·
Cuando se ha tenido la suerte de sumar mucha vida a los años y muchos
años a la vida, uno ha podido constatar que la “pérdida de memoria” es algo inevitable: la enfermedad de Alzheimer acecha y se presenta cada vez
más prematuramente para exigir su tributo. Y, cuando escribo esto, pienso en un
familiar muy cercano y en un amigo entrañable.
·
Por otro lado, si tenemos en cuenta el funcionamiento del cerebro,
podemos corroborar que recibe constantemente una masa ingente de estímulos a
través de esas ventanas que son los sentidos. Ahora bien, el cerebro desecha la
mayor parte de ellos y sólo guarda en el desván de la memoria una pequeña parte
de los mensajes recibidos. Además, con el paso del tiempo, las sinapsis (conexiones
neuronales) no se siguen reforzando ni se pueden ampliar. Más bien, se
debilitan y se degradan.
·
Por eso, para intentar luchar contra el olvido o la desmemoria y esa
parca de los recuerdos que es la enfermedad de Alzheimer, son fundamentales,
según los expertos, las actividades preventivas para mantener nuestro cerebro siempre
activo y en buen estado de funcionamiento. Para ello, es también importante esa
“memoria externa”, que adopta la
forma de mensajes lingüísticas escritos (“memoria
de papel”, diría Michel de Montaigne)
y de mensajes icónicos (fotos, grabaciones audio, visuales o audiovisuales,
etc.). En esta memoria externa es donde vamos depositando una buena parte de
nuestras vivencias personales o colectivas, para tenerlas al alcance de la mano
y poder activarlas en el momento oportuno.
·
Ante la espada de Damocles, individual o social, de la enfermedad de Alzheimer
y la fisiología de nuestro cerebro, es muy loable y pertinente la “Ley
de Memoria Histórica”, gestada durante el primer mandato del presidente
Zapatero y aprobada en 2007. En efecto, como escribió muy
acertadamente José Saramago, “somos la memoria que tenemos y la
responsabilidad que asumimos; sin memoria, no existimos y, sin responsabilidad,
no merecemos existir”.
·
Con esta ley, llamada indebidamente —según algunos— “Ley de
Memoria Histórica” (LMH), se pretende precisamente luchar contra el
olvido de nuestro traumático y reciente
pasado común, propiciar la conservación y el conocimiento de nuestra historia,
y acabar con el “pacto de silencio”
de la Transición. Además, al mismo tiempo se intenta reconocer los derechos y establecer
nuevas medidas a favor de quienes padecieron arbitrariamente persecución y
violencia durante la Guerra Civil (1936-1939) y durante la dictadura franquista
(1939-1975).
· Es justo, lógico y
razonable estar de acuerdo con el objetivo de esta ley así como con las medidas
en favor de las víctimas, medidas que persiguen resarcir judicial, social,
política y econonómicamente a las víctimas del franquismo. Ahora bien, reconocido
y aceptado esto, uno no puede estar de acuerdo, sin embargo, con la aplicación
que se ha hecho y se está haciendo del Art. 15.1. de la LMH. Según reza este
artículo, en los espacios públicos se debe proceder a “la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones
conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar,
de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.
· En base a estas
previsiones legales, se han empezado a limpiar los espacios públicos de España
de los recuerdos tangibles (estatuas, monumentos conmemorativos, nombres de
calles, plazas, edificios públicos, etc.) de la Guerra Civil y de la Dictadura
Franquista. Y esto ha provocado, por distintos motivos, conflictos legales, polémicas
y enfrentamientos, como han reflejado profusamente los medios de comunicación. En
efecto, con la aplicación del Art. 15.1. de la LMH se pretende olvidar y se
olvida (“desmemoria”) a unos (los del
bando de los vencedores) y sólo se trata de recordar y se recuerda (“memoria”) a otros (los del bando de los
vencidos), que fueron injustamente olvidados durante los 40 años de Dictadura y
durante la Transición. Ahora bien, esta forma de proceder está en contradicción
con el concepto mismo de “memoria” y con la función de la misma (conservar
hechos —buenos o criticables, positivos o negativos— del pasado). Por eso, la
LMH puede ser tildada de “memoria
selectiva o partidista o subjetiva”, que persigue más bien la “amnesia” de una parte de nuestro pasado,
que es precisamente lo contrario de la “memoria”.
· Proceder así es aplicar
la romana “damnatio memoriae” (eliminación
de todo aquello que recuerde al enemigo: imágenes, monumentos, inscripciones e incluso su nombre) y llevar a cabo las
actividades del “Ministerio
de la Verdad”, descritas por
George Orwell en su relato “1984”:
reescribir y manipular la historia, para que los hechos acaecidos en el pasado
coincidan con los intereses partidistas de la casta política de turno. Esta “damnatio memoriae” o “memoria orwelliana” persigue
precisamente provocar una amnesia colectiva selectiva (“desmemoria”), para no recordar acontecimientos lamentables y
criticables de nuestro pasado reciente e implantar, en consecuencia, la “ley del silencio” o la mafiosa “omertá”. Y esto es hacer un flaco favor
a la memoria histórica, al tiempo que denota miedo a transmitir y a conocer la
verdad.
