·
Durante semanas y en todos los medios de comunicación, se ha hablado
por activa y por pasiva del “affaire”
del master de Cristina Cifuentes. ¿Se trata de la manzana podrida en el cesto
de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) o es sólo la punta del iceberg de los
males que aquejan a las universidades españolas? Sería muy esclarecedor
responder a este interrogante. Y sería muy higiénico que los que trabajamos en
la enseñanza superior verbalicemos aquello que huele mal en la misma. Así
contribuiríamos a ponerle coto y a regenerar el quehacer docente e
investigador.
· No es la
primera vez, ni será la última, que la enseñanza universitaria ha sido objeto
de mis reflexiones. En 2012, denuncié el engaño y la estafa de los nuevos planes de estudio
del denostado plan de Bolonia. En 2013,
puse en tela de juicio la leyenda urbana de la “Generación
JASP”. También en
2013, analicé el sinsentido de las pruebas
de acceso a la universidad (PAU). En 2014, me pregunté qué futuro
espera, en general, a los graduados españoles con la formación
que han recibido en la universidad. En 2015, puse bajo mi microscopio la
irracional evaluación-revaluación
a la boloñesa de los estudiantes. En 2016, daba la alerta sobre el nuevo
deterioro y el incremento del coste (para los estudiantes) de la enseñanza
universitaria, provocados por el 3+2.
En 2017, llamaron mi atención la despreocupación y la ceguera de los
estudiantes ante los aspectos
tanto cualitativos como cuantitativos de la enseñanza universitaria.
Finalmente, en 2017, puse el dedo en la llaga de la “generación
de los blanditos”.
·
Aguijoneado por el “affaire”
Cifuentes, hoy retomo el tema de la enseñanza universitaria para dar unas
nuevas pinceladas y contribuir a desvelar, un poco más, la parte sumergida del
iceberg de la criticada, sólo por algunos, y criticable universidad española. Y
lo hago impelido por la doctrina de la “honestidad
radical”, a pesar de que, como dijo alguien, el que expone se expone.
· Por cierto,
desde hace más de una década, es ya muy significativo que, en la universidad
española, se organicen congresos
periódicos para analizar y denunciar la corrupción sistémica que reina en la
enseñanza superior española. Por otro lado, es también muy revelador que hayan
surgido asociaciones y plataformas
para defender a los profesores que son víctimas de la corrupción. Además, es
muy ilustrativo que el CSIC haya elaborado también informes
periódicos, que ponen el dedo en la misma llaga.
· Fundándome
en estas fuentes y “escribiendo de leídas”,
podría aportar datos precisos sobre la corrupción en la universidad española y
no solo en la URJC (cf. links en
párrafo anterior). Corrupción que se ha sustanciado en la endogamia; en el
acoso laboral subsiguiente, si uno no está dispuesto a comulgar con la
endogamia y, además, se permite denunciarla; y también en las redes
clientelares, que propician la politización universitaria, el silencio
gallináceo y cómplice, el vasallaje, el nepotismo, la falta de transparencia,
la prevaricación, etc. Ahora bien, no quiero escribir por boca de ganso y, como
en mis pasadas reflexiones sobre la universidad (cf. links ut supra), prefiero poner negro sobre blanco nuevas vivencias
personales, que llevan el agua al molino de las fuentes precitadas. Y que el
lector saque sus propias conclusiones.
· En mis
largos años de actividad docente e investigadora en el Departamento de Filología Francesa de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UAB, he podido constatar que tanto el uno
como la otra son reinos de taifas, siempre con las espadas en alto. Y, como
demostraron los romanos con el “divide et
impera”, esta división y esta ausencia de sinergias sólo pueden conducir a
la inoculación-difusión del síndrome del profesor quemado, al despilfarro de
energías, a la ineficiencia de la labor docente e investigadora y, en
definitiva, a la degradación de la enseñanza universitaria.
· Por otro
lado, estos reinos de taifas han marcado las sucesivas reformas de la enseñanza
universitaria. Éstas siempre se han hecho al gusto y según los intereses del
grupo de presión de turno, sin pensar en la formación y la vida profesional de
los futuros diplomados y sin que la comunidad universitaria haya podido
realmente participar en la elaboración de propuestas operativas. De ahí que las
reformas se hayan sucedido a lo largo de los últimos 40 años, sin dar con la
fórmula adecuada. De ahí el lugar ocupado por las universidades españolas en
los rankings internacionales. De ahí
que esté aún pendiente la reforma radical de la universidad, pedida por la CRUE
en julio de 2018.
