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Hace algunas semanas, analizaba la modalidad de lectura del “lector-mariposa”
on line y llegaba a la conclusión de
que este tipo de lector era un efecto colateral nocivo y no deseado del
progreso (?) y de la democratización de las nuevas tecnologías de la
comunicación y de la información (TIC).
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Hoy, quiero referirme a otro artilugio de los tiempos modernos, el
teléfono móvil, y al sucedáneo de comunicación propiciado por este gadget de las sociedades desarrolladas.
Las cifras son elocuentes y contundentes. Desde la llegada de la telefonía
móvil a España, en 1976, el número de móviles no ha hecho más que aumentar,
hasta el punto de que hay más líneas de teléfono móvil que habitantes (112,7
líneas por cada 100 habitantes). Ahora bien, ¿la democratización de este nuevo
progreso tecnológico contribuye a favorecer y mejorar la comunicación entre los
bípedos parlantes o más bien es un obstáculo que los separa y que les priva de
la palabra y del comercio lingüístico, dificultando o impidiendo la
comunicación? Y en particular, ¿qué uso hacen de él esos grandes consumidores,
los adolescentes y los jóvenes?
·
Tanto unos como otros utilizan masivamente el móvil. Se podría decir que viven
pegados a él. Según un estudio del INTECO (Instituto
Nacional de Tecnologías de la Información), el primer móvil (regalo
envenenado, para muchos sociólogos y psicólogos) les llega entre los 10 y los
12 años. Además, el 93% de ellos dispone de uno, que renuevan periódicamente
para dotarse de otro, más moderno y con más prestaciones. El 63% posee un “smartphone” (teléfono inteligente). Y
entre ellos, el que no tiene móvil, que es la excepción que confirma la regla,
y sobre todo de la última generación, no es nada ni nadie ni es visible para
los de su tribu.
· Ahora bien, este moderno “becerro de oro”, que cautiva a las masas
jóvenes, no es inocuo y tiene también sus efectos colaterales e indeseables,
tanto para la estabilidad emocional
como para la comunicación. En
efecto, el uso/abuso del móvil está en el origen de una de las nuevas
patologías del siglo XXI: la “nomofobia”,
acrónimo de “no mobile phone phobia”.
Esta nueva adicción podría definirse como el miedo a estar sin teléfono móvil.
Y con este término se designa la dependencia total o esclavitud de los usuarios
a este nuevo artilugio. Un 66% de la población británica sufre ya esta
patología. En España, es el caso del 8% de los universitarios. Y la nomofobia
amenaza con convertirse, muy rápidamente, en pandemia, si no lo es ya.
· Por otro
lado, basta con observar el uso o, más bien, el abuso que se hace del móvil,
para darse cuenta de que la esencia de la comunicación natural y prístina (la
del “face to face” o “tête à tête”) se resiente, se
resquebraja, se empobrece o simplemente es anulada. En la comunicación “tête à tête”, los interlocutores
utilizan varios sistemas semiológicos o sistemas de signos: además de una
lengua natural, emplean el lenguaje no verbal (la “kinésie” y la “proxémie”).
Éste, el no-verbal, permite vehicular no sólo la misma información que una
lengua natural sino mucha más, mediante otros códigos diferentes, que son
complementarios y redundantes entre sí. Ahora bien, si observamos el
comportamiento de los jóvenes y adolescentes, podemos constatar que el móvil
desplaza, sustituye o anula la comunicación pluricodificada del “tête à tête”, en aras de la lengua
escrita compulsiva y lacónica de los mensajes de texto (los tweets, los whatsapps, los correos electrónicos, etc.), olvidándose de aquello
que escribió José Saramago para
glosar la ausencia de alma o de emoción del lenguaje virtual: “Jamás una lágrima emborronará un correo
electrónico”. Basta con dar algunos ejemplos para ilustrar lo aseverado y
levantar acta del triunfo de la comunicación virtual sobre la real.
·
Situación 1: en la cafetería de la Facultad de Letras de la UAB, es habitual y
lógico que varios amigos o compañeros de clase compartan espacio y se sienten
alrededor de una mesa para tomar algún refrigerio. Ahora bien, en vez de
aprovechar el encuentro y la situación para confraternizar con los presentes,
es cada vez más habitual que cada uno de ellos, aislado de los otros, se ponga
a manipular su móvil para “comunicar” (?) con los ausentes y así aislarse de
los presentes. Desde luego, según Ángel
A. Herrera, “no deja de ser una falta
de educación pasarse el rato hablando con quienes no están sentados a la mesa
de comensales”. Da la impresión, como precisa Manuel Vicent, que “tanto ellos como ellas saben que sin móvil
no son nada, ni tienen nada que decir”.
· Situación 2: al final de la jornada universitaria, muchos
estudiantes utilizan el transporte público para volver a sus casas. Cada día,
los veo esperando pacientemente en las paradas de autobús de la UAB. Pero, en
vez de aprovechar este momento de espera para que el azar haga su trabajo y así
diversificar y aumentar el número de conocidos y amigos y, a lo mejor,
encontrar la media naranja, están aislados, ensimismados con esa prolongación
de sus cuerpos: el móvil. Unos y otros, de nuevo, están comunicando (?) con
ausentes y olvidándose de los presentes. Al observar este comportamiento, me ha
venido a las mientes el consejo que da Sherry
Turkle: “Apaguen los teléfonos
móviles y empiecen a vivir”.
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Situación 3: en los pasillos, en la cafetería, en las paradas de autobús,… de la
UAB, es muy frecuente observar cómo, en unos segundos, un estudiante desenfunda
y enfunda reiteradamente, —como Billy the Kid, el revólver— su smartphone, para garabatear
compulsivamente con sus dedos pulgares una ristra de mensajes rápidos, entre
pausas muy cortas. Esta tercera constatación parece dar la razón a Manuel Vicent, para quien “hoy los móviles se diseñan para poder
expresar una idiotez cada día un segundo más rápido”.
· El móvil es
un gran adelanto técnico, que presta importantes servicios a los usuarios. Esto
nadie lo discute. Además, es una perogrullada afirmar que nada es bueno o malo “per se”; eso depende del uso que hacemos del objeto o del producto
que tenemos a nuestro alcance. Por lo que respecta al móvil, los datos y
situaciones, presentados ut supra, denotan que el uso dado al mismo está en el
origen de dos graves patologías: una, emocional, la nomofobia; la otra,
lingüística, sustitución de la comunicación natural (“tête à tête”) por la virtual. Y estas patologías parecen ser la
manifestación de un malestar más profundo en los usuarios del móvil, al que
algunos psicólogos han empezado a dar nombres: baja autoestima, problemas de
aceptación del propio grupo y déficits en habilidades sociales y en resolución
de conflictos. Por eso, como aconseja Sherry
Turkle, apaguemos los móviles y empecemos a vivir.
© Manuel I. Cabezas González
Publicado en Diálogo Libre, Red de Blogs Comprometidos, La Crónica de Guadalajara, Eldebat.cat, Noticias de Navarra, Bottup y Cerdanyola info.
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15 de agosto de 301