·
Ante los objetivos y los resultados amnésicos de la aplicación del Art. 15.1. y
si se quiere conservar objetivamente nuestro pasado reciente en toda su
complejidad y diversidad, creo que sería más pertinente o más acertado, y estaría
más de acuerdo con el concepto de “memoria”, que se mantuvieran “escudos, insignias, placas y otros objetos o
menciones” así como los nombres de personajes
o hechos franquistas. Ahora bien, con una condición: habría que añadir
informaciones o datos descriptivos, desde una historiografía objetiva, que
expliciten lo que fueron, lo que hicieron, lo que representaron o significaron
tanto los personajes como los hechos acaecidos. Así, por dar sólo algunos
ejemplos, habría que conservar “Plaza/avenida
del Generalísimo o Francisco Franco”,
pero añadiendo, por ejemplo, “General
golpista y/o dictador y/o causante de una guerra civil y de 1 millón de muertos”.
O añadir, a la denominación “Calle/plaza/
avenida Carlos Arias Navarro”, el calificativo descriptivo “el carnicerito de Málaga”. O completar
el rótulo “Calle o plaza o avenida
Millán-Astray”, con sus siniestros y necrófilos lemas El apóstol del "¡Muera la inteligencia!" y del “¡Viva la muerte!”.
· Adoptar y
aplicar esta propuesta para actualizar el callejero de las ciudades y pueblos
de España es trabajar eficazmente no sólo para conservar y fortalecer la
“memoria histórica” en toda su complejidad sino para esclarecerla y enriquecerla.
No podemos olvidar la historia, como proponen algunos (entre ellos, Santos
Juliá, que recomienda echar al olvido el pasado para propiciar el borrón y
cuenta nueva, como se hizo durante la Transición). Hacerlo es correr el riesgo,
como dijo Cicerón, de repetir los errores del pasado. Por eso, no
debemos olvidar la sugerencia de José Saramago: “Hay que
recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el
olvido y se termina en la indiferencia”.
©
Manuel I. Cabezas González
Publicado también en Diario 16, La Tribuna del País Vasco, El Obrero, Liverdades, InfoHispania, El Diestro, Contrainformación, CatalunyaPress, Bembibre Digital, PressDigital, Noticiario Universal, Periodista Digital, TeldeHabla, La Mar de Onuba, Ramrock's Blog, Gaditanosdeldoce, Kaosenlared, Cerdanyola al Día y Alerta Digital.
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13 de enero de 2019
Le felicito por su interesante articulo. En él recalca la "damnatio memoriae". El caso de mi Ciudad (Vic) es interesantísimo porque es un caso clamoroso que confirma esta expresión latina.
ResponderEliminarYo intento luchar, en la medida lo posible, contra esta falta de memòria en los artículos que publico en la prensa local (Revista de Vic). Y es que, en la Guerra Civil vivida en esta Ciudad, pasó lo contrario: los republicanos, anarquistas... que estaban en el poder masacraron impunemente a la clase eclesiástica: asesinaron friamente, con ayuda del "Coche Fantasma", a más de 200 personas relacionadas con la Iglesia.
Para más información puede leer el libro "Los sicarios de la retaguardia" (2010) de Isidre Cunill.
Atentamente,
Miguel Molist Badiola
Estimado Miguel:
Eliminar• Gracias por la evaluación positiva de mi último texto y por la referencia bibliográfica ("Los sicarios de la retaguardia"), que me ha proporcionado. Más pronto que tarde, le hincaré el diente.
• Soy consciente, como me indica Ud. en su comentario, de que en los dos bandos se cometieron auténticas barbaridades. Si toda guerra es un drama, una guerra civil, como la española (1936-1939), es un drama al cuadrado o al cubo. Y, desde hace una década, da la impresión de que las espadas siguen en alto.
Un cordial saludo.
Manuel I. Cabezas
Como siempre usted hace en honor a la verdad, en este caso buen repaso a los que no aceptan mas que lo que les puede veneficiar, de la forma que sea, aún pisoteando a los demás.
ResponderEliminarMuchas gracias
Estimado Manuel GM:
Eliminar• En su comentario habla de una forma opaca y sin explicitar lingüísticamente el sujeto de sus frases. Los designa con el sintagma ambiguo “los que”. Por mis vivencias personales, deduzco que se refiere Ud. a los miembros de la casta política, que complican la vida de los ciudadanos en vez de facilitarla, eliminando las piedras del camino. Van a lo suyo, sin pensar en las necesidades de sus votantes o de otros conciudadanos o incluso pisoteándolos, como dice Ud.
• Por eso, sus palabras me han hecho pensar en algo que escuché ayer en un programa de radio: “los políticos sólo tienen intereses y no valores o principios”. Y también en una cita de José Saramago, que reza así: “la sociedad no puede funcionar sin política. El problema es que la política está en manos de los políticos”.
Un cordial saludo.
Manuel I. Cabezas
Hola Manolo, como siempre un placer leerte. Quisiera aportar a tus comentarios un "mensaje icónico" (con vos siempre se aprende algo) en el formato de una canción. En ella habla de la memoria, sobre todo de la relacionada con el gobierno de la última y mas cruel dictadura que hemos sufrido. Hemos tenido que batallar mucho estos años, contra los que han querido borrar los hechos acaecidos durante las décadas del 70/80. "Manto de olvido" decían algunos, "dejar atrás el pasado y mirar al futuro", decían otros, "dar vuelta la página", y varios etcéteras mas. Pero hemos ganado, el presente es memoria viva. Los organismos de DDHH tienen como lema la frase "Memoria, Verdad y Justicia". Esto nos ha servido para saber que pasó, quienes fueron los responsables y juicio y castigo para quien lo merezca.
ResponderEliminarTe mando un abrazo.
Miguel Laporte
https://youtu.be/9JeJS5FtGCw