sábado, 27 de septiembre de 2014

DEL NEGOCIO DE LA SEGURIDAD




                                                                                                    El arma delatora y desenmascaradora

· Desde finales del siglo XX y en diferentes países occidentales, el terrorismo se ha manifestado reiteradamente de forma sangrienta. Sin ánimo  de ser exhaustivo, debemos citar el terrorismo secular de ETA que sembró el dolor en numerosas familias españolas de todo tipo y condición. También, se debe hacer referencia a los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Además, no se deben olvidar los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, así como los del metro de Londres del 7 de julio de 2005. A esta lista inconclusa de atentados terroristas indiscriminados habría que añadir los numerosos atentados en el Próximo Oriente, que ponen en entredicho la  Alianza de Civilizaciones tan del gusto de ZP y que denotan claramente un Enfrentamiento de Civilizaciones.

· Todos estos atentados han producido miles de muertos, miles de heridos y sufrimientos sin cuento. Además, han generado también un temor generalizado en todo el mundo y, en particular, en los países occidentales, lo que ha propiciando la adopción de obsesivas medidas de seguridad y la declaración de la “guerra contra el terrorismo” por parte de EE. UU. y de sus aliados. Ahora bien, estas medidas han alterado, en general, las tradicionales políticas internacionales y domésticas de seguridad y, en particular, de la seguridad aérea. En  efecto, viajar en avión es hoy un calvario para los viajeros, que deben llegar al aeropuerto con mucho tiempo de antelación para pasar bajo las horcas caudinas de los arcos de seguridad, para permitir escanear sus equipajes, para ser cacheados, ellos y sus equipajes, y para dejarse incautar cualquier objeto (cortaúñas, pinzas de depilación, etc.), que pudiera ser utilizado como arma asesina, o cualquier recipiente (botella de agua, gel de afeitar, frascos de perfume, after-shave, cremas, dentífricos, etc.), que pudiera contener alguna sustancia explosiva.

· Ahora bien, ¿todo esto son medidas y precauciones que velan por la seguridad de los pasajeros o hay gato encerrado y es una coartada para, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, conseguir objetivos inconfesables, que no tienen nada que ver con la seguridad? Creo, más bien, que las medidas de seguridad aeroportuarias citadas, así como las adoptadas en los edificios oficiales, tienen muy poco que ver con la seguridad y son simplemente una línea de negocio más para que ciertas personas —amigas o testaferros de algún miembro de la casta política— se forren a costa del erario público, de los viajeros y de los ciudadanos. Para ilustrar y apoyar esta aseveración, voy a relatar tres vivencias personales recientes, que llevan el agua al mismo molino: el negocio lucrativo de la seguridad, pero que no proporciona seguridad a los ciudadanos.

· Informo a mis lectores que, vaya a donde vaya, siempre llevo en bandolera un bolso de cuero de vaca, que merqué en el barrio de Plaka de Atenas hace más de 25 años, al regresar de uno de mis numerosos viajes a Grecia. Es un bolso en el que llevo siempre algún libro, algunos folios y un moleskine para tomar notas, así como una agenda. En un bolsillo lateral del mismo, nunca falta un bolígrafo, algún rotulador, un lápiz  y también una navaja “made in France” Opinel (cf. mensaje icónico ut supra): 7cm. de hoja y 9 cm. de empuñadura; en total, 16 cm. de “en-verga-dura”, como hubiera dicho el presunto delincuente, para la justicia, o el delincuente recalcitrante, para el pueblo llano, Iñaki Urdangarín, el Duque Em-Palma-do.

· El pasado 6 de mayo de 2014, a las 10 de la mañana, acompañé a una amiga a la Inspección de Trabajo de Barcelona, sita en Travesera de Gracia, 2. En la entrada del edificio, un agente de seguridad privado nos invitó a depositar nuestras carteras y bolsos de mano en el tapiz del escáner, que se los tragó sin detectar la presencia de mi peligrosa navaja Opinel, al tiempo que nos hizo pasar bajo el arco de seguridad. Hechas las gestiones previstas en la Inspección de Trabajo, mi amiga me acompañó al aeropuerto de Barcelona, donde tenía que coger un avión rumbo a Valladolid, en compañía de un amigo arquitecto, Ramón Auset. De nuevo, streaptis parcial, paseo obligado bajo el arco de seguridad y escaneado de mi equipaje de mano, bajo la mirada desconsiderada, bravucona y chulesca del jefe de seguridad privada, que no tuvo empacho en privarme de la pasta de dientes, del gel de afeitar y del after-shave. En el viaje de vuelta de Valladolid, el 8 de mayo: misma liturgia e idénticos resultados. A la ida y a la vuelta, los medios humanos y técnicos de los dos aeropuertos no detectaron mi amenazadora Opinel. En fin, en la segunda quincena del mes de agosto, durante mis vacaciones en un pueblo del Bierzo Alto, Almagarinos, tuve que dirigirme a la Delegación de Castilla y León en Ponferrada para realizar unas gestiones. A la entrada de la Delegación, me encontré con el mismo escenario: vigilante de seguridad privado, arco de seguridad y escáner; y el mismo resultado: ni el uno ni los otros detectaron mi temible Opinel.

