Una
instantánea de la procesión de Genarín (León)
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Durante la Semana Santa, en las ciudades y los pueblos de España, se procesionan
pasos que representan aspectos diferentes de la pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo. Ahora bien, entre estas manifestaciones públicas de
religiosidad, hay algunas muy especiales. Algunos las tildan de extrañas y/o insólitas
y/o alucinantes y/o surrealistas y/o delirantes y/o, incluso, de irreverentes, ya
que se alejan de las tradicionales procesiones ortodoxas.
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Entre estas procesiones heterodoxas, hay de todo como en botica. A título
de ejemplo, basta con citar la del “Padre
Putas”, llamada también “El Lunes de
Aguas”, en Salamanca; la procesión de la “Diablesa”, en Orihuela (Alicante); la de “La Danza de la Muerte, en Verges
(Gerona); la de “Las Turbas” o “Borrachos”, en Cuenca; la del “Entierro de Genarín”, en León; etc. Además,
en estas procesiones hay pasos con una imaginería, según algunos, osada,
provocadora e irreverente. Por ejemplo, el Cristo en pelota picada de Medina
del Campo; el súcubo, en la procesión de La Diablesa de Orihuela; y todos los
pasos, sin denotaciones o connotaciones religiosas, de la procesión de Genarín
en León. Por otro lado, en algunas procesiones convencionales, se utilizan
también sintonías musicales que rompen con la tradicional música de tambores y
de bandas municipales o militares. Es el caso de la sintonía del “Ai, se eu te pego” (en Alhama, Murcia) o
la del coche fantástico (en Louseiro, Galicia) o la de los piratas del Caribe
(en Hellín) o los ritmos caribeños en las procesiones de los sanjuaneros bailongos
(en Vivero, Asturias) y del “Sidracrucis” (Gijón).
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De todas estas procesiones que se alejan de las convencionales, merece
una mención especial la del “Entierro de
Genarín”, que procesiona en la ciudad de León. Todo en ella se aleja de la
tradición religiosa. Por eso, ha sido calificada de herejía o burla o parodia
de las procesiones al uso. ¿Por qué?
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El recordado-homenajeado en esta procesión, Genaro Blanco Blanco
—“Genarín” o “San Genarín”, para sus amigos, cofrades y seguidores— fue
pellejero de profesión y un “bon vivant”,
aficionado a la buena vida, a las mujeres de “moral distraída” (como hubiera
dicho Tierno Galván), a las casas de
lenocinio, al orujo, al tute y a la garrafina. Fue todo un personaje, muy
conocido, muy popular y, sobre todo, muy querido en el mundo bohemio de León, a
principio del siglo XX. En la noche de Jueves Santo de 1929, la muerte lo
sorprendió, al ser atropellado por la Bonifacia, nombre dado al primer camión
de recogida de basuras de León, a la altura del tercer cubo de la muralla de
León, mientras cambiada el agua a las olivas. La Moncha, una de las pupilas del
lupanar regentado por la Madame Francisquita, lo encontró muerto y le cubrió el
rostro con un periódico, que hizo las veces de sudario. Así vivió y murió
Genarín, según relata Julio Llamazares
en el libro “El entierro de Genarín”,
publicado en 1981 y reeditado en 2015.
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Como dijo alguien, “la muerte no llega con la vejez, sino con el
olvido”. Por eso y a pesar de su muerte biológica, la vida
de Genarín no cayó en el olvido. Cuatro compañeros de parranda, los llamados
“evangelistas”, se encargaron de mantener viva su memoria. El Jueves Santos
del año siguiente a su muerte (1930), le rindieron homenaje reuniéndose en la
Plaza del Grano de León y recorriendo las tascas y las casas de mancebía que
Genarín solía frecuentar. Así nació, entre copina y copina de orujo, el mito de
Genarín. Ahora bien, en los años
posteriores, este primer homenaje se convirtió en una procesión-manifestación cada vez más popular y masiva (unas
30.000 personas, en 2015), la noche de Jueves Santo. Además, esta popularidad
dio lugar a la creación de la Cofradía de Nuestro Padre Genarín que, desde
entonces, no ha dejado de crecer.
