Jordi Salvador i Duch
Diputado
de ERC por Tarragona en la Cámara Baja
(Fuente: Web del Parlamento)
(Fuente: Web del Parlamento)
·
Hace algunas semanas publiqué un texto que titulé “¡El
lobo, que viene el lobo!”. En 20 días, fue leído por más de 8.000
internautas en Honestidad Radical. Y también
fue difundido, que yo sepa, por 14 medios de comunicación digitales. A pesar de
haber tenido tantos lectores, sólo unos pocos se tomaron la molestia de
reaccionar al mismo y de enviar a Honestidad
Radical un comentario en abierto. Sin embargo, recibí también algunos feedbacks en mi correo privado. Entre
éstos, uno de Jordi Salvador i Duch, diputado
por Tarragona de Esquerra
Republicana de Catalunya (ERC) en el Congreso
de los Diputados. Por sus formas y por su
contenido, me permito hacerlo público y diseccionarlo en este dazibao libre y
sin censura que es Honestidad Radical.
· Antes de
entrar en materia, quiero precisar que todos los textos que cuelgo en Honestidad Radical los remito también a
nuestros representantes en las Cortes Generales (Congreso y Senado). Normalmente,
recibo la callada por respuesta. Sin embargo, a veces, algunos de nuestros
representantes me envían respuestas gratificantes y laudatorias; es el caso,
por ejemplo, del diputado del PSOE, José
Ignacio Sánchez Amor, que me decía, hace unas semanas, de
verbo ad verbum: “Interesante [su
artículo], gracias, no se puede
imaginar la cantidad de cosas aburridas u ofensivas que recibimos los diputados
de cuanto Maestro Ciruela pulula por la web. No es su caso. Saludos”. Y, de
vez en cuando, algún diputado o senador me ha hecho llegar también
una respuesta displicente, reprobatoria y ofensiva. Es el caso de
la reacción del Diputado de ERC, Jordi Salvador i Duch, de la que voy a ocuparme hoy. Anem per feina! (vayamos al grano).
·
Este diputado de ERC, en un primer y lacónico correo (11 de enero de
2017) tildó mi
texto de “article brossa”
(artículo basura) y me pedía que no le enviase más escritos. Ante mi esmerada y
argumentada respuesta, preñada de sentido común, de lógica y de cortesía
lingüística (13 de enero de 2017), volvió a dirigirse a mí (16 de enero de
2017) para reiterarme: 1. que mi texto era un “article brossa”; 2. que no volviera a enviarle ningún texto más; y
3. que no tenía ninguna gana de debatir conmigo.
Como hubiera escrito Ernesto Sáenz de Buruaga, así
sucedieron las cosas y así se las he contado.
· Creo sinceramente que
el contenido y las formas de las misivas del Sr. Diputado de ERC, Jordi Salvador i Duch, así como la
actitud que transpiran no son de recibo en un cargo público o en un representante
de los ciudadanos. Por un lado, tildar
de "brossa" mi ultima cogitación es muy atrevido por su parte
y denota un desprecio total y absoluto hacia el punto de vista argumentado de
un ciudadano-elector. En efecto, El Sr. Jordi
Salvador i Duch descalifica globalmente lo que el mensajero trae en su
zurrón lingüístico, sin aportar ninguna contra-argumentación. Y no sólo eso. Además
se niega a debatir con los ciudadanos (en este caso, conmigo) y se permite
exigir que corte el cordón umbilical que propicia el comercio lingüístico,
absolutamente necesario, entre los electores-representados (yo soy uno de
ellos) y los elegidos-representantes (él es uno de ellos también). Y todo esto
sin respetar la obligada cortesía lingüística (las formas),que nos debemos tanto
los electores como los elegidos, en una democracia auténtica, adulta y realmente
consolidada.