· Además, he
podido constatar que la endogamia es el pan nuestro de cada día: las plazas de
profesores contratados son ocupadas por licenciados o diplomados del
departamento, a la espera de convertirse en profesores titulares. Y cuando sale
alguna plaza de funcionario a concurso, se presenta sólo un único candidato,
que ha esperado paciente y servilmente ese momento. Y esto es también
constatable en todas las universidades. En efecto, he formado parte de varios tribunales
de oposición en diferentes universidades y siempre hubo un solo candidato y,
además, de la casa. Esto denota que los otros posibles candidatos, a la espera
de su momento, consideran que lo lógico es esperar sumisamente su turno.
·
Por otro lado, he sido testigo de lo que son capaces los “roitelets” de la taifa del Departamento
de Francés de la UAB para poder seguir reinando en su ínsula de Barataria. Por
ejemplo, han sido capaces de rectificar la nota de un profesor, sin ninguna
justificación o argumento, aprobando a un alumno que amenazó con abandonar el
departamento y con no matricularse en el postgrado. E igualmente han sido
capaces de ofrecer y otorgar una plaza de profesor asociado a una diplomada, si
se matriculaba en el postgrado impartido en el departamento. Dos decisiones
torticeras para tener alumnos y no tener que desprogramar el postgrado.
· En quinto lugar, en la vida diaria del Departamento de Francés, les “roitelets” de turno han practicado la usurpación de funciones, metiendo la cuchara en el plato que no es el suyo o azuzando a los estudiantes contra profesores concretos o manipulando groseramente las propuestas de otros profesores, con el silencio cómplice y cobarde del Decano de la Facultad y de los propios profesores del Departamento de Francés.
·
En sexto lugar, es muy ilustrativo el hecho de que no haya existido ni
exista una comunicación o un debate sobre cuestiones relativas a la
enseñanza- aprendizaje universitarios,
ni en el marco de las relaciones interpersonales ni del departamento ni de la
facultad. Finalmente y sin ánimo de ser exhaustivo, los hechos apuntados y
otros muchos han conducido y conducen al acoso laboral que, en más de un caso,
ha provocado el abandono del trabajo o la depresión y la necesidad de ayuda
psicológica y farmacológica.
· Los hechos
denunciados en los congresos sobre la corrupción en la universidad española y
mis vivencias demuestran que el “affaire” Cifuentes no es un caso aislado sino
la punta del iceberg de los males de la universidad española. Sin embrago, es
decepcionante que los medios sólo se
fijen en el dedo (el máster de Cifuentes) y no hablen de la luna. Estos
hechos piden a gritos una reforma radical de la universidad, que provoque un “efecto Shinkansen” (empezar
prácticamente de cero). Ahora bien, para llevarla a cabo, como escribió Ramón y Cajal, “el problema
central […] no es la independencia [de la universidad], sino la transparencia radical… de la comunidad docente. Y hay pocos
hombres capaces de ser cirujanos de sí mismos. El bisturí salvador debe ser
manejado por otro”. Sólo así se podrá implantar la exigencia, que es
la madre de la excelencia. Y para ello, sería necesaria una buena dosis de “honestidad radical” que, en los tiempos
que corren, es un regalo muy caro que no se puede esperar de gente barata.
·
De una universidad transparente y de calidad depende el futuro
profesional de los universitarios (y también el estado de bienestar), como pone
de manifiesto la decepcionada Mireia Triguero, estudiante de la UPF:
“Ya lo hemos conseguido: tener una
carrera en España es pagársela. No es estudiar, ni esforzarse, ni tener que
pensar demasiado. [… He podido
constatar un] bajón radical de la
exigencia al alumnado. […] La universidad ha dejado de ser aquella institución
con la que muchos niños soñábamos. Ahora, es un trámite más, como sacarse el
carnet de conducir: tú pagas y ellos te dan el título”. O como dijo otro, “muchas universidades son sólo una fiesta de
cuatro años”.
© Manuel I. Cabezas González
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29 de julio de 2018