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La procesión de Genarín tiene lugar en la noche-madrugada del jueves
al viernes de la Semana Santa, entre la Plaza del Grano y el tercer cubo de la
muralla de León, donde Genarín fue atropellado y rindió su vida. Tras la “Santa
Cena” en un restaurante próximo, los
cofrades se dirigen a la Plaza del Grano y, a eso de la una de la madrugada, da
comienzo la procesión. En este desfile laico se procesionan, rodeados de
antorchas y acompañados de cuatro cabezudos (los cuatro “evangelistas”), cuatro
pasos: el de la Cuba, con las ofrendas para Genarín (botella de orujo, pan,
queso, naranja y corona de laurel); el de la Muerte (representación de la parca
que cercenó su vida); el de la Moncha (prostituta que cubrió con un periódico
el rostro de Genarín tras el accidente luctuoso); y el de Genarín (abrazado a
una farola, blandiendo una botella de orujo en su mano derecha y sosteniendo
unas pieles de conejo en la siniestra).
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Esta procesión es una especie de vía crucis. A lo largo del recorrido,
se hacen paradas en las que se lee algún pasaje de la vida de Genarín. Cada
lectura termina siempre con un brindis de orujo, precedido del consabido
ritornelo que reza así: “Y siguiendo sus
costumbres / que nunca fueron un lujo, / bebamos en su memoria / una copina de
orujo”. Llegados a la última estación, el cubo de la muralla donde Genarín encontró la muerte, el
“hermano trepador” la escala para depositar, en lo alto de la misma, las
ofrendas para Genarín: la botella de orujo, el pan, el queso, la naranja y la corona
de laurel.
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procesión del “Entierro de Genarín” —por su carácter alucinante, delirante,
surrealista, irreverente, laico,…— no deja indiferente a nadie. Para unos, esta
procesión pagana leonesa es una herejía y una burla de las procesiones
tradicionales. Para otros, cada vez más numerosos, es una manifestación más de
la libertad de expresión y una tradición con mayúsculas y en toda regla, ya que
se celebra desde 1930. Para otros es el pretexto para salir de fiesta por las
calles de León y una gran concentración de fieles de Genarín con dos orujines
de más. Los de más allá ven en ella una manifestación de la rivalidad entre las procesiones al uso y la procesión
pagana e irreverente de “Nuestro Santo
Padre Genarín”, como le llaman sus seguidores y “homenajeadotes”. Según las
malas lenguas (o las buenas), la de Genarín fue prohibida, en 1957 y durante algunos años, porque
precisamente tenía más seguidores que la ortodoxa y tradicional. Por haber
asistido, en una ocasión, a la procesión de Genarín, puedo aseverar que es un
poco todo esto o, incluso, podría decirse que es mucho más.
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Según Julio Llamazares, el hagiógrafo de Genarín, la procesión y el mensaje de este “santo laico” “es una religión que va a más, no a menos,
como otras”. Sin embargo, lamenta la deriva de la misma. Según él, “al principio, todo iba muy en serio. La
gente iba de rodillas, leyendo sus poemas con devoción. Lo corrosivo era el
fervor que se ponía en todo. Y convivía mejor con otras tradiciones. Ahora es
un desmadre y, al final, siempre hay alguien que lo convierte en un macro botellón”. Por eso, si no se
vuelve a las raíces, puede degenerar aún más y morir de éxito. A pesar de esto,
la procesión del “entierro de Genarín” bien vale, en Jueves Santo, una visita a
León.
©
Manuel I. Cabezas González
Publicado también en Diario 16, Bembibre Digital, Fuerteventura Digital, Noticanarias, El Obrero, El Diestro, InfoHispania, Tribuna del País Vasco, Diari del Vallès y Periodista Digital.
20 de marzo de 2019