· En Francia, donde me formé y me convertí en ciudadano, siempre me dijeron y enseñaron que uno es libre de decir o de escribir lo que quiera, pero con una condición: hay que aportar datos y argumentar lo que se afirma. De ahí me viene mi querencia por la “honestidad radical”. Con estas premisas, se puede no estar de acuerdo con un texto y criticarlo, pero no puede ser calificado, por las buenas y sin una contra-argumentación sólida y alternativa, de “basura”. Por eso, se podría deducir lógicamente que la formación y la praxis lingüística y política del Diputado de ERC por Tarragona adolecen de lagunas que denotan claramente que el Sr. Jordi Salvador i Duch no conoce y, por lo tanto, no puede practicar el ABC de la cortesía lingüística, así como el de los comportamientos democráticos.
· Por
lo tanto, los feedbacks del
Diputado Jordi
Salvador i Duch no me parecen ni razonables ni lógicos. Repugnan al
sentido común, a la lógica y a las buenas maneras. Y casan mal con los usos y
comportamientos comunicativos, civilizados y democráticos. Además, sus correos
son mucho más rechazables por tratarse de un representante político, que se dice, para más inri, de
izquierdas. El diputado Jordi
Salvador i Duch, como cualquier otro diputado, debería estar
siempre en comunicación con los electores y a la escucha de los ciudadanos, que
lo han llevado al Parlamento Español para que los represente. No debe olvidar que
los miembros de la clase política —que algunos llamamos “casta”, y con razón— son empleados nuestros, los ciudadanos-electores;
y que están donde están para servir a los ciudadanos y no para servirse del
estatus de diputado en beneficio propio.
· Lo que acabo de narrar no es un comportamiento
privativo del Diputado independentista de ERC. El caso descrito no es único, ni
tampoco una excepción. Se trata de un ejemplo paradigmático que ilustra, en
general, el comportamiento de los miembros de la casta política, una vez que han
llegado al poder y han asentado sus reales al sol del erario público. En
efecto, puedo dar testimonio personal de cómo se las gastan ciertos líderes políticos
que, ante los análisis críticos y argumentados de militantes de sus partidos,
han reaccionado como el diputado de ERC por Tarragona, Jordi Salvador i Duch.
· Es el caso de Rosa Díez, cuando regentaba su
“granja orwelliana” de UPyD, y de Albert
Rivera, al subírsele a la cabeza el título de roitelet de su ínsula de Barataria, C’s. Tanto la una como el otro
—ambos, personajes estólidos
y, como hubiera dicho Pilar Rahola,
procedentes del todo a 100 de sus partidos— se dirigieron a ciertos militantes, informados y con criterio, ordenándoles
también que dejasen de enviarles textos denunciando irregularidades o malas
prácticas tanto en UPyD como en C’s. Y no sólo eso. Además, se dedicaron a
expulsar de su granja orwelliana o de su ínsula de Barataria, a los mensajeros
de mal agüero, que pensaban y, por lo tanto, estorbaban. Y esto lo llevaron a
cabo por “potestas” testicular, i.e.
sin “auctoritas” y sin respetar los
procedimientos estatutarios.
· Estos comportamientos denotan un desprecio total y
absoluto de los votantes y de los
militantes, que son considerados como simples trastulos por los engreídos de la casta política, que parecen regirse
por ese lema de una pseudo-democracia que reza así: “Tú
vota cada cuatro años y, luego, calla”. ¡Qué lejos estamos del país soñado
por X. Sardà!: “Un país en el que criticar se considere patriótico;
discrepar, saludable; y provechoso reprobar las rigurosas mentiras de los que
mandan”. ¡Y qué cerca de la
opinión de Javier Marías sobre los
políticos!: a los políticos “nadie los quiere y, en general, caen fatal.
[…] Si dejan de gobernar, es porque los votantes están hartos de ellos y ya no
los pueden ni ver; y […] si gobiernan, no es porque los ciudadanos les tengan
confianza y les encuentren méritos, sino por el mero deseo de quitarse de
encima a los anteriores”. Si la casta política española (y también la de
otros lugares) no fuera autista (i.e. encerrada en su mundo, alejada de
la realidad y sin contacto con ésta), se daría cuenta de la sabiduría encerrada
en este pensamiento del Viejo Profesor, Enrique Tierno Galván: “El
poder es como el explosivo: o se maneja con cuidado o estalla”. El que
avisa no es traidor.
© Manuel
I. Cabezas González
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11
de febrero de 2017