta con ver dónde nos
llevó): reducción y congelación de los sueldos de los funcionarios; congelación
también de las pensiones; eliminación del cheque-bebé; reducción de la ayuda
oficial al desarrollo; recorte en inversión pública estatal; amputación del
gasto farmacéutico; etc. Con estas medidas se empezó a cavar la fosa del Estado del
bienestar, al tiempo que se ponía en entredicho el poder
adquisitivo de los ciudadanos y se agravaba, aún más, la crisis y sus
consecuencias nefastas para la gran mayoría de la sociedad española.
Rajoy. Con la mayor parte del poder municipal y
autonómico, y con la mayoría absoluta en las elecciones del 20N de 2011, Rajoy
se creyó que tenía patente de corso. Y, desde que tomó posesión del poder, se
dedicó a mantener, incrementar y profundizar los recortes de Zapatero y a
proponer nuevas medidas para intentar yugular la crisis y propiciar la salida
de la misma. A las reformas estructurales (del sistema financiero y del mercado
laboral), se añadieron nuevas subidas de impuestos (IRPF, IBI) y de precios de
productos de primera necesidad, y nuevos recortes en sanidad, educación,
investigación, dependencia, etc.; recortes con los que se siguió cavando la
tumba del Estado del bienestar. Ahora bien, todo esto fue sólo «el principio
del principio» (Soraya Sáenz de
Santamaría) o sólo «un gesto, una señal» (Mariano Rajoy) o un simple aperitivo. Con los primeros presupuestos del Estado de Rajoy (2012), llegaron
recortes más duros y nuevas subidas generalizadas de impuestos para hacer
frente al déficit de 44.000 millones de euros. Por eso, con Rajoy pintaron
también bastos para
los ciudadanos asalariados, ya que fueron nuevamente los paganos.
Sánchez. Con Sánchez,
con sus socios podemitas de Gobierno y con los apoyos de los
nacionalistas-independentistas vascos y catalanes, lo peor se vislumbra en el
horizonte. Con su nefasta gestión de la pandemia del coronavirus, al final del
túnel de la “desescalada” se atisba un
nigérrimo futuro. Con su “inacción” y su equivocada, inepta y funesta acción, el
Gobierno Sánchez no nos ha ahorrado ni la muerte, por el momento, de 38.382
compatriotas (17 de mayo de 2020), ni la
ruina económica de España. En efecto, España es el país con mayor mortalidad
por Covid 19 (572 personas por millón de habitantes). Y también es el país con
mayor destrucción económica. Según FUNCAS, el PIB, a causa de la hibernación de
la economía, sufrirá una caída en torno al 20% y no se recuperará hasta 2023.
El paro, en junio de 2020, puede llegar
al 20%; y si se contabilizasen los ERTES como desempleados, el porcentaje de
parados llegaría al 34%. Por eso, se incrementarán y se desbocarán
peligrosamente tanto el déficit de las cuentas públicas como la deuda; y
decenas de miles de pequeñas y medianas empresas desaparecerán.
El final del túnel. Por lo tanto, la gestión de la crisis
sanitario-económica del Gobierno Sánchez no sólo no ha permitido salvar vidas;
tampoco ha salvado la economía, que se ha desplomado. Por eso, según ciertos
economistas, para hacer frente a la crisis económica sobrevenida y para relanzar
la economía y salir del túnel, España estará obligada a pedir el rescate a la Unión Europea. Y ésta nos
sacará del atolladero económico, pero imponiendo condiciones draconianas y el
control férreo de los “hombres de negro”,
para impedir que España siga desgobernada por unos pícaros rufianescos,. Y el Gobierno de Sánchez, como hubiera
dicho W. Churchill, sólo podrá
ofrecer a los españoles «sangre,
esfuerzo, lágrimas y sudor», es decir recortes
y más recortes, impuestos y más impuestos, sacrificios y más sacrificios.