· Los hechos narrados son tozudos. La reiteración de los mismos, en tan corto espacio de tiempo, pone de manifiesto que la seguridad en los aeropuertos y en los edificios de los organismos públicos tiene más agujeros que un queso gruyer. El Estado no ha habilitado ni las medidas, ni los medios técnicos operativos y eficaces para garantizar la seguridad. Y para más INRI ha hecho dejación de una de sus funciones fundamentales, al poner en manos de empresas privadas, que buscan siempre el beneficio económico, la obligación de velar por uno de los derechos fundamentales de los ciudadanos: la seguridad. Además, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (aprobada el 10 de julio de 2014), se limitarán aún más las competencias de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Si yo he podido pasar tres controles, en tres lugares diferentes, con mi amenazadora Opinel, uno se pregunta si, como repite la casta política privatizadora, la empresa privada ofrece realmente una mejor seguridad y más barata. Los hechos demuestran que no. Entonces, ¿por qué la casta política gobernante o la que ha gobernado en el pasado han privatizado y siguen privatizando la gestión de la seguridad de los ciudadanos españoles?

· Como he sugerido ut supra, la privatización de la seguridad (como la privatización de otros servicios o empresas estatales) es una oportunidad de negocio más, amañada entre los miembros de la casta política y sus testaferros o amigos, con el único objetivo de amasar dinero, sin prestar, en contrapartida, un servicio real y efectivo. Están en la mente de todos los numerosos casos de miembros de la casta política, que han hecho de la gestión de la res publica su particular modus vivendi y que toman decisiones pensando, no en el bien común, sino sólo en el beneficio de sus futuros empleadores. En efecto, éstos, gracias a la “puerta giratoria”, los van a acoger en sus empresas, al terminar sus vidas políticas, como recompensa por los servicios prestados. Ante estos hechos y comportamientos, es lógico que, en sus investigaciones sociológicas periódicas,  el CIS constate que, para los españoles, la casta política no es la solución a los problemas que aquejan a España sino, después del paro-crisis económica, el problemas más importante. Por eso, como he escrito en otro lugar y preconiza también Podemos, “casta política delenda est”.

© Manuel I. Cabezas González
Publicado en Bembibre Digital, Cerdanyola informa, La Tribuna del País Vasco y elespiadigital.com.
24 de septiembre de 2014

viernes, 12 de septiembre de 2014

DE LA SOSTENIBILIDAD EN EL AYUNTAMIENTO DE CERDANYOLA



 



· Durante todo el pasado mes de agosto, estuve a un tiro de piedra de Babia, en sentido propio, no en sentido figurado. Al regresar a Cerdanyola, a principios de septiembre, he podido constatar, una vez más, que el Consistorio de Cerdanyola, en su gestión de la “res publica”, no lleva a cabo políticas de sostenibilidad, que se apoyan sobre ciertos valores y principios éticos, de los que están huérfanos los de la casta política.

· La sostenibilidad es un concepto forjado en el ámbito de la ecología. Con él se quiere dar a entender que la explotación o consumo de un recurso siempre debe estar por debajo del límite de renovación del mismo. Por eso, aplicando este principio al Ayuntamiento de Cerdanyola, habría que decir que la gestión de los recursos municipales actuales no debe sacrificar ni hipotecar a las futuras generaciones, privándolas de los medios que les permitan satisfacer sus necesidades colectivas. Me explico y aporto las pruebas infra.

· En septiembre de 2011, publiqué un texto (“Mens sana in corpore sano”) en todos los medios de Cerdanyola, donde dejaba constancia de que el Parque de la Riera no había recuperado su funcionalidad y esplendor pasados y dejaba mucho que desear, después de las obras de mejora (instalación de una nueva tubería de acero) para el abastecimiento de agua de boca. Han pasado tres años justos y la casa sigue sin barrer. Las autoridades han hecho oídos sordos a la mayor parte de mis denuncias, mientras que, a lo largo de todo el día y todos los días del año, centenares de ciudadanos de Cerdanyola hacen uso del Parque de la Riera, para hacer ejercicio físico (“corpore sano”) y para confraternizar-comunicar entre ellos (“mens sana”). En efecto, este parque y el bosque de Collserola son el mejor medicamento, el mejor tratamiento y el mejor instrumento para velar por la salud de todos los que lo frecuentan.

· Por eso, vuelvo a la carga para poner el dedo en la llaga del despropósito de las autoridades municipales en la gestión del precitado parque y, en general,  del barrio de Canaletas. Así, quiero hacer público un nuevo “cahier de doléances”, que explicita necesidades reales de los ciudadanos y despilfarro de recursos por parte de de las autoridades municipales, que van en contra la sostenibilidad. Ahora bien, con este nuevo cuaderno de quejas, no pretendo ser exhaustivo.

· Por lo que respecta al Parque de la Riera:

1. En muchos tramos, el firme del camino central sigue siendo irregular, herido por la erosión, cada vez que llueve; esto se debe a que las cunetas del camino han sido mal diseñadas, para canalizar el agua, y no están labradas. Además, es polvoriento: el paso de grupos de ciclistas o de coches hace que el aire sea irrespirable. Tanto lo uno como lo otro dificulta o hace imposible el tránsito de personas en silla de ruedas o en sillas con motor, de niños y de personas de la tercera edad. Por lo tanto, un rediseño de las cunetas y unas capas de grava y arena parecen absolutamente necesarios.

2. El vandalismo contra el mobiliario, las señales informativas del parque y las vallas, que separan la calle Collserola del parque de la Riera, continúa o, más bien, no ha sido reparado (muchos de los bancos, señales y prácticamente toda la valla han sido el blanco de actos incívicos).

3. Todos los accesos al parque siguen degradados por las erosiones periódicas causadas por la lluvia y no son funcionales. Además, son necesarias dos nuevas entradas. Los propios usuarios del mismo, con sus pies, han diseñado y localizado estas dos nuevas entradas: una, a continuación de la calle de La Gatosa; y la otra, en la suite de la calle del Boix, que no reúnen actualmente las condiciones de seguridad necesarias.

 4. El corte y el control de la vegetación desbocada del parque sigue sin llevarse a cabo con la asiduidad que sería necesario.

5. El parque sigue siendo el paraíso de los perros sueltos, que corretean libremente, incomodando a los viandantes, y que van dejando sus excrementos donde tienen un aprieto.

6. En un extremo del parque (entrada desde la calle Josep Llimona), siguen desperdigados, sin orden ni concierto, los 8 bloques irregulares de piedra artificial, que esperan una ubicación funcional y definitiva. Por cierto, ¿para qué se mercaron y se llevaron al parque?

7. En junio o julio pasados, se produjo una fuga y un vertido de las cloacas de Cerdanyola a la riera de Sant Cugat. Esto contaminó la riera, puso en peligro la salud pública y, durante varios días, un olor putrefacto perfumó el barrio.

8. ¿Dónde están las esculturas-siluetas de latón (grupo de batracios, de ovejas, de jabalíes, una garza, etc.) que habían sido plantadas a lo largo del parque para informar sobre la fauna de Collserola y que fueron retiradas cuando se renovó la tubería del agua de boca, que atraviesa el parque?

9.  Como no se ha respetado la legalidad vigente en materia lingüística, algún talibán-censor se ha dedicado a normalizar en español los paneles informativos del parque sobre la fauna y la flora, que están sembrados a lo largo del mismo y que sólo están en catalán.

10. ¿Para qué se ha construido la caseta de madera a la entrada del parque de Collserola desde el Paseo de Horta? Formalmente es un punto de información, pero nunca la he visto abierta y, por eso, me pregunto por qué se hizo ese gasto inútil y superfluo.

· Por lo que respecta al barrio Canaletas:

1. Se produce un encendido del alumbrado público en pleno día, hacia las 7 de la tarde: ¡Despilfarro!

2. No se ha repuesto la farola de la calle del Boix ni el árbol de la calle La Gatosa, rotos ambos por dos camiones: el de la basura y uno de transporte urgente. ¿Dónde ha ido a parar la indemnización de los respectivos seguros?

3. En la acera de la parte montaña de la avenida Canaletas y en una de la calle Collserola, las raíces de los árboles han levantado el pavimento y esto representa un peligro cierto para las personas de la tercera edad, para los niños y, general, para los ciudadanos.

4. En el pasado mes de julio, un rebaño de ratas había implantado sus reales en la avenida Canaletas y se paseaban por la misma como Pedro por su casa.

· No quiero ser más prolijo en esta enumeración de deficiencias del Parque de la Riera y del Barrio Canaletas. Espero que, esta vez, las autoridades municipales tomen conciencia de las mismas y las subsanen diligentemente. Como las elecciones municipales se acercan, a lo mejor esta vez nos toca la lotería a los vecinos del Barrio de Canaletas.


© Manuel I. Cabezas González
Publicado en Cerdanyola Informa.
12 de septiembre de 2014