Ante estas
perspectivas intervencionistas, tanto nuestro Estado del bienestar como los
ciudadanos españoles de a pie estaremos, durante mucho tiempo, con el agua al
cuello. Por eso, creo que es
hora de que los ciudadanos nos preguntemos si no hay otras medidas alternativas
y eficaces, diferentes del rescate de España por la UE, para salir
de esta nueva y gravísima crisis con paso firme, seguro y decidido. Medidas
alternativas, las hay. Ahora bien, la casta política no estará dispuesta a
tomarlas y nunca las tomará, si los ciudadanos no les obligamos. ¿No sería más
lógico, razonable y equitativo pensar, primero, en hacer recortes en gastos no
fundamentales o claramente superfluos y despilfarradores, antes de tocar las
paredes maestras de nuestro Estado del bienestar (sanidad, educación y gastos
sociales) o el poder adquisitivo de los ciudadanos? Todos tenemos en mente
ejemplos de otros tipos de recortes y de otras medidas, alternativas a las que
ha adoptado siempre la casta política y de las que se habla mucho en las Redes
Sociales, pero muy poco en los medios de comunicación “apesebrados”: subvenciones sin cuento, despilfarro generalizado,
corrupción desbocada, economía sumergida endémica, políticas contractuales
partidistas de las distintas administraciones, etc. Esto no es el chocolate del
loro, como dicen siempre los “todólogos”.
Y, si lo fuese, habría que predicar con el ejemplo.
Ahora bien, hoy
quiero poner el acento en lo que creo es la madre de la mayor parte de los
males económicos y políticos que nos aquejan: la organización territorial del
Estado. Desde hace más de 40 años,
vivimos en el Estado de las autonomías, que ha tenido sus aspectos positivos
(descentralización del ejercicio del poder, acercamiento a las necesidades de
los ciudadanos, solidaridad y convergencia entre las distintas regiones de
España, etc.); y que ha proporcionado a las mismas cada vez más cotas de poder,
de autogobierno y de autonomía. Ahora bien, según muchos analistas, este
Estado de las autonomías ha sido un verdadero fiasco económico (despilfarro de recursos, corrupción y
déficit, letales para el bienestar de los ciudadanos) y
político (el nacionalismo y el independentismo, insaciables,
han ido a más y son cada vez más pujantes y beligerantes). Este balance
negativo ha disgregado España en un conglomerado de 17 taifas, en manos de una
casta política que no ha estado ni está a la altura y que se está sirviendo del
poder autonómico en beneficio propio y no en beneficio de la ciudadanía.
Ante la grave y
crítica situación que estamos viviendo, debido a la pandemia del Covid 19, y
ante la crisis económica en la que estamos inmersos, los ciudadanos españoles
deberíamos poder elegir entre el “Estado
del bienestar”, que nos ha costado tanto construir, y el “Estado de las autonomías”, que a todas
luces es un fracaso. Y la casta política no debería olvidar aquella sentencia
popular según el cual «cuando los
políticos pierden la vergüenza, el pueblo les pierde el respeto». Por eso,
me pregunto si la ciudadanía no tendría que pensar en instalar, en la plaza de
todos los pueblos de España, la guillotina (por supuesto, en sentido figurado
como se hace en Alfaro, el Domingo de Resurrección, con “la quema de los Judas”; o no, como diría Rajoy), para
limpiar la sociedad española de tanto “sin vergüenza”. Ángela Merkel lo tuvo muy claro cuando
tuvo que gestionar la crisis de 2008 y argumentó: «Cuanto más se tarde en hacer lo necesario, más caro será después hacer
lo inevitable».
© Manuel I. Cabezas González
Publicado
también en El Correo de España, e-Noticies, La Tribuna del País Vasco, El Obrero, Insurgencia Magistral, Catalunya Press, Press Digital, Revista Rambla, Periodista Digital, Diario 16, Xornal de Galicia, Noticiero Universal, El Confidencial Digital, Alerta Digital, Bembibre Digital, InfoHispania, Liverdades, América Latina en Movimiento, Asturbulla, La Mar de Onuba, Las Voces del Pueblo y La Paseata.
18
de mayo de 2020
el regimen autonómico es el cancer de España ha servido exclusivamente, para introducir en la nomina del erario publico a una pléyade de parásitos, multiplicar por 10 o 100 la corrupciòn y confundir al contribuyente.
ResponderEliminarCuando se ponen a relatar las "ventajas" del estropicio, entonces es cuando me acuerdo de sus vivos y muertos. Yo estaré siempre en contra de esta organización del pais.